Capítulo 12: Marco

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Creo que es una señal del destino que me hayan puesto con él. Igual que hoy por la mañana, le he sonriendo y él no ha reaccionado mal. No pensó que le estaba provocando, eso es un pequeño avance.

Aunque la clase es bastante aburrida, la mañana marcha bien. No hago más que dejarme lanzar y aterrizar en el suelo, Hugo es incapaz de levantar mi peso así que yo le ayudo a tirarme. Cuanto más rato pasa menos fuerza pone el para tirarme, lleva una evidente cara de fastidio en el rostro. Que espero que sea de aburrimiento y no por tener que estar conmigo. Llega un momento en el que tengo que tirarle como llevábamos haciendo todo el rato, cuando veo que no se levanta me empieza a preocupar. Al poco emite un sonido de dolor.

– Hugo.– Le llamo pero me ignora.– ¿Te he hecho daño?– Le pregunto temiendo la respuesta

– Si. – Me contesta aguantando un sollozo.

Al ver la escena, el monitor no tarda en acercarse a nosotros. Ayuda a Hugo a incorporarse, y le revisa el brazo.

– Caíste sobre el ¿verdad?– Dice refiriéndose a su brazo. Hugo solo asiente con una mueca de dolor.– Y si te toco aquí…– No lo da tiempo a seguir, él aguanta un ruido de dolor y agarra con fuerza lo primero que encuentra detrás. Mi mano, lo hace con mucha fuerza. Tanto que cuando se da cuenta de que agarro mi mano y la suelta, veo como sigue roja, aunque no tanto como mi cara.

– Hugo, ven te acompaño a la enfermería.– Es nuestra profesora de inglés. Él se levanta con dificultad, y se marcha camino a la enfermería.

Mi cabeza se debate entre quedarme donde estoy o ir a la enfermería, cuando llega la maestra lo veo claro. Voy corriendo hacia ella, y le pregunto si puedo ir a ver a mi compañero. Una vez me da el visto bueno, salgo corriendo en esa dirección.

Al llegar me quedo muy quieto en la entrada, en una camilla está Hugo sin camiseta, contempló un momento las vistas hasta que decido entrar. Una vez me acerco, puedo comprobar que con una mano sostiene una bolsa de hielo donde debe haber recibido muchos golpes al caer. La enfermera no hace más que revisale la mano, y él está con los ojos cerrados y no se le quita esa mueca de dolor. No me puedo creer que le haya hecho esto.

– No tienes nada roto.– Empieza a decir la enfermera. Veo como su cara se llena de alivio cuando la enfermera deja de tocarle la mano, poco a poco va abriendo los ojos. Cuando me ve no me dice nada, parece que no le molesta, eso solo me provoca alivio.

– Pero si te duele será mejor que te tomes un ibuprofeno.– Hugo coge la pastilla y la pasa de un trago sin necesidad de agua.– Bueno os dejo solos.– Se despide la enfermera.

– Lo siento muchísimo, te juro que no quería hacerte daño.– Empecé a pedirle disculpas.

– Vas a acabar gastando esa palabra.– Me dice un poco borde. Luego se lo piensa de nuevo y sigue hablando.– No fue tú culpa, fui yo él que apoyó mal la mano.

– Esto te duele.– Le pregunto intentando tocar su pecho desnudo. Él se aparta inmediatamente y yo me recrimino mentalmente por lo que casi hago.

– Me duele todo el cuerpo, así que esto casi ni se nota.– Comenta en un intento de hacerme reír mientras busca su camiseta y se la pone.

– Todavía es temprano.– Aseguró mirando mi reloj.– No se tú, pero yo no tengo ganas de volver. ¿Te apetece quedar en clase?

– Si porfavor.

Vamos caminando a clase casi sin cruzar palabra. Él se va a sentar a su sitio. Yo voy a mi mochila, cojo mi libreta de física y me siento a su lado. Hugo está acostado sobre la mesa, sus preciosos ojos verdes se fijan en mí cuando me siento pero luego se vuelven a cerrar. Me fijo en el constante subir y bajar de su pecho, aun así me obligo a ponerme a practicar física. No puedo suspender la recuperación de esta tarde.

– Otra vez, ¿Por qué está mal?– Pienso mientras me llevo las manos a la cabeza, acabo de empezar y ya me esta saliendo todo mal.

– Me encanta cuando haces eso.– Es Hugo, que está con los ojos abiertos mirándome con una sonrisa

– Es que no entiendo nada.– Digo, intentando ignorar la voltereta que acaba de hacer mi corazón

– ¿Qué es lo que no entiendes?– Me pregunta, a la vez que se incorpora la mesa.

– Todo, es como si estuviera escrito en chino. No puedo suspender la recuperación

– A ver, por ejemplo esto. Te esta saliendo mal porque…– Según me va explicando las cosas todo cobra sentido en mi cabeza. Le escucho atontado por el sonido de su voz, y celebro cuando me sale bien un ejercicio.

Cuando acaba con sus explicaciones, siento un alivio tremendo.

– Muchísimas gracias, no te haces una idea lo mucho que me has ayudado. Deberías sustituir a nuestro profesor, a él no se le entiende nada.

– No ha sido nada, suerte esta tarde.

Al poco de acabar, empiezan a entrar nuestros compañeros a clase. Los amigos de Hugo corren a ver qué tal está. Iris se pone a celebrar con un papel en la mano y todos se ríen, Hugo parece feliz. Aun así me alegra saber que también lo parecía hace unos segundos conmigo.

A pesar del estrés de esta tarde, me voy a casa muy feliz. Sabiendo que estoy un paso más cerca de que Hugo me perdone.

El beso no dadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora