Fantín se levantó una hora antes del alba para prepararse. Le gustaba su rutina, bañarse con agua caliente para relajar sus músculos antes de un largo día de trabajo. Cantaba suavemente mientras se exfoliaba la piel, y su voz resonaba en los azulejos del baño defomandose en un sonido casi angelical. Cantaba incluso cuando se secaba el cabello frente el espejo y lo peinaba obsesibamente para darle esa sedosidad perfecta. Era un fanático de los adornos, desde hebillas, diademas, apliques y moños. Se entretenía a si mismo frente al espejo, armando peinados dignos de una tapa de revista. Su favorito eran dos pequeñas coletas a cada lado de su cabeza y el resto del cabello suelto. Ese era un peinado que su madre solía hacerle a su hermanita en fiestas y cumpleaños, un peinado que siempre anheló llevar y nunca pudo. El cabello largo no fue la única fuente de su envida entre las pertenencias de su hermana, los vestidos rosas y pomposos, los zapatitos con flores bordadas y las bonitas muñecas. En su infancia, Fantin hubiera dado todo por poder poner sus manos aunque sea una vez, en una de las muñecas finas de las tiendas a las que ni siquiera tenía permitido entrar.
Alejó esos tristes recuerdos, después de todo el pasado era solo eso, una sombra que cada tanto, en sus momentos silenciosos, volvía para atormentarlo. Sonrió para si mismo en el espejo y volvió a su labor. Se hizo algunas delgadas trencitas entre la parte de atrás con el cabello libre y les añadió apliques de piedritas. Su cabello era la parte que más le gustaba de su cuerpo, amaba teñirlo de todos los colores posibles, lo había heredado castaño claro como su madre y abundante por su padre. Esa inusual combinación interracial había explotado magníficamente en la cuidadosa composición de su cuerpo. No mentiría, en corea desde pequeño, lo habían tratado como un bicho raro y por muchos años se había sentido un alienígena perdido en otra tierra. Pero cuando tuvo edad suficiente para viajar y conocer otras culturas, entendió que sus rasgos eran maravillosos y aprendió a enamorarse de cada pequeña parte de si, de disfrutar los pequeños momentos que pasaba consintiendose y a amar su rareza en toda su extensión.
Selló su cuidadoso maquillaje con un spray y por una vez desde que enviudó, optó por usar ropa cómoda y sencilla, para trabajar sin problemas. Salió de su habitación para buscar a su hijo, la luz de su vida. Pero el pequeño aún estaba durmiendo, se había hecho un a bolita pequeña en su cuna, como era costumbre, durante la noche se habría enroscado en si mismo y cubierto completamente entre varias mantas. Los niños saturnianos era sensibles a los cambios climáticos, sobre todo el frío y a pesar de estar adecuadamente resguardados, solían inventarse refugios entre sus almohadas para dormir a gusto... O eso es lo que Ezran le había asegurado. Tener a un niño híbrido era una carga inimaginable y aún más criarlo solo, su padre había muerto incluso antes de que el embarazo se llevabara a término. Fantin estaba solo, debastado y desprotegido. Si no fuera por Ezran y su constante presencia, su incondicional apoyo y defensa, quien sabe que hubiera sido de ellos. Ezran para Fantin había sido una luz de guía en medio de la más cruel oscuridad y guardaba un especial cariño por él, un cariño que a veces le aterraba sentir.
El corazón de Fantín se llenó de amor al contemplar a su pequeño hijo y decidió dejarlo dormir un poco más, se veía tan pacífico y tranquilo. Se dirigió a su atelier, si es que podía llamarlo así. Era la antigua oficina de su esposo, aunque el mismo Dekkart poco la usaba, él prefería subirse a una nave y perderse durante meses en la bastedad del espacio, antes de encerrarse en esa oficina y pensar en como administrar sus territorios. Él siempre prefirió la guerra, siempre atendiendo la cacería interminable de los jubilé, piratas traficantes de esclavos... Esclavos humanos. Pero Fantin entendía el significado de cumplir su deber. Saturno se había hecho cargo de la tierra y su protección era su responsabilidad, así como perseguir a los piratas era la responsabilidad de su difunto esposo como marquez, no se sentía mal al respecto, salvo por las largas jornadas que pasaba solo en casa, esperando, siempre esperando. Dekkart fue su amado esposo y apenas compartieron cinco años juntos, pero fueron años suficientes para que le dejara un hermoso recuerdo de amor, libertad y su hijo.
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Saturno necesita pasivos (BL)
Ciencia Ficción«¿Que harías si un extraterrestre te secuestra? Probablemente no levantarías el culo suplicándole para que te embarace. ¿Entonces por que yo si?» Oliver no era más que un simple estudiante de programación hasta que Extraterrestres vinieron a la tier...