—Ay, qué monito. Ay, qué monito Mermelado, shi. Chi, el más monito, —Pedro sacude la cabeza trompudo y le sonríe al animal, que en la silla de al lado está parado sobre sus patas traseras y apoyado con las delanteras sobre la mesa, mastica uva tras uva sin prestarle atención— ¿ta rico? ¿Está rico, mi amoshito lindo? ¡Ay, qué ricas uvas! ¿Le das a papi? ¿Eh? ¿Convidas a Pedrito? ¿Mmm?
Tan ensimismado está Pedro en su amenaza de mascota que no nota la expresión de mediana exasperación en el rostro de su pareja, al otro lado de la mesa.
Pero entonces Mermelado se inclina sobre su pequeño plato de plástico y estira una pata para intentar alcanzar la copa de Jorge, al otro lado, con trozos de fresa con crema.
—¡Tch! —lo frena el mayor al instante— sáquese. Usted ya comió su parte.
Y Pedro, por supuesto, se gira con ese mismo puchero hacia él, y ni siquiera tiene que abrir la boca para saber Jorge lo que le va a decir:
—Es que le gustan las fresas, amor.
—No me digas —le responde Jorge con demasiado sarcasmo, viéndolo de arriba abajo pues Pedro le cedió a su bicho casi el noventa por ciento de su propia porción de fresas, y se tragó la crema aparte.
—Una sola, ¿eh? —Pedro le sonríe de esa manera tan adorablemente manipulativa y Jorge levanta la frente y observa el techo para no ceder.
—No.
—Ay, un pedacito. ¿Sí? ¿Uno solo?
—Que no.
—¿Qué dice, mijito? —Pedro se inclina hacia Mermelado que viene hasta su regazo, el condenado y mimado animalito, y estira las patas delanteras para apoyarse sobre su pecho en algo que parece un abrazo— ¿va a contarle un secreto a papi? A ver...
Jorge sacude la cabeza y se muerde la lengua cuando Pedro se pone una mano detrás de la oreja y su mapache se inclina allí como si de veras pudiera entenderlo.
—¿Que Jorge es muy guapo y caritativo y bueno? No, hombre, Mermis. Yo eso ya lo sabía. Papi Jorge es muy amable y gentil...
—Ningún "papi Jorge", —lo interrumpe, frunciendo el ceño con porte intimidante— de ese bicho nomás compañero de apartamento. Él es un in-quilino, y que te quede bien claro.
—Mira, mira, mira, —Pedro sonríe, sacudiendo la cabeza y mimando a Mermelado que ya se le subió a los hombros— ¿y el patito de hule que le compraste?
—Ya te dije que es para que no rasguñe las cortinas —responde regio, pero ahora con la vista sobre el animal que suelta uno de sus sonidos agudos y le regresa la mirada, baja esos ojos inocentes a su plato con fresas cortadas y Jorge suelta un suspiro y alza una ceja, pero vuelve a ignorarlo.
—¿Y la camita que le trajiste del ve—?
—Para que deje de treparse al sofá.
—Se trepa igual, —le recuerda Pedro, con descaro, y suelta una risa cuando Jorge lo fulmina con la mirada— míralo Mermis, nomás no quiere. Hm. Vete tu ay a ver si a ti te hace caso, ándale.
—No—
Y cuando lo deja en el piso el animal atraviesa la mesa por debajo y antes de que Jorge pueda siquiera levantarse lo tiene en la falda.
—Mermelado, —gruñe— Mermelado, no. Abajo.
Pedro suelta una risita cómplice y levanta su teléfono móvil para inmortalizar el momento, para descontento del más alto, que mira directamente a la cámara con aire asesino antes de levantar su postre y dejarlo en la otra esquina de la mesa.
—Pedro, quítame a tu rata de encima.
Y con eso Pedro inhala una exclamación tan dramática que hasta el animal gira la cabeza sobresaltado.
—¡Cómo te atreves! ¡No es ninguna rata!
Y el mapache entonces hace lo mismo que hizo con Pedro: se eleva sobre sus patas traseras a pesar de no ser particularmente bienvenido, y se apoya sobre la corbata de Jorge con aquellas manitas de uñas un poco largas.
—Aaaaaaawwwwww, —canturrea Pedro, y acto seguido la cámara frontal de su teléfono móvil emite un flash, capturando una fotografía que sin dudas quedará subida a redes sociales antes de que acabe la noche.
Jorge entonces tensa la mandíbula, y con su mano libre le ofrece una fresa cortada al medio al animal, que se la arrebata directamente con la boca.
—Convenenciero, —masculla el Charro Cantor— par de aprovechados, son. Toma tu bendita fresa y lárgate ya.
Pero Jorge suelta aquello con demasiada calma, observando al animal partir la fresa con sus dientes y sujetar el pedazito restante con las manitas, haciendo sonidos muy cómicos, masticando muy a gusto sin moverse de allí. Viéndolo distraído, le pasa una mano por la espalda peluda, y cuando levanta la mirada Pedro lo está observando con una sonrisa de ganador de lotería.
—¿No que no~?
🦝🦝🦝
Jejejej 🤭