Laurence
Reid lanza el balón al aire y lo atrapa. Ha estado sentado en mi oficina durante los últimos veinte minutos. El vestuario se ha vaciado. Era nuestra última práctica. Mañana nos dirigimos al partido del Campeonato Nacional.
— ¿Zoey está ocupada?— Le pregunto, mirando mi libro de jugadas. Con todo el tiempo que he pasado con Camila, Reid y yo nos hemos hecho amigos. Excepto cuando estamos con el resto del equipo.
—Ella y Camila están pasando el rato. — Mis ojos se dirigen al reloj. Camila y yo llevamos juntos casi cuatro meses. Fue muy agradable tenerla para mí solo durante las vacaciones de invierno. Reid y Zoey volvieron a casa con sus familias. Yo había convencido a Camila para que se quedara conmigo y fuera a la casa de mis padres en Navidad.
Mamá empezó a desgastarla en Acción de Gracias. Puede ser difícil decirle a mi madre que no, como Camila ha aprendido. Mamá la ha metido bajo su ala y la ha metido en nuestra familia.
Quiero que Camila tenga eso. Se merece unos padres que la quieran, y sé que los míos están más que dispuestos a dar un paso al frente. La adoran. ¿Cómo podrían no hacerlo?
— ¿Qué están haciendo?— Reid saca su teléfono.
—Parece que están en la cafetería. — Cierro mi libro de jugadas y empiezo a empacar.
—Me vendría bien un poco de café. — Reid se pone de pie antes de que termine mi frase.
Salimos juntos. Cuando entramos en la cafetería, las vemos en la mesa de la esquina. La mesa de al lado está llena de un grupo de chicos que no reconozco pero que siguen mirando hacia ellos. Esto es lo único que odio de Camila y de mí. Nuestra relación sigue siendo un secreto.
La gente cree que es soltera. Quiero estampar en su frente que es mía. Hacernos permanentes y oficiales antes de que cambie de opinión pensando que soy demasiado viejo para ella o algo así.
Reid se dirige hacia ellas, y lo sigo después. Uno de los chicos se levanta y camina hacia ellas, golpeándonos hasta la mesa. Mi mano baja sobre su hombro, haciendo que el chico salte.
—Sienta tu culo. — Le doy un pequeño empujón hacia su mesa. Sus ojos rebotan entre Reid y yo. No solo vuelve a su mesa; agarra toda su mierda y salen. Sus amigos le siguen. Son mucho más inteligentes de lo que parecían.
—Ustedes son ridículos. — Zoey pone los ojos en blanco. Camila me sonríe. Quiero inclinarme y besar la sonrisa de sus labios. La irritación me hace sentir que soy incapaz de hacerlo.
—Es hora de irse. — le digo. Esta vez es Camila la que pone los ojos en blanco ante mi tono mandón. Apuesto a que si pongo mis manos en sus pantalones ahora mismo, su coño estaría mojado. Finge estar molesta porque le doy órdenes, pero sé la verdad. Se excita con eso. Me divierto con ella. Así que funciona para los dos.
— ¿Esos cabrones no pueden ver el anillo en tu dedo?— Reid se queja.