Rapunzel llevaba años sin pensar en el casino Valhalla, llevaba años sin pensar en aquella mujer que la obligó a llamarla madre, llevaba años sin pensar en él... y, cielo santo, cuánto hubiera dado para no haber vuelto a pensar en ninguna de esas cosas. Pero era un poco como reacción en cadena imparable, no podía hacer nada contra ella. En cuanto vio aquel billete arrugado que Mérida dejó contra la mesa, de inmediato recordó aquellos que tenía que ocultar de aquella lunática para asegurarse que tuvieran algo con lo que comprar comida y productos básicos, recordó todos los billetes arrugados que guardaba en todo tipo de escondites para asegurarse tener algo dinero para tan siquiera comprar compresas cada mes. Y en cuanto recordaba todos esos años de miseria, se acordaba de las apuestas desesperadas de esa mujer, de esas sonrisas maniáticas que le dedicaba cada vez que traía un buen fajo de billetes que le presumía hasta desmayarse por el alcohol y le permitía robarle lo suficiente para asegurarse de que sobrevivirían hasta la siguiente racha de buena suerte, recordaba todo el maquillaje y la ropa reveladora que le había comprado desde muy joven, recordaba cuánto le había insistido en aprender a coquetear, a conseguir las cosas a cambio de una caricia, una sonrisa o, como mucho, un beso.
Recordaba evitar el casino Valhalla como si fuera la peste, recordaba haber aprendido todas las reglas necesarias para reconocer a los altos cargos del establecimiento, para poder correr en dirección contraria si es que los veía. Tatuajes de serpientes, anillos con runas nórdicas, pinturas faciales, ropas extremadamente costosas y elegantes —de esas de las que la gente de su barrio jamás se hubiera podido permitir ni con mil años seguidos de trabajo— y esas miradas llenas de crueldad y desprecio.
Lo recordaba a él, siempre que pensaba en aquella mujer terminaba pensando en él. Pero más bien recordaba lo que le había hecho sentir en lugar de su voz, su tacto o su apariencia. Recordaba ese estrés, ese pánico de saber que la seguía, que estaba todo el tiempo a su alrededor esperando a que bajara la guardia, que no podía hacer ni decir nada sin que él se enterara tarde o temprano, que jamás podría escapar de él y su deseo, que estaba a punto de atraparla.
Se aferra al cuerpo desnudo de Anna antes de que el recuerdo de su rostro vuelva a su cabeza. Lleva años sin ver en sus pesadillas aquel demoníaco rostro, no quiere que vuelva, no quiere tener que volver a terapia solo porque unos billetes malamente apilados habían causado un ridículo efecto dominó. De momento a otro la siente removiéndose levemente por el brusco movimiento, si se ha despertado o no es difícil de saber, porque Rapunzel es completamente consciente de que el cuerpo de Anna, incluso mientras duerme, instintivamente le abraza la cintura y se acurruca todo lo posible contra ella. Los abrazos de Anna siempre eran los mejores, porque ella de por sí era tremendamente cálida y su tacto era suave y reconfortante, su cabello tenía este olor dulce en el que se deja fundir todas y cada una de las veces que termina entre sus brazos. Los abrazos de Anna la envuelven en un manto cómodo y mágico de absoluta seguridad, una seguridad que nunca nadie en toda su vida ha sido capaz de hacerle sentir.
Con Anna está a salvo, con Anna está protegida de todo el infierno que había sido hasta ahora su vida.
Cassandra siempre le decía que se preparara para caer, que se preparara para que algo horrible ocurriera, que se preparara para que, de alguna forma, Anna la dejara caer de la nube de felicidad en la que estaba. Porque las cosas buenas nunca duran lo suficiente, porque las cosas buenas, sobre todo para gente como Rapunzel, no eran para siempre.
Rapunzel había aprendido a ignorar esos consejos negativos, había aprendido a dejar de escuchar a su hermanastra, había aprendido a sencillamente disfrutar el momento, disfrutar de los abrazos, las caricias y los besos de Anna en lugar de preguntarse cuándo acabarían.
Saca también de su mente a Cassandra en cuanto siente como Anna se va despertando poco a poco.
—Buenos días —le dice aún sin abrir los ojos, incluso acomodándose mejor contra su piel, haciéndole cosquillas cuando aprieta más su cintura y enreda sus piernas—. Hoy te ves incluso más preciosa que ayer —la halaga a la par que deja cortos besos sobre su cuello
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Seizing Her [HiccElsa//Mafia Au]
FanfictionUna chica tiene que estar siempre alerta, mirar por dónde camina, si la están mirando, si la están fotografiando, si la están siguiendo. Una chica tiene que ir siempre alerta porque el mundo es peligroso, una chica tiene que ir siempre alerta porque...