𝐌𝐍 ¦ ❝ Esa mujer, esa maldita mujer. Está más cerca de los dioses que de los humanos. Camina sobre la tierra con el alma en el cielo y aun así... Esa maldita mujer, es mi mujer. ❞
𝐄𝐍 𝐃𝐎𝐍𝐃𝐄 ━━ Tennō Nanahito nació para morir y murió para viv...
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☇ Dios entrelazó nuestro destino, eso es suficiente ❜
Abril del 2005
Ambos iban en el mismo auto, uno al lado del otro, pero a la vez, distantes; cada uno al lado de la ventana. Se dirigían camino a la escuela técnica de hechicería. Se suponía que debían haber llegado el día anterior, un domingo, pero Satoru prefirió pasar ese día juntos.
Para este entonces, los jóvenes ya tenían citas y no se tocaban ni por error. Esos descuidos les había generado muchas cicatrices, dolorosas heridas que maduraban para recordarles que no podían tocarse. Ya estaban tan acostumbrados, que ni siquiera tenían el deseo de saber cómo era sentirse piel con piel, más bien, lo evitaban a toda costa de forma automática, ya ni siquiera era necesario pensarlo.
O eso creía Nanahito, porque al menos Gojo, estaba cada día más ansioso por poder tocarla. Las ansias le estremecían las tripas y desembocaban una que otra noche en solitario en su habitación, entre suspiros, chapoteos, pequeños gruñidos y cortos gemidos. Satoru pensó al principio que ella lo provocaba a propósito, luego se dio cuenta que no lo hacía adrede. Nana era una muchacha muy inocente y por supuesto que no haría nada para incomodarlo. Después de todo, lo que ella provocaba en él era algo físico y le generaba dolor aguantarlo, si ella lo supiera, dejaría de hacerlo.
— ¿Ves? Por tu culpa vamos tarde. —su pierna se movía ansiosa sobre el asiento. Gojo rió viéndola de esa forma, y pensó que las medias del uniforme le quedaban sexys. — ¿A quién quieres impresionar arreglándote tanto? ¿Quieres que te mate?
Satoru soltó una risita divertida y volteó a mirarla para encontrar en el rostro de Nana un par de mejillas sonrojadas y el ceño fruncido, aparentemente molesta. Sus celos le gustaban en desmedida, Gojo pensaba que eran su verdadera forma de ser, porque maldecía e insultaba, y eso le encantaba. Toda la clase y la etiqueta se iba, y esa actitud de ser una niña muy buena, incapaz de romper ni un solo plato se combinaba con su mala actitud. Su voz dulce y angelical diciéndole que se pudra, con esos ojos finos y nobles deseando poder matarlo con la mirada, y sumando a eso; ese rostro empático que le demostraba unas veinte veces al día que siempre estaría a su disposición, repentinamente transfigurado a un mal gesto, como si fueran por peores enemigos.
“Oh, sus celos me enloquecen.” pensaba él.
Gojo no sabía por qué, pero le daba cosquillas en el estómago. Le encantaba cuando en un ataque de celos, ella se cruzaba de brazos y decidía ignorarlo, él la perseguiría por más que tratara de huir y se reiría preguntándole una y otra vez lo obvio.
— ¿Qué? ¿Estás celosa?
Él nunca diría nada más, ninguna otra palabra que le aclarara que no debería estar celosa. Eso le molestaba mucho más a ella, pero él no lo sabía. Ella pensaba que sus celos estaban justificados, y que, además, Satoru de verdad tenía intenciones hacia otras chicas. Definitivamente, ella no sabía que los ojos de Satoru sólo la veían a ella.
