Ocho

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Empujó con todas sus fuerzas el cuerpo del menor, importándole poco el escuchar su quejido acompañar el ruido sordo de su cabeza al estrellarse contra las paredes de piedra de la mina. Puede sentir la ira recorrer sus venas, su sangre hirviendo y su uñas clavándose con fuerza en la palma de su mano para controlar el impulso de tomar su revólver y disparar directamente a la cabeza del estúpido castaño.

Creyó que podría confiar en él, que sus objetivos y deseos eran compartidos. Pensó que ambos anhelaban la libertad junto con el control, pero se equivocó. ¿Está cegado por la ira y la venganza? Puede ser, ¿pero eso que podía tener de malo? ¿No era esa la determinación e impulso que necesitaban para motivarse a cumplir sus objetivos?

Intentó comunicarse con él, pero era inútil, podía ver su mirada anteriormente café brillando ahora de un intenso naranja entre la oscuridad de aquella cueva, es desaprobatoria, el asco y odio son tan notorios que le enferma; la antorcha se ha apagado en algún momento, pero Aquino proporciona la luz suficiente como para enfrentarlo por más que no quiera. Él era su amigo, prácticamente un hermano luego de tantos años juntos, fundaron un pueblo juntos para darle refugio a aquellos que no tienen un hogar, son las figuras de autoridad que les brinda protección a todos, lo que menos pueden hacer ellos es respetarlos.

Pero el niño es iluso, demasiado débil y de corazón blando como para portar algún día la estrella del Sheriff; él tiene que cargar con todo el peso de cuidar de su pueblo, sin importa lo que tenga que hacer para asegurar su protección.

Entonces se lo deja en claro, golpeando repetidamente su rostro, impactando su rodilla contra su estómago hasta que cae de rodillas y un golpe en su mejilla lo hace terminar en el suelo. Lo golpea, no se detiene hasta que aprenda la lección, y cuando considera que ese es el caso, toma distancia, respirando agitado mientras limpia el sudor de su frente sin importar que sus manos yacen manchadas de sangre.

No necesita decirle que sus labios a partir de ese momento deben permanecer sellados si desea continuar viviendo en su pueblo perfecto, resoplando con una pequeña sonrisa al ser consciente del control que posee, una emoción que decae prontamente cuando la figura en el suelo se coloca de pie de forma tambaleante.

La ira crece en su ser cuando detecta esa mirada naranja una vez más, pero antes de que sea capaz de impulsarse hacia adelante para que su puño impacte contra su mejilla, su cuerpo es tomado por cadenas naranjas que lo empujan hacia atrás, imposibilitando sus movimientos completamente. Grita enfurecido, las cadenas surgen de las manos del menor y desaparecen en portales que llevan detrás suyo.

Pero no puede ver mucho más allá cuando una espada atraviesa su corazón y despierta en su oscura habitación a las cuatro de la mañana, cuando todos en el pueblo aún duermen y Duxo no puede entender que sueño acaba de tener.

Lleva una mano a su pecho para sujetar su camisa, justo cerca donde su corazón se sitúa, y puede sentir los latidos frenéticos que le comprueban que continua con vida, intentando respirar calmadamente para controlar la velocidad de sus latidos y asimilar lo recién vivido, o soñado, no sabe cómo clasificarlo; sin embargo las cosas no mejoran cuando siente una humedad deslizarse por sus mejillas, tocando con cuidado una para notar que no se trata de nada más ni de nada menos que lágrimas.

Eso parece ser la gota que desborda el vaso, sollozando aun cuando no puede comprender el dolor que lo agobia. Algo sujeta su corazón, algo que no puede ver pero que presiona tan rudamente el órgano que podría estallar ante la presión, sintiendo los latidos incluso en su cabeza, atormentándolo; el agarre a su camisa se intensifica como si así pudiera detener el dolor en su pecho, pero provoca todo lo contrario cuando comprende que no puede hacer nada para aliviarlo.

Se desmorona pedazo por pedazo, intentando unir las piezas pero viendo que ninguna de estas se sujeta ni mantiene en su sitio; el control se desliza de sus manos como arena cayendo entre sus dedos, no puede hacer nada, sintiendo el frío junto a la soledad abrazarlo. Estaba solo.

The Sheriff | WBNSxMCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora