—Ay, ¡Jorge! —Pedro le deja paso sorprendido, pues pensó que quien tocaba el timbre era Doña Titina del apartamento de enfrente otra vez.
—Perdón, olvidé mi llave. ¿Te desperté?
Jorge le planta un beso rápido en los labios a modo de saludo. Beso al que Pedro apenas reacciona antes de girarse para observarlo quitarse la chaqueta.
—No, no, —ríe con nerviosismo, cerrando la puerta y aclarándose la garganta un tanto incómodo— si todavía ando pa aquí y pa allá... ¿Qué no tenías la cena esa con los tesoreros?
Jorge suelta un gruñido cansado.
—Suspendida.
—Ah...
Y parece finalmente reparar en el tímido actuar de su pareja y frunce el ceño, deja la chamarra en el respaldo de la silla y observa a Pedro acercarse con color en las mejillas.
—¿Por qué? —lo increpa, extrañado— ¿ya tenías planes? No me digas que otra vez te ibas de parranda con Luis sin avisarme.
—¡No, no! Eso no... Es que...
Pedro hace algo muy parecido a un puchero y le evita la mirada.
—Es que ya me comí todo.
Con eso se pasa una mano por la nuca y con el otro brazo hace un ademán hacia la montaña de trastes por lavar en la cocina. Espátulas, una sartén, vasos, una tabla y varias cuchillas.
—¡Ay, prieto, perdón! —continúa, apresurado— me dijiste que venías cenado y pos... digo, sí había hecho un buen, pero que me pongo a ver la telenovela y... cuando quise acordar, porque fíjate que... pues sí, bien tragón que soy y nomás así de la olla me lo zampé todo porque me dijiste que no venías y...
Jorge frena ese balbuceo nervioso con una risa que a Pedro lo hace soltar un suspiro de alivio.
—No hombre, —canturrea Jorge, volviendo a ponerse la chamarra— Pedro tenías que ser. Bueno, me voy hasta la tienda a buscar algo.
El más joven se le acerca para encerrarlo en un abrazo de oso, sintiéndose muy infantil pero también muy culpable de haberse tragado una olla entera de pasta con salchichas y de tener que obligarlo por ello a salir a estas horas y con este frío por algo exprés.
—Ta bueno... —masculla, hundiendo la nariz en el cuello del más alto, que le frota una mano en la espalda como quien consuela a un chamaco.
—Ya pues, —sonríe Jorge, enternecido— ¡qué desgracia! ¡Pedro Infante se comió una olla entera de espagueti! ¡Se acaba el mundo!
Pedro chista la lengua y le da un golpe en el pecho, volviendo a quedar rojo de la vergüenza.
—Nomás no te vaya a caer mal. Hazte un tecito. Regreso en nada, ¿mmm?
—Ándale.
Jorge le planta esta vez un pico en la mejilla y regresa por ese mismo pasillo hasta la puerta, enrollándose otra vez esa bufanda al cuello. La abre y Pedro lo detiene desde el living:
—Jorgito.
—Mande.
—¿Me traes un postrecito?
👉🏼👈🏼
Pedro tragón inspirado por 🤓👆🏼 (y por el Pedro real, que era bien tragón jajaj).