Diez

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Dejó de martillar para alejarse un par de pasos y admirar con cansancio su construcción, apenas está construyendo lo que serían las paredes de su casa, pero ha tenido un gran progreso los últimos días; no obstante, no puede evitar pensar que podría hacer mucho más si pudiera simplemente dormir. Las pesadillas han desaparecido luego de aquella noche en que un ataque de pánico lo golpeó, pero sus sueños son desplazarse por un mundo lleno de oscuridad y cenizas del que no puede salir, sintiéndose inseguro como angustiado a pesar de que nada malo sucedió.

Su sueño nunca se sintió como algo bueno, cada mañana despierta más cansado... y enfermo. Continúa esforzándose por permanecer bien ante todos, después de todo, ¿Qué podrían hacer ellos? Pero quizás no ha estado haciendo un buen trabajo, tosiendo un poco para luego notar como la mirada azul de cierto oficial cae en su persona.

Deberías ir con Lucasta, llevas semanas con esa tos — Duxo ya conoce lo suficientemente bien a Natalan como para saber que esa mueca de asco que hace es para disimular en gran parte su preocupación.

Ha transcurrido una semana desde que robaron el oro que los bandidos les robaron a ellos primero, y ha sido durante esa semana que ha notado que recibe más atención de la que pensó del pueblo. Es reconfortante ser visto como uno más, pero no importa a cuantos ayude para ganarse su lugar en su nuevo hogar, su pecho tira con fuerza y su cabeza le grita que no pertenece allí.

Estoy bien — es la única respuesta que le da a su amigo, alzando su mirada al cielo para entrecerrar sus ojos cuando los rayos del sol dieron directamente a sus ojos violetas — Aún no me acostumbro a la tierra y al polvo — responde de forma desinteresada para dejar caer el martillo al suelo y dar por concluido su trabajo por ese día; la hora del almuerzo estaba por llegar.

Ya llevas más de un mes aquí — la forma en que la voz del oficial se agudiza da a demostrar que no cree en absoluto en su excusa, con sus manos señalando el suelo para acompañar sus palabras — Estás enfermo y te vas a morir por pendejo — uno de sus dedos choca contra su pecho, ni siquiera lo ha golpeado con fuerza, pero Duxo retrocede un paso y siente que se le va el aliento por un segundo.

Ya Natalan, deja de molestar — su intención no es sonar verdaderamente molesto, pero su visión se nubla en tonalidades rojizas y sus manos se vuelven puños — Mejor vete a conquistar a Soarinng — y no puede controlar sus palabras, escupiéndolas con enojo sin pensar siquiera en lo que está diciendo — Si es que no está con su amado prometido.

Si hubiera estado en sus cinco sentidos, no hubiera soltado dichas palabras de esa forma, el oficial sólo se preocupa por su salud, han sido muy unidos y le ha ayudado en múltiples ocasiones sin interés de por medio, pero sólo pudo caer en lo mal que estuvo cuando los ojos de diferente color del pelinegro se abrieron con sorpresa, brillando por unos segundos antes de oscurecerse, escondiendo el dolor tras ellos y retirarse a pasos largos y firmes sin decir nada más.

Sus ojos violetas se abren con arrepentimiento, pero el nombre del oficial se atasca en su garganta cuando permanece en su sitio, decidiendo que lo mejor sería dejarlo marchar; luego podría hablar con él. Mira sus propias manos en silencio, está temblando.

¿Qué pasa con Natalan? — alza su mirada rápidamente para mirar como Soarinng llegaba acompañado del Sheriff, el primer mencionado observando como el oficial se alejaba mientras el segundo mencionado lo miraba fijamente a él; es algo imposible, pero puede sentir que sus ojos marrones pueden leer su mente — ¿Por qué se enojó ahora? — el castaño de ojo azul y amarillo dejó caer su bonito vestido amarillo cuando se detuvo a su lado, con sus manos alisando la delicada tela para eliminar cualquier arruga.

The Sheriff | WBNSxMCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora