4. Atrapada

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-Mierda-formuló entre dientes la pelirroja al darse cuenta de que no llevaba el móvil consigo. Estaba cansada y respiraba con pesadez. Le dolían los pies de sobremanera; quizás haber salido a correr sin calcetines no había sido la mejor idea.

Se sentó en un banco del parque y respiró fuerte, intentando llenar por completo sus pulmones. Bebió de un solo trago más de la mitad de la botella de agua que había cogido antes de salir y volvió a respirar fuerte, tratando de rebajar sus pulsaciones.

Se quedó mirando al frente. Un niño intentaba escalar las escaleras de un alto tobogán, sin éxito. Escuchó como su madre lo llamaba y el niño se quedaba estático a tres escalones del suelo. Observó como el pequeño intentaba bajar, agarrándose nuevamente al escalón por el miedo y fracasando en el intento. Fue entonces cuando comenzó a llamar a su madre por ayuda. Pero esta se encontraba distraída hablando con otra madre que llevaba un carrito de bebés. El niño comenzó a desesperarse y optó esta vez por intentar subir más por los escalones para poder bajar por la rampla. Pero el miedo volvió a frenar sus planes y, otra vez, se quedó quieto. Empezó entonces un pequeño llanto, que fue aumentando al igual que su angustia al verse atrapado.

Lara tragó saliva fuertemente. Ella también se sentía así, atrapada, pidiendo ayuda, pero sin recibirla. Sin poder avanzar, pero tampoco retroceder. El niño permaneció llorando un par de minutos, hasta que su madre se percató y se dirigió hacia él, cogiéndolo en brazos y sacándolo del tobogán. El pequeño se aferró al cuello de su madre, donde comenzó a tranquilizarse y dejar de llorar. La mujer lo posicionó cuidadosamente en el suelo y le dio un tierno beso en su cabeza, mientras le decía algo que Lara no logró escuchar por la lejanía. El niño comenzó a correr por el parque, montándose en otra cosa y soltando una carcajada que sí pudo escuchar la pelirroja.

Lara suspiró, y se dio cuenta entonces de que tenía la cara mojada. Unas lágrimas habían rodado por sus mejillas sin que ella se percatase. Se las limpió con la manga de la sudadera, aprovechando también a secarse un poco el sudor. Se levantó del banco y volviendo a beber, ahora más relajadamente, un trago de la botella; comenzó a caminar.




Daniela aparcó en la entrada de la universidad. Bajó de su Citroën gris y se dirigió a la puerta. Se giró para cerrar con el botón de su llave el coche a la distancia. Y abrió la gran puerta de metal con fuerza, tirando de ella hacia fuera.

De pronto notó unos brazos sobre sus hombros y un olor familiar entrar por sus fosas nasales. Nora dejó un tierno beso en su mejilla y se puso delante de ella para saludarla.

-Hola guapa-sonrió ampliamente esperando un saludo de parte de la morena, que llegó en forma de una sonrisa forzada. La sonrisa de la rubia desapareció instantáneamente y miró a Daniela a los ojos seria.-¿Qué ha pasado?-

-Lo de siempre- Daniela soltó un suspiro y dejó que su cara de tristeza saliera delante de su mejor amiga.

-¿Lara?-insistió la rubia, intentando comprender y que su amiga se abriera. La morena asintió. Y Nora suspiró sabiendo de que se trataba.-¿Se fue por la mañana?-

-Supongo, o por la noche, no sé-

-¿No te ha escrito ni nada?-volvió a insistir, aumentando su enfado contra la pelirroja.

-Que va, nunca lo hace.-su expresión triste ya era costumbre en ella, y esto solo hacía que Nora le cogiera cada vez más tirria a la novia de su amiga.

-Habla con ella-repitió el consejo que llevaba diciéndole ya meses.-Pero habla de verdad-

-¿Qué te piensas? ¿Qué no he hablado ya?-

-No, siempre intentas entenderla, pero ella nunca te entiende a ti.-

-Eso no funciona así, Nora. Ya sabes que es más difícil...-

-No solo es difícil para ella, Dani-la interrumpió, cansada de siempre la misma discusión.-Dale un ultimátum, han pasado seis meses, esto no puede seguir así. Tú no puedes seguir así-

-¿Así como?-Samantha se había acercado a las dos amigas nada más verlas.

-Nada.-Daniela contestó seca.

-Uyyy, que humor por la mañana-se acercó a la morena divertida-Alguien necesita un buen polvo.-

Daniela se cansó de la conversación y, enfadada, caminó por el largo pasillo dirigiéndose a su clase. Apenas llegó a la puerta, sonó el timbre, indicando la hora de comenzar. Entró en la enorme aula, se sentó en un asiento de la última fila y abrió su mochila sacando su portátil. La estancia comenzó a llenarse de estudiantes y la puerta principal se abrió dando paso al profesor, quien dejó su maletín sobre su larga mesa y encendió la pantalla digital comenzando con la clase. 

Ojalá un nosotras, pero prefiero un yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora