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Foster miró a su hija con desaprobación, ya que lo había delatado. Su melena canosa terminaría arrancada de cuajo gracias a lo que había dicho.

—Era un chascarrillo, madre. Lo que quiero que entiendan es que no pienso rendirme, al menos quiero una oportunidad para redimirme, solo una... —rogó Philippa.

—Meredith... —habló Foster queriendo darle a Philippa lo que pedía. Él no podía dejar a su preciosa hija esperando algo.

—No tienes palabra, Foster. Está bien, Philippa, tienes una oportunidad de encantar y encandilar a la sociedad. Son cinco días en la casa de campo de lady Smithe.

—Serán los mejores cinco días de mi vida y los de ustedes con una hija obediente. No sé si encontraré a un esposo, pero intentaré redimirme. No quiero ser un fracaso.

—No eres un fracaso, Philippa, solo no has tomado en serio el matrimonio y lo importante que es para ti más que para nosotros. Tu madre y tus tías también han pasado momentos duros a la hora de encontrar a sus esposos. Es algo que ocurre con frecuencia.

—Sé que hay una amplia cantidad de solteronas, pero me alegra que ninguna sea Fane —aseguró Philippa que trataba de ser cada vez más positiva.

—Y eso se debe a la impecable gestión de tu tío Spencer —halagó su madre.

—O a la mala fortuna de algunos caballeros... —corrigió el conde.

—No importan las razones, cinco hermanas casadas es un éxito completo. Ahora depende de nosotros hacer el trabajo de casar a nuestra hija con alguien adecuado. Prepara tus cosas con la ayuda de la institutriz, Philippa, ella te dirá lo que cree necesario que lleves.

—Me dirá que lleve la prudencia, madre, no puedo confiar en la señorita Wharton.

—Alguien debe ser responsable en esta casa y esa persona es ella —declaró la propia Meredith, ya que tanto ella como su esposo eran incapaces de separar el amor que sentían por su hija de lo conveniente para la joven.

—¡Perfecto!

Philippa se mordió los labios y procedió a salir de la estancia, sonriente.

—Sé que me arrepentiré, tengo el presentimiento de que eso pasará —pronunció lord Earl.

—Te pareces a mi hermano, no ocurrirá nada. Esos días de campo son para pasar un buen rato y conocer a más personas. Si no conoce a un caballero, quizá conozca a una dama que pueda guiarlo al indicado. Ahora, tú y yo ajustaremos cuentas, Foster...

La hija de los condes estaba muy contenta. Tendría una oportunidad de cinco días. Su madre era una persona inteligente al proponer aquello. Sería su primera vez en un evento de ese tamaño. Prometía portarse bien con todos los caballeros a los que viera.

—¿Se va tan pronto a su habitación, milady? Recuerde que tiene cosas que hacer en el salón de arte —musitó la señorita Wharton que se había quedado cerca del pasillo del despacho del conde.

—Tenemos algo más importante que hacer, señorita Wharton. Iré a un evento campestre que durará cinco días. Usted me ayudará a ver todo lo que debo llevar.

—La prudencia es lo más importante que debe meter en su baúl. —La institutriz suspiró y negó con la cabeza. No sabía qué hacer con los padres de esa joven que eran tan indecisos, sin decir que eran personas que ponían el palo en la rueda para que su hija no avanzara. Lord Earl convirtió a su niña en una facinerosa potencial y la condesa era más desinteresada, pues decía que terminaría casada como cualquier otra Fane y que no había que exaltarse. Lo único que esa dama olvidaba era que su hija era Parker.

Acompañó a Philippa hasta su habitación y la joven le mostraba los vestidos que atiborraban el armario para que ella los aprobara.

—Debo causar la mejor impresión. No puedo fallar, debo ser perfecta. ¿Qué le parece este? No, no, no, mejor este, o quizá este otro...

La educadora observó a la pobre joven que estaba más desorientada que de costumbre. Haberle dado la oportunidad de ir cinco días a estar junto a desconocidos solo sería la última palada para enterrar las oportunidades de matrimonio de Philippa. Era una dama tan inteligente como poco entendida de los asuntos de prudencia con otras personas. La sutileza quizá no fuera su mejor arma y su lengua era capaz de aniquilarla si la utilizaba mal. Al mirarla más y más pensaba en los años que había perdido educando a alguien que desde un principio fue boicoteada por su propio padre con un amor excesivo y manipulador y por su madre con su característica desidia. Las preocupaciones en esa casa eran tan efímeras como los deseos de Philippa para ser una buena mujer en todos los eventos y guardar la compostura.

—Deje que yo escoja sus prendas. ¿No le parece mejor, lady Philippa? ¿Por qué mejor no me cuenta sobre su libreta?

—¿Qué quiere saber sobre esas anotaciones erráticas?

—¿No eran trascendentales? Considero que si no fueran de esa manera estarían en una hoja arrugada en el basurero. ¿Quién es el joven al que pintó? Se ve que es un hombre atractivo. Supongo que su tío Clifford es talentoso, pero no sé si tanto para enseñarle a dibujar ensoñoraciones.

—El amarillo no me agrada, señorita Wharton, me deja más pálida y el verde me hace parecer enferma.

La mujer apartó esos colores que la joven no deseaba.

—No me ha respondido.

—No lo hago por cuidar su salud mental, señorita Wharton.

—Esto amerita que me siente y me abanique, supongo...

—Mmm... Quizá, pero mi padre me ha felicitado por haber rechazado a ese caballero.

La señorita Wharton se abanicaba con una de sus manos abiertas. Por supuesto que no le sorprendía que su padre la felicitara si lo que él deseaba era mantenerla en esa casa como una secuaz y no como una hija.

—No me asombra que me diga eso de su padre. Cuénteme más, si de algo debo morir, al menos que sea con un buen cotilleo.

—La última noche que salí, me quedé a solas con el mayor libertino de Londres, el marqués de Horshire. El hombre de mi libreta es él...

Buen día!

[El Círculo De Los Solteros #4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora