Un demonio

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Había pasado el primer semestre desde que se conocieron, ninguno se hubiera imaginado que terminarían siendo tan amigos, ambos eran mundos completamente distintos pero lograron entenderse tanto que se contagiaron un poquito del otro; Aziraphale cada vez sentía menos necesidad de autoexigirse, comenzaba a valorar sus errores para aprender en vez de condenarse, no recordaba la última vez que vio sarpullido en sus manos, simplemente un día dejó de lado aquella pomada junto con la basura que tenía en la cabeza. Por otro lado, Crowley, aún con las cicatrices emocionales que nunca lo dejarían así como las de su cuerpo, pasaba más tiempo pensando en otras cosas, (Aziraphale en la mayoría del tiempo) ocupaba más espacio en su mente el planear cosas divertidas, si debía conseguir algún trabajo e incluso y muy raro para si mismo, si con su mente más despejada podía intentar retomar algunas clases. Crowley era bastante brillante y también muy gustoso de aprender porque era por naturaleza curioso, a veces demasiado curioso para su mala suerte y si había dejado ese hábito del estudio fue por todo el estrés que le impedía concentrarse.

Habiendo influenciado en sus costumbres pareciera que al menos por un par de días habían intercambiado sus hábitos de sueño; Crowley había dormido tanto y tan bien que se despertó muy temprano, se cuestionó si solo desayunar algo de cereal podría ser otro de los motivos que siempre lo tenían del mal humor, así que intentó buscar algo más completo solo que no había nada, no entendió la utilidad de un refrigerador que solo guardaba algunas cervezas, leche y una masa oscura al fondo que pudo ser algún día una fruta, aunque no era raro, desde que vivía ahí nunca existió tal cosa como sentarse a la mesa a comer, cocinar consistía en calentar algo que provenía de un empaque.

Con tanto tiempo de sobra podía salir y comprar algo más decente para comer camino a la escuela, estaba seguro que ya debería estar abierta alguna panadería.

La noción del tiempo era bastante relativa, lo que para Crowley era una mañana linda con todo el tiempo del mundo para pasar a comprar pan, para Aziraphale era de caos y regaños porque se había despertado tarde. Esa ocasión si escuchó su despertador pero no había descansado muy bien (aquella horrible película le causaba sueños muy desagradables de vez en cuando), apenas y logró dormir unas 4 horas, solo se giró para apagar el ruido de las campanitas fastidiosas y se quedó con la mano pegada sobre el reloj, con la cara hundida en la almohada y una pierna colgando fuera de la cama.

Entre gritos y apuros salió de casa, lo que no dejaría pasar sería su hambre, si no comía algo iba a ponerse de muy mal humor, por suerte ya podía oler el pan recién hecho a unas cuadras, iría rápido por algo y después a toda marcha a la escuela.

De un lado Crowley caminaba con su peculiar andar relajado y sin prisa, mirando al suelo evitando pisar las líneas, de un solo hombro llevaba colgada la mochila y de ahí salía el cable de los audífonos conectados al Discman, había conseguido quemar un mix de sus canciones favoritas y no estaba poniendo mucha atención a su alrededor. En sentido contrario, Aziraphale se apresuraba con toda la fuerza que le permitían sus piernas, estando atento a esquivar a las personas, mascotas y cosas que se cruzaban a su paso, excepto por el tonto de lentes oscuros que caminaba directo hacia él, por la velocidad que llevaba no pudo evitarlo y terminaron chocando. Se golpearon cabeza con cara y los dos gritaron, Crowley estaba listo para pelear con quien fuera el idiota que le hubiera tirado los lentes, de no ser que el idiota en cuestión era su ángel que se tropezaba y caía hacia atrás.

-¡Aziraphale!-

Ignorando su propia cabeza adolorida, trató de ayudarlo a ponerse en pie pero el rubio no se quiso mover.

-Déjame, me voy a morir aquí antes de humillarme más, no he tenido más que penurias ésta mañana-

-Vamos reina del drama, ese es mi papel ¿Estás bien?-

Malas influencias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora