El Ángel Que Nos unió. Cap. 31

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El ángel que nos unió. Cap. 31.

CANDY se miró en el espejo. El vestido era de encaje blanco y se ajustaba
a sus curvas antes de abrirse en una falda que le llegaba por encima de la rodilla.
Tenía manga larga y cuello alto. El velo era del mismo encaje y la cubría de la
cabeza a los pies.
Iba vestida como si fuera una novia virginal, cosa que distaba mucho de la
realidad.
Al ponerse uno de los pendientes de diamantes que TERRY le había regalado por
la boda, se dijo que era feliz. Iba a casarse con alguien compatible con ella, con
quien experimentaba un placer increíble. Nunca hubiera imaginado que podía
sentir tanto ni experimentar tanto deseo.
Deseaba que TERRY la amara, desde luego, que sintiera por ella la mitad de lo
que ella sentía por él.
Tal vez por eso el sexo fuera tan bueno, porque no era solo sexo para ella,
sino amor. Cuando se entregaba a él por la noche y por la mañana, se entregaba
por completo, en cuerpo y alma.
Era afortunada por tener un buen compañero que la ayudara a criar a Michael
y que tratara al niño como si fuera su propio hijo. Sin embargo, hubiera sido
mejor que él la amara.
Cuando se hubo puesto los pendientes y se preparaba para salir, llamaron a
la puerta. Era TERRY .
–¿Qué haces aquí? –preguntó ella–. Sabes que trae mala suerte que el
novio vea a la novia antes de la boda.
–Tengo algo para ti –afirmó él entrando en la habitación con una gran caja.
–Ya me has regalado estos preciosos pendientes.
–Esto es otra cosa.
Entonces, ella se fijó en su expresión. Algo iba mal. Su mirada era
sombría, dura y distante.
–¿Qué hay en la caja? –tenía el tamaño de una hogaza de pan. Era de madera
tallada y parecía muy antigua y valiosa. Se imaginó que sería un joyero o una caja para guardar algo de valor.
–Tienes que ver lo que hay dentro.
–¿Ahora?
–Sí.
–¿Vamos a tardar mucho? Tenemos que casarnos.
TERRY dejó la caja sobre la cama.
–Quiero que veas esto antes de que lo hagamos. Es importante para ti. Para
nosotros.
En ese momento, cuando su voz sonaba distante y grave, ella se dio cuenta
de lo mucho que lo amaba, de que deseaba ser su esposa y tener un futuro
feliz a su lado.
En su fuero interno creía que podría conseguir que, un día, la quisiera y
que ambos serían felices juntos.
–¿Por qué ahora? Debe de haber algún motivo.
–Lo hay.
–A juzgar por tu expresión, el contenido no puede ser algo bueno.
–Quiero que sepas lo que yo sé. Después, nos casaremos y criaremos a
Michael. Todo saldrá bien.
Ella pensó que TERRY no creía lo que decía. Y se sintió aterrorizada.
CANDY se sentó en la cama y tomó la caja en sus manos mientras él se
apartaba para situarse junto a la ventana. Ella abrió la caja y vio que contenía
sobres y papeles. Se estremeció al reconocer la letra de su hermana. Las
cartas, postales y correos electrónicos eran los que ANNIE había mandado a
JULIO .
Agarró el primer sobre, con fecha del 31 de diciembre; la del siguiente era
del veinticinco de diciembre; la del siguiente, del dieciocho.
Con el pulso acelerado, agarró la carta que había en el fondo de la caja, con
fecha del 19 de mayo, el día que JULIO había muerto.

Mi querido JULIO :
¿Cómo te atreves a dejarme? ¿Cómo te atreves a marcharte? Te necesito
tanto… No sé qué hacer sin ti. Te quiero mucho. Siempre te he querido, y lo
sabes.
Me da miedo quererte más que a mi vida. Y ahora te marchas sin siquiera
despedirte. No es justo. Tú nunca lo has sido. Me subyugaste y me hiciste creer
en el amor y en los milagros. Me parecías un milagro.
Me hiciste soñar, tener esperanza y creer. Y ahora me dices que estás
enfermo, que te mueres. Debieras habérmelo contado antes de que te entregara
mi corazón y mi alma.

A CANDY le temblaban tanto las manos que no veía lo que estaba escrito, por
lo que hizo una pausa y alzó la vista.
–No entiendo –susurró.
–Lo harás –dijo TERRY .
Ella tomó aire y siguió leyendo.

No sé cómo criar al bebé sin ti.
No quería ser madre, sino tu esposa, tu mujer, tu amante. Y ahora tengo
un hijo, pero no a ti.
Me has partido el corazón.
Me has destrozado.
Tuya siempre y para siempre,
ANNIE

CANDY dobló la carta y la volvió a meter en el sobre. Vertió una lágrima
que se limpió con la mano y dejó la carta en la caja. No podía seguir leyendo.
–¿Por qué me las has traído? –preguntó con voz ahogada.
–Son todas parecidas.
–¿Las has leído todas?
–Todas no, la cuarta parte aproximadamente. No me pareció bien seguir al
no estar dirigidas a mí.
–¿Cuándo las leíste? ¿Las has tenido todo el tiempo?
–La señora PONY se trajo la caja cuando se cerró la casa de Florencia. Me
la dio hace tiempo, pero leí las cartas anoche. Después, me fue imposible
dormir.
–Debieras haberme despertado.
–Entonces, tampoco tú hubieras dormido.
A CANDY le seguían ardiendo los ojos.
–Lo quería de verdad.
–Sí, no me lo creía, pero ahora me he dado cuenta.
–No era tan superficial como pensabas.
–Hay algo que no te he dicho. JULIO también quería a tu hermana. La abandonó no porque no la amara, sino porque no deseaba que lo viera morir.
La dejó para protegerla de la fealdad de su muerte.
–¿Cómo lo sabes?
–Le dejó todo en herencia: las casas, las acciones… Todo.
–¿Cómo?
–Le dejo una considerable fortuna para que pudiera criar a su hijo.
CANDY quiso levantarse, pero las piernas no la sostuvieron. Cerró la caja,
indignada.
–No lo entiendo. ANNIE no recibió nada. No lo sabía.
–Nunca se le dijo.
–¿Por qué no?
–Tomé medidas cuando se leyó el testamento de JULIO para que se
investigara la legalidad del documento –TERRY se acercó a ella–. Mi hermano tenía
un tumor cerebral que no se podía operar. Se estaba muriendo. Su
comportamiento era cada vez más errático. Me preocupaba que lo hubieran
engañado o coaccionado, así que pedí a la justicia que interviniera.
–Y provocaste la muerte de mi hermana –afirmó ella con voz ronca.
–Tu hermana no quería su dinero: lo quería a él.
–¿Cómo lo sabes?
–Lo rechazó. Rechazó todos los cheques que JULIO le envió. Finalmente,
cuando se aproximaba el final de su vida, mi hermano cambió el testamento.
–¿Y todo esto ya lo sabías?
–Fui enterándome poco a poco, pero, sí, sabía que JULIO le había dejado
todo a ANNIE desde que se leyó el testamento, el pasado junio.
CANDY se levantó temblando.
–Sabías desde que nació Michael que JULIO se había ocupado de sus
necesidades económicas e interferiste. Le privaste no solo del apoyo
económico, sino también del amor.
–Hice lo que creí que era correcto –contestó él con voz tensa.
–Pero no lo era y no… no sabes nada del amor. No tienes ni idea de lo que
significa porque, de lo contrario, no te hubieras preocupado más de tus
inversiones que del hijo de tu difunto hermano.
–Me equivoqué, CANDY .
Ella negó con la cabeza. Apenas podía respirar.
–No solo te equivocaste. Ni siquiera eres el hombre que creía, TERRY –
se volvió y se tapó el rostro con las manos. Se apretó los ojos para contener las lágrimas, el dolor y la pena.
TERRY le había mentido. Nada en su relación era verdad. Era un hombre falso,
egoísta e incapaz de querer a nadie, salvo a sí mismo. Incapaz de amar.
–Menos mal que me lo has dicho ahora –dijo ella ahogando un gemido–.
Menos mal que me he enterado antes de que fuera demasiado tarde.
–De todos modos, vamos a casarnos. Tenemos que proteger a Michael.
–¡Eres la última persona de la que me fiaría para protegerlo! Has hecho
todo lo que estaba en tu mano para castigarlo.
–Tenía que ser prudente.
–Así lo ves tú, pero no yo. Me marcho. No voy a casarme contigo. No ganaría
nada haciéndolo, solo perdería la oportunidad de que me quisieran. Y no merece
la pena.
–¿Y Michael?
–Quiero a Michael, pero no te necesitamos. No nos hace falta tu ayuda. No
quiero nada de ti. Que te aproveche tu apellido y tu dinero –miró el anillo que
llevaba en la mano. Le había parecido precioso cuando él se lo había puesto,
pero ahora simbolizaba todo lo que detestaba. Se lo quitó y lo dejó en la
cama, CONTINUARA...

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