Capítulo 3: Hugo

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Ya había finalizado la media hora que tenemos todos los días de recreo, y los alumnos estaban sentados en sus asientos. Cuando entró el profesor de educación física al aula, yo ya sabía perfectamente de qué trataba esto, todos los años pasaba lo mismo.

Después de este finde nos esperaba la última semana del curso, y eso solo significaba una cosa: Semana deportiva. Básicamente se puede resumir en que los profesores ya no tienen materia con la que llenar los cerebros de sus queridísimos alumnos, así que llamaban a monitores con la intención de que lo “pasemos bien”. Alerta spoiler, yo no lo paso bien. No me hace ni pizca de gracia, pero al parecer los profesores no lo entienden. Deben de pensar que al día siguiente nos levantamos muertos de risa por las agujetas con las que siempre se suelen acabar. Aunque sería injusto decir que todos odiamos esta semana. Siempre que empieza esta semana hay dos tipos de personas, las que la odiamos. Luego están los que realmente disfrutan de la semana deportiva, no sé por qué, pero les encanta ponerse a correr y saltar ya desde por la mañana. No hace falta decir que no están bien de ahí arriba, eso sí, a la hora de correr se las apañan para respirar. Igual si yo también supiera, disfrutaría como ellos. Marco sin duda es uno de los que disfrutan esa semana, solo habíamos compartido una semana deportiva, porque el año pasado tuve la increíble suerte de poder faltar. Pero este año no tendría la misma. Nunca había pasado una semana deportiva enfrentado con él, tampoco es como si hubiéramos tenido muchas oportunidades, pero sabía que no iba a ser agradable.

La cosa es que lo de disfrutar del deporte no es mi caso, todos los años siempre que me levanto en estas fechas mi primer instinto es volver a dormirme. No es bastante con tener que concentrarme en no morir por falta de oxígeno mientras realizamos las actividades, sino que me tengo que levantar con unas agujetas espantosas. Aunque como no, la asistencia es obligatoria; lo único bueno de este curso es que el viernes no teníamos que ir ya que era el día de la graduación.

El profesor se pone a hablar y da su habitual charla, da valor a los clubes que se han ofrecido para ayudar, y todas esas cosas que se dicen siempre. Luego dice lo que de verdad le importa a los alumnos:

– Primero quiero deciros que toda la eso hará las mismas actividades, solo que en distintos días, dicho esto. El lunes iréis caminando hasta los campos de fútbol a los que vamos todos los años y jugaréis a fútbol.– Esos campos están lejísimos, pensé.

– El martes vais a ir a caminando a jugar en el equipo de rugby de la ciudad.– El rugby definitivamente no me gustaba, demasiada gente corriendo en demasiadas direcciones. Siempre acababa en un montonin de personas cuyo único objetivo es conseguir un balón, eso sí, reza por no ser tú quien tiene ese balón porque de ser así acabarás aplastado en el suelo.

– El miércoles vendrán varios monitores y os enseñaran algo de judo.– Definitivamente pensaban matarnos. Entendería si se lo hicieran a cursos inferiores, pero a nosotros ya no nos iban a ver más, no tienen por qué deshacerse de nosotros.

– Y por último el jueves también vendrán unos monitores para que practiquéis béisbol.

En resumen que a la graduación vivo no llegó. Tanto esfuerzo estos cuatro años, y al final no voy a poder recoger mi muy merecido diploma.

El beso no dadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora