Escuela parte 2/2

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Después de eso, Pedro no le dirigió la palabra el resto del día. Cuando llegó la hora, Jorge tuvo que ir solo por Diana. Y cuando regresaron, su esposo ya había preparado la cena.

Sin embargo, durante toda la comida, ninguno habló con el otro. El más bajo solo prestaba atención a lo que decía la niña, y Jorge se vió obligado a hacer lo mismo.

—Oye papá... ¿Por qué no has hablado con papi? —. Diana preguntó mirando de Jorge a Pedro con curiosidad.

—Porque... No lo sé —. Obviamente sabía porque, pero no le diría a su hija el problema que ambos estaban teniendo. —Periquito, ¿no tienes nada sobre que hablarme? —. Aún así insistió, tal vez respondería ahora que Diana tenía su completa atención puesta en el.

—No creo —. Pero estuvo completamente equivocado, porque olvidó que Pedro era horriblemente terco cuando se lo proponía. —¿Tu no tienes nada que recordarme? —.

Ante eso, Jorge resoplo molesto y se levantó de su silla para tomar a su pequeña en brazos.

—Vente, hija. Ya es hora de que te duermas —. Le dijo con dulzura, dándole una mirada enojada a su novio sin que la niña se diera cuenta.

—Pero aún es muy temprano —. Ella se quejó pero un bostezo la interrumpió y río.

—Pero ya tienes sueño —. El contestó y con cuidado subió las escaleras para llevar a Diana a su habitación.

Después de hacer la rutina diaria de contarle un cuento, darle una bendición y arrullarla hasta que se durmiera. Volvió a bajar a la sala, en dirección al comedo. Pero el ídolo de México ya no estaba allí.

Lo encontró en el jardín trasero de la casa echándole agua a las flores y suspiró cansado, se acercó a él despacio hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para oler su perfume.

—Pedro, yo sé que hice mal al no avisarte bien el asunto —. Empezó a hablar, tomando suavemente el hombro del otro, apenas tocandolo. —Y que no debí gritarte y enojarme contigo de esa forma —. Giró levemente a su esposo, para que esté lo mirara a los ojos. —Chaparro, no puedes estarme ignorando siempre —. Le dijo una vez que vió como el otro no le respondió y simplemente apartaba su mirada de él.—Pedro —.

Pero el sinaloense pareció más resentido de lo que Jorge pensó. Dejó la regadera por un lado e ignorandolo se volvió a meter a la casa.

—Ya chaparrito, disculpame —. Gritó siguiéndolo. La desesperación era presente en su tono, cada vez creía que la paciencia se le acababa mas. —Mira, te lo pido de rodillas, pero perdoname, ¿si? —. Y se arrodilló en la sala de su casa frente a su Perico.

—Jorge- —. Fue lo único que le respondió antes de que él lo interrumpiera. Por qué necesitaba saber la respuesta o no dormiría en paz. O tal vez ni en su cama dormiría si no arreglaba el asunto hoy mismo.

—¿Si me perdonas, chiquito? —.

Su sonrisa de alivio fue clara cuando Pedro asintió con un pequeño suspiro agotado, extendiendole una mano para que se parara del suelo.

—Obviamente... Solo que me dolieron mucho tus palabras. Yo sí pensé que había olvidado a nuestra hija, no sabes lo horrible que me sentí —. El ídolo del Guamúchil siguió evitando un poco su mirada, aún avergonzado aunque ciertamente ya no había una razón, o más bien, principalmente nunca la hubo.

—Lo sé, perdón, Pedrito. Pero ya pasó —. Le respondió con voz dulce y calmada, se acercó más a él y con su mano tomo suavemente su barbilla, mirándolo con puro cariño. —Te juro que no te vuelvo a hablar así —. 

Pedro asintió con una pequeña sonrisa, ahora mirándolo a los ojos. Luego rió suavemente.

—¿Un beso? —. Preguntó y Jorge asintió también divertido. Sonrió y besó con amor a su esposo.

Definitivamente de ahora en adelante le avisaría absolutamente todo a Pedro con anticipación.




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Poquito y no actualizo

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