Capítulo 22: A solas

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— ¿Qué dices, Vivian? — dijo su hermana frunciendo el ceño y retocándose el cabello.

Vivian extrajo apuradamente un papel que, con el movimiento brusco, estaba arrugado. Confundida y angustiada, Lorena tomó el papel entre sus manos, buscando respuestas en la expresión decidida de su hermana; ni siquiera necesitó leer el contenido, ya lo conocía.

El único sonido perceptible era el crujir del papel en las manos de Lorena.

— ¿Entraste a mi cuarto? — preguntó Lorena con el cabello revuelto, pero luego se detuvo —. ¿Quién te lo dio?

— Contesta, hermana. ¿Quién es el padre? — Vivian se sentía con todo el derecho de preguntar; después de todo, había financiado todo desde el fallecimiento de su padre. Pero sus ojos se mantenían fijos en los penetrantes ojos celestes de Alexander, los cuales no reflejaban vergüenza. Más bien una intensidad que podía incendiar toda la casa.

— Dime, responde... — dijo Vivian, su voz pareciendo quebrarse antes de adquirir fuerza con un tono desafiante. Los ojos de Vivian se posaron entonces en Alexander, y su mirada se llenó de un enojo suplicante. — ¿Alexander?

— ¡Vivian! — exclamó Lorena, su rostro delineado por las expresiones que iban desde la sorpresa hasta la indignación.

— ¿Alexander? — Vivian pronunció el nombre como un reproche, como si el mismo sonido pudiera hacerlo responsable de la situación que se desarrollaba frente a sus ojos.

La confrontación se transformaba en un duelo de voluntades, y Alexander, con su serenidad aparente, era una calma ajena a una paz, su calma era arrolladora. Cada rasgo, cada línea esculpida con precisión, parecía destacar aún más en la quietud tensa de su expresión.

— No tienes derecho a preguntarme eso tú — dijo Lorena, defendiéndose ante la mirada acusadora de su hermana.

— Soy tu hermana —dijo Vivian

— Soy yo — interrumpió Alexander con una frialdad tranquila, con una mirada profunda pesar de la tensión en el aire, sus ojos denotaban una resolución que eclipsaba cualquier rastro de enfado. Era como si en ese momento se hubiera erigido como un muro impenetrable entre las dos fuerzas opuestas de las hermanas.

Vivian, sintiendo una mezcla de shock y furia, levantó la mano y con un sonido resonante, abofeteó a Alexander con fuerza. La palma de su mano dejó una marca roja en la mejilla de Alexander, quien se tambaleó ligeramente pero mantuvo su postura.

— ¿Cómo pudiste? — gritó Vivian, sus ojos brillando con una mezcla de rabia y dolor. Lorena miraba la escena con angustia, sintiendo que el conflicto alcanzaba un punto crítico.

Los dedos de Alexander exploraron su mejilla en un gesto ligero, mientras mantenía la mirada inmutable en Vivian. Aunque sus labios mostraban un dominio firme, dentro bullía una tormenta emocional que se resistía a ser contenida.

— ¿Cómo pudiste hacer esto? ¿Acaso te es indiferente la confianza que compartíamos? — exclamó Vivian, su voz vibrando con incredulidad y una mezcla de dolor y decepción.— ¿Cómo pudiste? Entonces, ¿Todo lo que hiciste y dijiste estos días? ¿Esa locura...?

— No debería dañarte — dijo Alexander con voz suave, y sus ojos se desviaron más allá de los de Vivian, como si toda la situación encontrara su explicación en la presencia de alguien más. Aunque ella no notó la dirección de esa mirada, cegada por una furia que la consumía.

Vivian parecía albergar sentimientos confusos. Su rostro, reflejo de una mezcla de furia, dolor y quizás incluso un atisbo de celos. Lorena, testigo silencioso de la escena, comprendió todo por segunda vez desde su adolescencia.

Perfecto Engaño de Amor +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora