Nueve

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Con un suave pañuelo limpió con delicadeza cada copa de cristal antes de depositarlas en la barra, ignorando el asfixiante silencio que sujeta su garganta con fuerza y lo deja sin oxígeno, ignorando los pares de ojos que siguen cada uno de sus movimientos, quemando su piel pero conteniendo los temblores para no demostrar debilidad, sabiendo a la perfección que los depredadores atacarían ante la mínima demostración de debilidad que enseñara la presa.

Se dirige al mostrador en la pared para visualizar la variedad de bebidas clasificadas en marcas y años, deslizando su dedo por la sección de vino tinto hasta topar con una botella que llama su atención. Sujeta la botella con cuidado y alcanza el sacacorchos para destaparla, sonando el limpio ruido del corcho saliendo de su lugar, lo que causa anhelo en varios de los bandidos; si tuviera que poner un ejemplo de cómo se miran en esos momentos, diría que lucen cual perros babeando por un poco de comida.

Se gira un momento para dejar el corcho en el cesto de basura, sus ojos cafés brillando a un naranja cuando se fija en las brillantes partículas que vuelan un poco al haber sido descubiertas segundos atrás por el mismo. De forma sutil y con un movimiento que pasa por desapercibido por los ojos atentos del líder de los forasteros, atrapa con la punta de sus dedos un poco de esas partículas, tarareando con sutileza antes de dejar caer el polvillo en la boca de la botella de vino y revolverla ligeramente antes de darse vuelta.

Cerrá el orto, pedimos tragos, no que cantés — el que conoce como Crisgreen golpea la madera de la barra con frustración, su cabello rosado cayendo por su hombro mientras una mano en su hombro lo hace reincorporarse de mala gana, cruzándose de brazos y esperando a que las bebidas sean servidas.

Detiene entonces el tarareo, fijando sus ojos unos segundos en Conterstine antes de dejar caer sus ojos cafés en las copas, tomando una con su mano libre para servir con delicadeza el vino, llenando hasta la mitad de la copa y así poder depositarla frente a la figura de autoridad en ese momento, Farfadox. Termina de servir el vino en el resto de las copas, depositando la botella en la barra y retrocediendo un par de pasos para dejarles degustar la bebida que ellos mismo solicitaron.

Ese era su plan.

Dale flaco, servite vos también una copa — y como si el pistolero hubiera seguido cada una de sus acciones asumiendo lo peor de estas, habló con una sonrisa de victoria en el rostro, tomando su copa para inclinarla en su dirección, invitándolo — Brindá con nosotros — sus compañeros rápidamente le siguieron, todos sonriendo entre bajas risas llenas de malicia, todos excepto uno.

Repasó en silencio los rostros de cada uno, moviendo su cuerpo al fin para alcanzar una copa más y así servirse un poco de la misma botella de la que le sirvió a ellos, tomando con mano temblorosa la copa entre sus dedos con el fin de llevarla a sus labios y consumir un poco; no obstante, Farfadox carraspeó su garganta, moviendo su copa y destacando la acción que deseaba llevar a cabo.

Aquino contuvo la respiración por unos segundos, pero inclinó su copa y se llevó a cabo el brindis, escuchando el resonar del cristal repetirse y observando como el líquido salpicaba por el movimiento brusco, pasando de unas copas a otras; sin embargo, aunque todo estuviera mezclado, ninguno de ellos consumió hasta que él lo hizo, mirándole en silencio como si esperaran una muerte repentina antes de asegurarse de que nada sucedería y empezar a beber sin control alguno.

El silencio ahora fue reemplazado por un ambiente de camaradería en el que él no pudo desenvolverse, depositando su copa apenas consumida en un sitio que estaría fuera de la vista de ellos, observando simplemente como cada uno consumía sin control, exigiendo otra copa cuando el contenido se terminaba. El choque de las copas entre sí o por sus anillos de oro resonaba por encima de las carcajadas, frunciendo el ceño cuando esto provocó un pinchazo en su cabeza que se esforzó por disimular, tomando un trapo algo sucio para limpiar la barra cuando uno de los bandidos derramó algo del vino en la madera perfectamente cuidada, ignorando la falta de atención que le prestaron, al menos ellos.

The Sheriff | WBNSxMCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora