Capítulo 6: Marco

32 16 37
                                    

Tengo que contener una risa cuando escucho como el entrenador se refiere a Hugo. También hay que decir que sus rizos son preciosos, aunque no venga al caso. También contengo una sonrisa cuando dice su posición, los laterales son los que más corren de todos, y con su resistencia no tardará en estar desplomado en el suelo. Llevamos tanto tiempo enfrentados que hay veces en las que me alegro de sus desgracias.

Pero las ganas de reirme se me pasan cuando comprendo que seré yo el que lo defenderé, si hay algo que a mi se me da bien y a él no, es correr. Él también se dio cuenta ya que inmediatamente se puso a mirar el suelo como si fuera lo más interesante del mundo.

El partido no tardó en empezar, mi equipo fue el que tuvo más posesión así que Hugo y yo estuvimos bastante tranquilos. Hasta que en un golpe de suerte, uno del otro equipo coje el balón, se pone a correr y se la pasa a Hugo que enseguida se la pasa a Pelayo. Estaba tan distraído que no me dio tiempo a reaccionar, no hacía más que pensar en el examen que tendría el miércoles, pero tenía que centrarme en el partido.

Enseguida le volvieron a pasar la pelota a Hugo, esta vez se la quitó sin problemas y me apresuro a salir corriendo, él también corre detrás de mí pero no consigue alcanzarme.

Hubo un par de jugadas parecidas. Hasta que me pasan la pelota, y salgo corriendo por la banda, Hugo me sigue un rato pero luego se para en seco. Me apresuro a pasarle la pelota a otro compañero, y me giró a ver porque se paró. Cuando lo hago me lo encuentro con las manos apoyadas en las rodillas y respirando con dificultad, a pesar de que ya no seamos amigos me sigue preocupando lo que le pueda pasar, aunque me obligue a no demostrarlo esta vez no puedo evitarlo.

– ¿Estás bien?– Le preguntó con un evidente tono de preocupación.

– Sí.– Me responde con la voz entrecortada, pero no consigue convencerme. Ya que se sienta aparatosamente en el suelo.

– ¿Estás seguro?– Insisto.

– Te he dicho que sí.– Me corta bruscamente.

– Vale, no hace falta que te enfades.– Acabó diciéndole.

No le da tiempo a rebatir, enseguida llega Iris que le pregunta dónde dejó el inhalador. Nada más que Hugo señala donde dejó su mochila, ella sale corriendo a buscarla. Nunca había visto a Iris correr tan rápido, así que me empiezo a preocupar de verdad.

–¿Quieres que te ayude?– Decido preguntar, a pesar de saber la respuesta.

–No.

– Lo que tú digas.– Aun así me siento a su lado en el suelo.

Levanta la mirada del suelo cuando me escucha sentarme, aunque esté concentrado en respirar, siento como me atraviesa con la mirada. No es una mirada de odio, más bien es una de reproche. Cuando por fin voy a abrir la boca para pedirle perdón por todo en general, llega Iris y le da el aparato. Hugo lo coje como si su vida dependiera de ello, porque en parte así es, y al rato empieza a respirar con normalidad. No se si debería quedarme o irme, al final opto por la segunda opción y me voy.

El partido sigue igual, vamos ganando, así que no me hace falta concentrarme en el partido. Sigo dándole vueltas a porqué le ayude, fue como si mi cuerpo reaccionara solo y decidiera ayudarle. Pero aunque me odie por ello, sigo estando preocupado por él. No me importaron sus malos comentarios, o que me respondiera de forma brusca. Ahora me doy cuenta de que sigue enfadado y dudo que me perdone, igual estuvo bien, me recordó que él no me podría perdonar.

Pero creo que si lo hiciera no dudaría en volver a juntarme con él.

Pido perdón si el capítulo es muy cliché...
Y me alegro de que hayáis seguido leyendo, espero que os esté gustando. No dudéis en comentar que os parece.

El beso no dadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora