「Capítulo XVI」

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Aunque Hiccup se encontraba bastante mejor, Elsa seguía indignada por lo que había pasado. Estaban a media semana, a pocos días de finalmente tener la quedada con sus amigos para que lo conocieran, la recuperación de Hiccup había sido tan rápida que la noche anterior pudo ponerse encima suyo para "celebrar" de la forma que mejor sabía el hecho de que estaba mucho mejor físicamente. Y Elsa había llegado más calmada al trabajo que días anteriores que salía de su apartamento preguntándose si realmente el descanso intensivo bastaría para que Hiccup se recuperase —porque el idiota de su novio, por motivos que ella seguía sin entender en lo absoluto, se negaba de manera rotunda a ir al hospital—, aquel miércoles se marchó algo más calmada, sin tener que forzar tanto su sonrisa a la hora de despedirse.

Pero incluso cuando estaba en medio de su descanso, tomando sorbo tras sorbo de su taza de café, seguía bufando con molestia y picando insistentemente con sus largas uñas la mesa principal de la zona de descanso, pensando en qué podría hacer para poder impartir algo de justicia.

¿Justicia? ¿En verdad era eso? No, no era eso en lo absoluto, lo cierto es que entendía la idea de no llamar a la policía como Hiccup tanto insistía. Si no había sido capaz ni de contraatacar para defenderse de su primo, mucho menos sería capaz de levantar cargos en su contra. La justicia común y corriente —la que se solía dejar llevar de buena gana por las peticiones y caprichos de la fortuna de su familia— no era precisamente lo que le interesaba en ese momento. No, más bien quería venganza, quería eso mismo que su abuelo y sus padres se habían permitido disfrutar en esas pocas veces que alguien se atrevía a cometer alguna tontería en contra de su familia. Quería aprovecharse, aunque sea un poco, de las ventajas que traía su apellido, de todo el poder que venía con la gloria y la fortuna de su familia, quería vengarse, esa era la forma correcta de expresarlo.

Quería, de alguna forma, hacerle entender a ese idiota que no podía simplemente lastimar de esa forma a su Hiccup y salirse de rositas.

—¡Queens! —la llama con exagerada alegría una voz masculina. Elsa fuerza su sonrisa y se aguanta las ganas que tiene de soltar un quejido frustrado ante la presencia de aquel imbécil—. ¿Qué tal estás, preciosa?

Gastón LeGume era un gigantesco idiota, en todas las formas posibles de entender esos adjetivos. Era el mayor imbécil que jamás había tenido la desgracia de conocer, y era un hombre enorme de hombros anchos y brazos que eran más grandes que su cabeza, Elsa incluso se sentía segura de afirmar que los músculos de Gastón eran probablemente el triple de grandes que su cerebro. Tenía la disparatada convicción de que todas las mujeres de la empresa lo deseaban de una forma u otra y que todos los hombres se morían de envidia con tan solo verlo pasar y soñaban con ser capaces de deshacerse de él —irónicamente era las trabajadoras del negocio quienes querían eliminarlo a cualquier costo y era un hombrecillo de nombre Lefou quién besaba el piso por dónde andaba—, por lo que, por mucho que lo rechazaran de la forma más directa posible, Gastón seguía pensando que los tenía a todos comiendo de sus manos.

Ni tan siquiera se molesta en contestarle, solo lo mira de soslayo con el ceño fruncido mientras le da otro sorbo a su taza.

—Te veo estresada, lindura —insiste en entablar una conversación, acercándose más, inclinándose hacia su cuerpo. Intimidándola un poco porque Gastón era un jodido gigante y perfectamente podía hacerle todo el daño que quisiera si en verdad se lo proponía.

Finalmente, con toda la calma que puede, deja el recipiente ya vacío en la mesa y lo mira con asco e indiferencia.

—Mi estado de ánimo no es de tu incumbencia o interés, LeGume, ahora, si me disculpas, me gustaría disfrutar de mi descanso a solas.

Se siente muy tentada de reventarle la taza en la cabeza cuando siente una de sus manos sujetando firmemente su hombro y lo ve inclinándose mucho más hacia su rostro. Tira su peso en contra de la mano que la sostiene para ir preparándose por si se le ocurre a ese idiota obligarla a pegarse a su cuerpo. O tal vez debería dejar que se acerca más, tal vez debería dejar que le haga algo, así tendría una verdadera razón para que su abuelo despida a ese subnormal aparte de que es tremendamente insoportable.

Seizing Her [HiccElsa//Mafia Au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora