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Los días pasaban y Philippa no había pensado demasiado en el incidente de noches pasadas en la que terminó cayendo con el conde de Northland, ya que cuando lo hacía, le daba escalofrío y tapaba su cara de vergüenza.

—¡Qué se supone que está haciendo en esa libreta! —exclamó la institutriz al ver que Philippa estaba distraída en lugar de hacer lo que ella le había dicho.

La joven tiró la libreta y el grafito al suelo a causa del susto que le había provocado la mujer.

—¡Qué modales son esos, señorita Wharton! —reprochó la joven que comenzó a recoger sus cosas del suelo.

—El susto casi la mata, porque sabe a la perfección que no estaba haciendo lo que debería. Así funciona la conciencia y usted sabe que su nivel de inconsciencia es superior al de responsabilidad.

—¿Puede quejarse de que sea una persona tan brillante?

—Usted por lo que brilla hoy es por su falta de compromiso. No todo lo que brilla es oro, milady.

—Lo sé, pero todavía tengo oportunidades. Le quedan un par de semanas a la temporada antes del otoño.

—La temporada ha terminado para usted, así lo decidieron sus padres.

—¿Cómo? ¿Por qué no me lo han dicho? ¡No es justo! —expresó dejando sus cosas ahí en el salón de arte de su casa. No podía creer lo que ocurría. Fue a buscar a sus progenitores, porque tenía que hablar muy seriamente con ellos.

La señorita Wharton cogió la libreta y la abrió. El dibujo era el de un caballero. lady Philippa era talentosa e inteligente, pero demasiado holgazana para conseguir un excelente esposo. Con todo lo que sabía al menos debería ser condesa, ya que su madre exigió una educación para conquistar a un duque. ¿Quién podía ser el hombre con el arete al que dibujaba la joven? Por lo que veía era muy atractivo, no podía ser solo producto de una prolífica imaginación.

Philippa fue hacia el despacho en donde se encontraban su padre y su madre. Los dos acostumbraban a estar juntos haciendo cosas distintas, lo importante era que ninguno tuviera privacidad.

—¿Cómo es eso de que la temporada se acabó para mí? —increpó Philippa empujando la puerta del despacho con violencia.

Sus padres la observaron molestos y la señorita Wharton la había alcanzado. Al ver los brazos de su institutriz en su cintura, Philippa reconsideró su manera de abrir la puerta. Con tal rapidez que abrió, volvió a cerrar la abertura y salir.

—He corregido mi error, señorita Wharton.

—¿Desde cuándo escupe hacia el cielo esperando que su propio escupitajo no la salpique? Sus modales son escasos y su inteligencia debe estar desfilando con la milicia, porque aquí está ausente. Sea cuidadosa con sus padres y escoja bien sus palabras.

—No debería ser tan dura conmigo, señorita Wharton.

—Alguien debe tener un poco de carácter en esta casa. Hable con cuidado. La esperaré en el salón de arte, debe continuar en lo suyo y darme un par de explicaciones sobre el caballero con arete.

Se sonrojó al darse cuenta de que su institutriz había descubierto su dibujo. No quería dar la vergonzosa explicación sobre lo que había pasado con el marqués. Si le decía que estuvo en un encuentro solitario con el marqués de Horshire, quizá la señorita Wharton terminara muerta. Eso le preocupaba mucho.

Golpeó la puerta como debió hacerlo con anterioridad y después entró con serenidad.

—¿Puedo conversar con ustedes? —curioseó más calmada.

—Olvidaremos tu primera entrada y te prestaremos atención, Philippa —dijo su padre.

—¿Es cierto que la temporada se ha terminado para mí?

—Tu madre y yo lo hemos decidido así. Es mejor que guardes tus energías para una segunda temporada...

«Segunda temporada...» Esas palabras retumbaban en su mente. Era el momento exacto en donde se dio cuenta que había desperdiciado su tiempo en tonterías, que sí quería un esposo y no quería ser una solterona. No quería ir a una siguiente temporada, no lo merecía, ninguna Fane podía ser una perdedora. ¿Qué pensarían sus primas sobre ella y el resto de su familia?

—No, no, no puede ser, padre. Madre...

—Philippa, los últimos acontecimientos no te han ayudado. Además, creo que necesitas un descanso para pensar mejor y tomar la búsqueda de un esposo de la manera más seria posible —alegó Meredith.

—¡Pero estoy haciéndolo! ¡He dado mi mayor esfuerzo para conseguir esposo!

—Baja la voz, Philippa, que grites no significa que tengas la razón —pidió su padre—. De lo único que no eres culpable es del pésimo estado mental de lord Northland, pero el resto sí es por tu culpa. Estuviste espantando a cada caballero como si fuera que abunda la gente de nuestra clase que podrá darte la vida que mereces. Otra cosa por la que debo felicitarte es por ignorar al marqués de Horshire. Ese no merece la pena.

—Él se ha ofendido porque no comprendí lo que deseaba de mí, aunque yo le hice saber con exactitud lo que quería de su persona. Es un mal perdedor, pero eso no importa, no me ayuda. Lo que necesito es que ustedes, mi familia, tengan un poco de confianza en mí para terminar la temporada de buena manera. No quiero que piensen que me retiraron del mercado matrimonial, porque tengo un problema.  —Ella miró a sus padres y estos se observaron mutuamente como si fuera que le daban la razón a lo que decía—. ¿Cómo que tengo un problema?

—Tienes un problema y se llama abuso desconfianza. No hace falta que muestres todo de ti, solo necesitas un poco y eso es un saludo educado, una conversación apropiada y la atención necesaria a las conversaciones de los caballeros. Nunca creas saber más que ellos por más que así sea. Como te dijo Philip, nadie quiere a una sabelotodo y debes entenderlo o fracasarás.

—No he sido criada para fracasar, usted  me enseñó sus negocios, sus libros y sus vicios para no fracasar...

—¿De qué vicios estás hablando, Philippa? —cuestionó su madre que miró a su esposo con la mirada acusatoria.

—Alcohol, tabaco y opio, madre.

—Conversaré con tu padre después de que salgas de aquí.

Buenas tardes!

[El Círculo De Los Solteros #4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora