Capítulo 11

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Narra Alma>

Todo estaba sucediendo tan rápido que no tuve tiempo para detenerme a pensar. Aunque, ¿Quién necesita pensar cuando puedes sentir? Después de los escasos segundos de bochorno en la puerta de mi habitación, cuando asimilamos la presencia del otro y nuestra pequeña conversación sin palabras, lo siguiente que pude reconocer fue sus labios sobre los míos. ¡Cuánto los necesitaba! Esta vez la necesidad era más grande, aunque no era algo que creía posible.

La manera en la que sus manos se aferraban a mi espalda baja era hambrienta, acompañada de besos frenéticos y, casi sin darme cuenta, un segundo después ya estaba acostada sobre la espaciosa cama. Mis manos recorrían sus brazos, su espalda, su quijada, probándolo en la oscuridad.

No transcurrió demasiado para que mi ropa quedara a un lado de la cama y su camiseta tirada en algún lugar. El besaba mi cuello mientras yo maniobraba para deshacerme de su pantalón. Cuando finalmente lo conseguí, lo jalé con rudeza para que pegara su cuerpo al mío, necesitaba sentirlo así. El calor que emanábamos era ridículo y la energía del lugar creaba una atmósfera de guerra y pasión.

Nuestros cuerpos peleaban por el poder, sus manos subían y bajaban por mis muslos, su lengua paseaba de mi boca, a mi cuello y cerca de mi pecho. Era como si quisiéramos conocer cada centímetro del cuerpo del otro, que nuestras manos y bocas nos guiaran hacia la locura.

Más de una vez dejé escapar unos gemidos, no podía evitarlo, haciendo que él se estremeciera cada vez que sucedía. Este chico no era la estatua que conocí hace unos días, este chico estaba casi tan loco como yo, era fuego puro y yo estaba disfrutando de quemarme.

- Alma - dijo en mi boca, sin dejar de besarme.

- Seth...-respondí con la respiración agitada.

- No puedo hacernos esto. - Esta vez, pareció haber usado toda su fuerza de voluntad y se detuvo, presionó su frente con fuerza sobre la mía un segundo mientras calmaba su respiración y luego apoyó su peso en un brazo y se incorporó un poco, lo suficiente como para separar el beso y mirarme a los ojos.

Yo estaba helada, no sabía que decir ni que pensar. Lo miré fijamente intentando descifrar lo que pasaba por su mente pero, rendida al no lograr conseguir nada, asentí bajando la mirada.

El moreno soltó un suspiro de frustración y se sentó en la orilla de la cama, dándome la espalda. Yo tardé un poco más en reaccionar e imitar su gesto, pero esta vez sentándome detrás de él, coloqué una mano en su hombro y lo acaricie suavemente, como diciéndole que todo estaba bien aunque dudaba terriblemente que esto fuese cierto.

- Lo siento. - se atrevió a decir casi en un susurro.

- No te preocupes, otra ducha fría y todo estará bien. - Intenté bromear para aligerar el momento, aunque estaba segura que no se disculpaba precisamente por detenerse en medio de nuestro arrebato, sino por algo más y eso, por alguna razón, me producía un nudo horrible en el estómago. Casi le digo que no quería escucharlo.

- No, no me refiero a esto. - señaló la desordenada cama y yo me ruboricé al recordar sus manos de hace unos minutos. - Hablo de esto - se giró para quedar frente a mí y movió su mano en el espacio vacío entre nosotros, señalándonos como la razón de su disculpa.

- Oh... - fue todo lo que pude decir en el momento. Y desvié la mirada hacia otra parte frunciendo el ceño. Me quedé en silencio otro par de segundos antes de levantar la mirada finalmente. - Quieres decir que... ¿Te arrepientes? - me atreví a preguntar, temiendo su respuesta. No quería que lo hiciera de nuevo, no quería enfrentarme a otro de sus arranques de culpa y moral, eso empeoraría como me siento.

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