「Capítulo III」

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Era realmente todo un milagro que su buena y queridísima amiga Astrid todavía no lo haya matado, era aún más milagro el hecho de que siguiera ayudándolo, moviendo cajas, acomodando objetos y recuerdos, farfullando por lo bajo y descargando toda su rabia contra el pobre desgraciado de turno que se le ocurriera dejar de trabajar y sentarse por más de un segundo en alguno de los muebles que ya habían instalado en el lugar adecuado de su nuevo apartamento.

Puede que hubiera sido un poco extremo haber encargado a unos cuantos de sus hombres a que espantasen lo suficiente a la pobre pareja de empresarios que llevaban viviendo seis años en el edificio para que decidieran vender apresuradamente el lugar, pero es que la posibilidad de estar a tan solo unos escasos metros de su angelito, la posibilidad de poder abrir la puerta y encontrársela allí mismo.

Dioses, ya lo sentía muchísimo por esos dos pobres desgraciados que tuvieron que llevarse el susto de sus vidas, pero es que él necesitaba estar con su angelito.

—¡Levanta el culo, Snotlout! —el gruñido de Astrid lo saca, a regañadientes, de sus ensoñaciones. Intentando que no se escuche el leve gruñido que se le escapa entre los labios, Hiccup se voltea levemente para ver como Snotlout se volvía a poner de pie de un salto. En esta ocasión, no como las tres anteriores, Snotlout no necesito que Astrid le diera una buena hostia para entender que tenía que hacerle caso sí o sí.

Que supiera cómo reaccionar no significaba en lo absoluto que no estuviera terriblemente frustrado y cansado.

—Repetidme por qué coño estamos haciendo todo esto.

Sonriendo de oreja a oreja, alzando su lata de cerveza hacia su amigo, Hiccup le responde. —Porque sois unos maravillosos amigos que comprenden que ayudarme con la mudanza es lo correcto —le da un sorbo a su lata, sintiendo la amargura de la cerveza, procediendo a apretujarse contra la pared en el momento que Ruffnut intenta pasar con las manos ocupadas por una caja llena de platos.

Luego de dedicarle una inmediata peineta, Snotlout resopla con molestia.

—Ya sé que te estamos ayudando con la mudanza, imbécil, mi pregunta es por qué coño te estás mudando de la mansión a un apartamento del tamaño de tu antigua habitación.

Hiccup alza una ceja por la confusión. No comprendía por qué Snotlout insistía con que el lugar era minúsculo, no negaba que cuando se lo comparaba con la mansión de los Haddock este nuevo lugar quedaba en completo ridículo, pero estaba más que seguro que no cualquiera se podía permitir un apartamento tan amplio y bien ubicado en la ciudad. La sala era amplia, conectada a la cocina por la derecha y con inmensos ventanales a la izquierda, unas vistas magníficas definitivamente. Había un baño privado en la habitación principal, otro al lado al cuarto de invitados y un pequeño espacio que seguramente estaba pensado para hacer de oficina. El lugar estaba más que bien.

Tuffnut se asoma desde el pasillo que conduce a la habitación principal. —Espera, ¿lo preguntas por la rabia o por qué realmente no sabes?

Con ambos brazos extendidos, Snotlout señala al gemelo Thorston.

—¡Eso es lo que os he intentado decir! ¡No lo entiendo! ¡No lo entiendo en lo absoluto! ¿¡Por qué narices te estás mudando!?

Antes de que Hiccup pudiera responde, Heather señala con desgana la puerta principal. —Tengo entendido que se quiere tirar a la tía que vive enfrente —ante las carcajadas de Snotlout y la sonrisa de suficiencia de Heather, Hiccup rueda los ojos y bufa con molestia.

—No seas idiota, es mucho más que solo sexo.

—Hiccup, ni habéis hablado —señala con obviedad Astrid—. Llevas unas cuatro semanas obsesionado con ella, pero ella no sabe que existes, no sabe que te le vas a acercar y, oh, claro, no sabe que tienes su puto teléfono conectado a su cuenta y que llevas cotilleando, por decirlo de una forma amable, todas sus conversaciones privadas.

Seizing Her [HiccElsa//Mafia Au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora