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Su padre parecía un ser exagerado, pero Philippa estaba muy interesada en el arete del marqués. Era tan exquisito que necesitaba hablar de él y la única manera de hacerlo era bailando. El resto del asunto se contaba solo, cuando ella comenzara a hablar de joyas e intereses masculinos, ese hombre se iría corriendo.

—¿Entonces prefieres que quede bien con el conde de Northland? También es muy agradable y su broche es notablemente elegante.

—Él ha tomado bien tu comentario de su broche, pero no puedes abusar de tu buena fortuna. Ha sido educado e inteligente para responder a tu halago. Ninguno de los dos ha sido vulgar. No puedo decir nada bueno del otro caballero —habló Spencer.

—Comprendo lo que quieren decir. Quieren que conserve a uno y espante a otro. Dejen que lo anotaré en mi libreta cuando pueda.

—Lo puedo anotar por ti para que no lo olvides —declaró Foster que cogió su libreta y su grafito para escribir aquello con premura.

—Guarda esa libreta, Foster. Van a pensar que quieres matar a alguien —masculló Meredith.

—No mato a nadie, tal vez cobre con cierta violencia, pero no soy la beneficencia ni hago donaciones para los desvergonzados.

—¿Y no se han puesto a pensar que la razón por la que no me he podido casar es la mala reputación de mi padre?

—Es probable —la apoyó su madre.

—¿Alguien que quiera abogar por mí? Vaya familia que he formado. Estos negocios son secretos, nadie los conoce, solo algunos que no dirán mi nombre porque yo diré el de ellos, ¿es justo? Me parece que sí. Lo que importa es que sepas, querida hija mía, que no quiero que te entusiasmes con ese marqués. No hay que cogerle cariño a las cosas que apestan a cadáver y él ya comienza a tener hedor. Tiene tantos problemas como Spencer tenía en el pasado y se llaman mujeres casadas.

—Lo comprendo padre. Lo único atractivo que encontré de ese hombre ha sido el arete —alegó la joven para tranquilizar a su familia. Ella tampoco creía que un libertino se interesaría en un problema con falda como era, ya que su familia era importante y a eso debía añadirle los negocios de su padre que podrían asustar a cualquiera.

Quizá pasó una hora desde que llenó su nombre en el carnet de la joven y se escondió de su familia. Steven no dejaba de bailar, lo más probable era que tuviera que sacarlo de ahí en el hombro, ya que quedaría discapacitado para el simple hecho de caminar. Lo peor de la situación era que no lo veía disgustado, molesto o cansado. Estaba sonriente, como si le gustara bailar. Eso le producía cierto temor, pues con todos sus amigos casados, estos no dudarían en querer meterlo al círculo de los casados.

—¡Puedo sudar en el pie y no lo sabía! —expresó Steven que después de su baile fue a buscar una copa de brandi.

Frente a los ojos de John aquel lo había bebido como si fuera agua.

—Oye, calma. No se acabará el mundo por bailar.

—La última dama de mi lista es lady atenta. Sí, ella es inteligente, algo poco conveniente, todos sabemos que las tontas son mejores.

—Son consejos de James, no puedes creer eso, pero como te veo tan ebrio, creo que le rezas a cualquier dios.

—Tal vez esté mareado, pero ebrio, jamás. Ahora iré a bailar con lady Philippa.

Tan pronto como su amigo llegó hasta él se volvió a ir. Lo único que podía hacer era observar cómo se perdía entre la multitud. Por curiosidad, lo siguió para poder ver lo que haría con la dama. Esperaba que no le vomitara en los zapatos, ya que suponía que era él quien vomitaba en pies ajenos.

—He venido a llevarla a bailar, milady... —habló el conde que se acercó a Philippa que estaba descansando sola en un rincón, sus padres habían estado bailando y también sus tíos.

Al percibir el aroma de brandi del conde de Northland, lo primero que hizo la joven fue agitar su abanico con fuerza. Debía alejar tanto alcohol de ella. Le gustaba el aroma del brandi, pero no cuando se le salía de la piel en forma de sudor.

—Lord Northland, ¿no prefiere tomar asiento?

—Si yo me quedo sentado, nadie volverá a hacer que me mueva. Le recomiendo que no perdamos la oportunidad de bailar juntos. Después la espera mi poco entusiasta amigo. —Él le enseñó el brazo para que ella pudiera cogerla.

La joven dejó de abanicarse. Debía soportar al caballero que sus padres preferían, siendo que lo más probable era que se tratara de un ebrio con poco sentido común. Nada quedaba de aquel caballero que poco tiempo atrás había puesto su nombre para bailar con ella. Esperaba que él no se tropezara con sus propios pies.

Ella cogió el brazo del conde y de reojo distinguió al marqués de Horshire, observando con interés lo que hacía su amigo. Parecía resultarle gracioso, ya que ocultaba su sonrisa con la copa; sin embargo, él no se daba cuenta de que el cristal de la copa dejaba ver mucho más de lo que deseaba.

Fueron hacia donde estaban las demás parejas dispuestas a bailar. Sus padres y sus tíos fueron a descansar, pues habían acabado su baile minutos atrás.

Cuando escucharon los primeros acordes y comenzaron a mover los pies, Philippa deseaba guardar silencio. Creía que podía arruinar cualquier cosa que deseara su familia si llegaba a hablar demasiado con un caballero ebrio.

—¿Le han dicho que es muy hermosa? —preguntó Steven.

—Eso se lo dice a todas las damas, supongo —replicó Philippa, condescendiente.

—No bailo con mujeres feas, es una regla para mí, lady Philippa.

—Me siento bien al saberlo, milord.

—Durante muchos años fui un gran libertino...

—¿Y qué ocurrió? ¿Se lo contagió a su amigo o le obsequió ese don?

—Qué graciosa es usted. Para mí la mayoría de las damas carecen de una gran inteligencia, pero usted parece diferente.

—No lo soy, milord. Soy una de las damas más tontas que puede conocer.

—Me gustan las tontas.

Buen día!

[El Círculo De Los Solteros #4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora