El Ángel Que Nos unió. Cap. 24

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El ángel que nos unió. Capítulo 24.

TODO sería como debía ser para él, que tendría un heredero, una madre para
su sobrino y un cuerpo en su cama. Todo muy fácil y conveniente para él.
Ella respiró hondo. Le ardían el rostro y el pecho.
–No te importa que sea un matrimonio de conveniencia, ¿verdad?
–Ya no me hago ilusiones románticas sobre el matrimonio.
–¿Te las hiciste alguna vez?
–Cuando era ingenuo.
–¿Qué pasó?
–Nos comprometimos y estuvimos a punto de casarnos, pero descubrí que
ella no me quería. Lo único que quería era un esposo rico.
CANDY entendió por qué detestaba tanto a ANNIE y por qué había desconfiado
de ella al principio.
–Yo no quiero un esposo rico –susurró–. De hecho, no quiero un esposo.
–Lo entiendo, pero ambos sabemos que casarnos es lo mejor para un niño
que ha perdido a sus padres sin haber llegado a cumplir un año.
–De pronto, hablas continuamente de «nosotros», cuando hace tres días ni
siquiera querías pronunciar su nombre.
–Hace tres días, mis abogados estaban trabajando en el tema de la custodia.
Me estaba preparando para quitarte a MICHAEL , pero te presentaste en mi casa
y dejaste al niño.
–Eso es lo que dices, pero no me lo creo. Te habías negado a reconocerlo.
–Me he pasado los últimos meses investigando la legitimidad de tu
reclamación y estudiando mis opciones, entre ellas, la de pedir la custodia de
MICHAEL y excluirte a ti de ella por completo. Antes de que pudiera decidirme,
te presentaste aquí. Creo que pedir la custodia sigue siendo la mejor opción;
es decir, si no decidimos criarlo juntos.
–Casándonos.
Él asintió.
Ella soltó una leve carcajada. No la había sorprendido.
–No juegas limpio.
–La vida es injusta, pero estoy haciendo todo lo que está en mi mano para
hacerla lo más justa posible para nuestro sobrino, al que creo que quieres.
–Lo quiero mucho.
–Entonces, quedarte y criarlo conmigo no te supondrá un sacrificio tan
grande. Me parece que eres una mujer muy capaz. Confío plenamente en ti y
en que sabrás adaptarte a tu nueva vida. En caso contrario, no me casaría
contigo. Te voy a hacer mi esposa porque posees cualidades que admiro en una
mujer y que harán que seas una buena esposa y una madre excelente.
–¿Y no te molesta que no te quiera?
–Me molestaría más que me dijeras que me quieres.
–Es horrible lo que dices – a CANDY se le estaba revolviendo el estómago.
–No creo en el amor romántico. Es falso y variable.
–Pues yo creo que un matrimonio sin amor es horroroso. Hace que parezca
frío.
–Te prometo que el nuestro no lo será, si dormimos en la misma cama.
–¡El sexo no es la respuesta a todo!
–Entonces, no soy tu pareja ideal. El buen sexo es profundamente
satisfactorio.
Ella se había ruborizado.
–Confías demasiado en ti mismo.
TERRY la miró durante unos segundos antes de sonreír levemente. Parecía tan
arrogante como cuando lo había conocido, solo dos días antes, aunque le
parecía que había transcurrido una eternidad.
–Te propongo un trato –dijo él. Si elaboras un plan mejor que el mío, que
proteja a MICHAEL de forma inmediata y le proporcione una familia y
seguridad económica, haré lo que me digas. Si no me propones nada mejor, nos
casaremos –miró el reloj e hizo una mueca–. Lo siento, pero me van a llamar
dentro de unos minutos –se levantó y se dirigió hacia la puerta, pero antes de
llegar se detuvo–. Es una situación difícil para los dos, y lo siento.
Y se fue.

Cuando, una hora después, hubo terminado de hablar, TERRY se quedó
pensativo. Le había resultado difícil concentrarse en la llamada.
CANDY le había dicho que no quería un matrimonio frío, sin pasión y sin amor, y él estaba de acuerdo, aunque no le preocupaba que fuera a haber
frialdad o falta de pasión cuando la deseaba tanto.
Se había sentido atraído hacia ella desde el principio, pero había luchado
contra esa atracción, del mismo modo que había intentado hacer caso omiso
de lo mucho que le había gustado besarla. Le encantaba su boca y deseaba
besarla el resto del cuerpo, desnudarla y explorar sus gloriosas curvas: las
caderas, los senos, los muslos y lo que había entre ellos.
Pero ya estaba cansado de hablar. No era un hombre de palabras, sino de
acción. Se la llevaría a la cama y le demostraría que podía complacerla y que
podía ser feliz con él.
Se acercó a la ventana para mirar la laguna. Esa noche la cortejaría y la haría
suya. No habría más peleas ni protestas. Ella se daría cuenta de que le gustaba
estar en su cama y ser suya.
Volvió al escritorio y pensó que la niebla que envolvía la ciudad hacía que
la noche fuera perfecta para salir. Irían en la góndola de la familia, una de las
más elegantes de Venecia, y la llevaría a cenar a Il Susurro, su restaurante
favorito y, sin lugar a dudas, el más exclusivo de la ciudad. Era muy difícil
conseguir mesa allí, ya que solo había cuatro y se reservaban con años de
antelación.
Por suerte, siempre había una esperándolo, la de la quinta planta, del
mismo modo que el quinto piso era suyo, lo cual no era mucho decir, ya que
el edificio era medieval, muy estrecho, y cada piso constaba de una
habitación individual y el vestíbulo de la escalera circular.
Quince años antes había prestado dinero a los dueños del restaurante
cuando nadie más lo había hecho, ya que nadie quería arriesgarse a invertir en
un local en que no cupieran al menos veinticuatro comensales. Pero TERRY
captó inmediatamente su atractivo: era íntimo, nuevo y exclusivo, por lo que
había financiado la restauración del edificio de 1384. Il Susurro había sido un
éxito.
TERRY llamó a ALBERT , uno de los dueños, y le avisó que iría a cenar esa noche.
–¿Cuántas personas, TERRY ?
–Solo dos. Y se trata de una ocasión especial.
–Siempre lo es cuando pasas a visitarnos.
–Gracias, ALBER. Nos vemos esta noche.
Después, TERRY llamó a DORYS Paladin, una antigua amante y la fundadora
de Paladin, una tienda de moda veneciana. Cuando la relación entre ambos acabó, cinco años antes, él le había dado dinero suficiente para montar el
negocio.
Le dijo a DORYS el vestido que buscaba. Formaba parte de la colección de
otoño. Era largo, ajustado, de manga larga, con escote en forma de V y de color
verde oliva, con flores rosas y doradas bordadas.
–Ya sé cuál es –contestó DORYS –. Pero no tenemos de tu talla –añadió con
humor.
–Muy graciosa, pero ya sabes que no es para mí.
–Entonces, ¿es cierto que vas a casarte? –preguntó ella con tristeza.
–Te prometo que, algún día, encontrarás al hombre adecuado.
–Tú lo eras.
–No es cierto.
–Tenía que haberme quedado embarazada.
–DORYS … –le advirtió él.
–No sé cómo lo ha hecho ella, con lo cuidadoso que eras conmigo con
respecto a la protección.
–No quiero seguir hablando de eso. Necesito el vestido hoy y habrá que
acortarlo. ¿Puedes mandarme a una costurera a casa esta tarde?
–No parece que esa mujer sea tu tipo.
–Pues lo es: es exactamente mi tipo.
–¿Es que finalmente te has enamorado, TERRY ?
–No creo que a CANDY le gustara esta conversación.
–Estás enamorado –dijo ella con cierto asombro–. ¿Cuándo es la boda?
¿Ya habéis fijado la fecha?
–De momento, no vamos a hacer públicos los detalles, pero será muy pronto.

CANDY jugaba con MICHAEL después de que este hubiera dormido la siesta
cuando llamaron a la puerta. Fue a abrir. Era PATY, acompañada de una mujer
con una bolsa en la que se leía Paladin.
–El señor DECARLO … –comenzó a decir PATY, pero TERRY apareció y acabó
la frase.
–Tiene algo para ti –dijo él entrando en la habitación como si fuese suya.
Le quitó a MICHAEL de los brazos–. Es un vestido para esta noche. Espero que
te guste.
CANDY observó que la mujer sacaba de la bolsa un vestido de color verde
brillante, bordado con flores rosas y doradas.
–Es precioso.
–¿Te gusta?
–Sí, pero ¿por qué me lo tengo que poner esta noche? ¿No sería mejor hacerlo
en la fiesta de compromiso?
–Vamos a salir esta noche. He reservado mesa en un sitio especial.
–Pero nos van a ver. ¿O es eso lo que quieres.

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