El Ángel Que nos Unió. Cap. 19

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El ángel que nos unió. Capítulo. 19. 

CANDY examinó los periódicos sobre la mesa del salón adyacente al
despacho de TERRY . Había muchos, en media docena de lenguas, incluyendo el
inglés.
–A la gente le gusta el escándalo –masculló.
–Y el sexo –observó él–. El sexo vende.
Ella lo miró desde el otro lado de la mesa. Parecía estar cómodo y relajado,
como si estuvieran disfrutando de una agradable comida en una terraza soleada,
y no una tensa comida en un oscuro día invernal.
–Pero no hemos tenido sexo –le corrigió ella.
–Pues tal vez debiéramos.
Ella se puso roja de furia.
–¿Podemos dedicarnos al tema, por favor?
–Lo estoy haciendo.
–No, eso no ha sido apropiado.
–Lo es, si nos casamos.
Ella lo miró horrorizada ¿Por qué se burlaba así de ella?
–No estamos jugando, TERRY , y es evidente que no tenemos el mismo sentido
del humor: no me gustan tus bromas.
–No estoy jugando, bella, ni me gustan las bromas. Te propongo que nos
casemos porque nos ahorraríamos el escándalo y recuperaríamos el poder que
nos han arrebatado los medios de comunicación. Seríamos nosotros los que
controlaríamos la historia.
El cerebro de CANDY no seguía su razonamiento, ya que se había quedado
atascado en «te propongo que nos casemos».
–No voy a prestarte atención.
–Pues debieras hacerlo –afirmó él al tiempo que se inclinaba por encima de
la mesa para tomarla de la barbilla y mirarla a los ojos–. Una de las empresas
de la familia DECARLO pasará a ser de propiedad pública dentro de dos semanas.
Pero este circo que hemos montado entre los dos supondrá muy mala publicidad para mi familia y la empresa.
–No he montado ningún circo.
–Fuiste tú la que convocaste aquí a los medios.
Era cierto, pensó ella echándose hacia atrás, pero lo había hecho porque él se
negaba a hablar con ella. No había tenido otro remedio.
–No sabía nada de lo referente a esa empresa. Vine aquí por Michael, para
obtener ayuda para él y poder volver a trabajar. Ya no me queda crédito en
las tarjetas. Estoy aquí porque es cuestión de vida o muerte.
Él no dijo nada, pero la miró con expresión implacable.
–Te lo he dicho y te lo repito. Si tuviera medios para ocuparme de
Michael, no habría venido. No quería recurrir a ti. Además, me encanta mi
trabajo, pero a mi jefe no le interesan los problemas personales. Si no estoy
de vuelta el lunes, no podré seguir trabajando.
–Yo no contaría con estar de vuelta el lunes –dijo él en un tono tan duro y
despiadado que ella se estremeció.
–Gracias por tu hospitalidad, pero es hora de que me vaya –dijo CANDY
levantándose–. Michael y yo nos marcharemos hoy.
Se dirigió a la puerta, pero él se interpuso en su camino.
–No irás muy lejos sin los pasaportes, cara. Los tengo yo.
–¿Has revisado mi equipaje?
–No estaban allí. Se quedan con ellos en la recepción del hotel cuando llegas
y te los devuelven cuando te marchas.
TERRY tenía razón. Ella se había olvidado por completo de los pasaportes.
–No puedes retenerme contra mi voluntad. Me prometiste que sería libre
de entrar y salir. Pero parece que tu palabra carece de valor y que no tienes
integridad.
–Cuidado, cara. Una cosa es el escándalo; otra, la difamación.
Los ojos de CANDY brillaban de furia. Respiró hondo con los puños cerrados.
–Me lo prometiste.
–Eres libre de marcharte.
–¿Me devolverás el pasaporte?
–Por supuesto. ¿Lo quieres?
–Sí. Me las arreglaré sola –afirmó ella al borde de las lágrimas–. Michael y
yo no necesitamos mucho. Dejaré el empleo y buscaré otro que me permita llevarlo conmigo. Tal vez pueda ser niñera de una familia que me permita
tener a Michael…
Él la interrumpió con un fiero beso. CANDY le puso la mano en el pecho
para apartarlo, pero al sentir la suave lana de su jersey, se aferró a él. Odiaba
a TERRY , pero adoraba su olor y sabor.
Él no la besó con ternura. Se apoderó de su boca con una ferocidad que la
aturdió. Su lengua le recorrió la boca y la encendió de deseo e hizo que apretara
los muslos intentando apagarlo para no perder el control.
Nunca había deseado a nadie como deseaba a TERRY .
Estaba deslumbrada y sin aliento cuando él alzó la cabeza. TERRY le acarició
la mejilla y su caricia la recorrió de arriba abajo, le tensó los senos y le
endureció los pezones.
–Puedes irte, bella, pero mi sobrino se queda –afirmó él mientras le
recorría los hinchados labios con el pulgar–. Eres americana y, como dices,
no puedo retenerte. Sin embargo, Michael es un  DECARLO , por lo que su lugar
está aquí, con su familia.
Le rozó los labios con los suyos antes de morderle el labio inferior. Ella sintió
dolor y placer a la vez.
–Pero no hace falta que te vayas ni que te preocupes de nada. Puedes quedarte
como mi esposa y madre de Michael. Eso resolvería muchos problemas de
logística y protegería el nombre de los DECARLO y sus negocios.
Parpadeando para no verter lágrimas de rabia, CANDY lo empujó, pero él no
se movió. Ella retrocedió varios pasos para distanciarse de él.
–No puedes hacerme eso. No lo consentiré.
–¿Qué vas a hacer para detenerme?
–Iré a la policía.
–¿Crees que tu palabra valdrá más que la mía?
–Iré al consulado a pedir ayuda.
–¿Y qué les vas a decir? ¿Qué viniste aquí con mi sobrino y convocaste a los
medios con la intención de chantajearme?
–No te he hecho chantaje ni te he amenazado.
–¿Ah, no? ¿No convocaste a los medios? ¿No hiciste declaraciones a la
prensa? Tengo una copia de la información que les enviaste. No te has
comportado de forma ética, por lo que nadie te considerará inocente.
–¡No puedes quitarme a Michael!
–No voy a quitártelo. Tú lo abandonaste aquí.
–¡No lo abandoné!
–Se lo diste a mi mayordomo y te marchaste. Si no te lo hubiera impedido,
te habrías montado en el taxi acuático y habrías desaparecido.
–Te estás inventando una persona que no soy yo. Hice lo que hice porque
necesitaba ayuda.
–Es evidente. Y te la voy a dar porque tu desesperación pone en peligro el
bienestar de un bebé. No sabías nada de mí ni de mis empleados, y tu
impulsividad puso a Michael en peligro.
–No voy a dejar que me manipules.
–¿Y tú sí puedes manipularme?
CANDY fue incapaz de responderle. El corazón le latía a toda velocidad.
Finalmente, dijo:
–Casarnos es totalmente imposible. No me quieres. Ni siquiera te caigo bien.
Me niego a sacrificarme en beneficio de tus negocios.
–Pero ¿me sacrificarás a mí y mis negocios por tus necesidades?
–Yo no he hecho nada. Tú eres el que te comportas de forma maquiavélica.
–¿Porque quiero proteger a mi sobrino, mi empresa y a mis empleados de
una americana codiciosa?
Ella levantó la mano, pero se detuvo en seco, horrorizada por haber estado
a punto de abofetearlo.
–Lo estás distorsionando todo con mentiras y medias verdades.
–Viniste a hacerme la guerra, así que no esperes que te compadezca.
–Intentaba ayudar a Michael.
–Lo harás si te casas conmigo.
–Tus negocios no son más importantes que mi futuro.
–¿Y que el de Michael? Quieres que sea parte de mi familia y que me haga
responsable de él. Pero cuando te hago una oferta, la rechazas diciendo que
quieres volver a Seattle. Creo que no sabes lo que quieres.
Eso no era verdad. Sabía lo que quería: su dinero, su apoyo económico
para volver a Estados Unidos. No deseaba casarse con él para obtener su dinero.
–Estás jugando sucio.
–Te estoy ofreciendo apoyo económico. No seas tonta y orgullosa, bella. No
rechaces lo que tan desesperadamente necesitas.
CANDY agarró el abrigo y la cartera de su habitación, bajó la escalera
corriendo y salió a la calle. Le daba igual quién la viera, que los paparazzi
tuvieran enfocadas las cámaras hacia la puerta esperando el siguiente capítulo
de aquella escandalosa historia.
La tarde era fría. La acera estaba mojada, pero no tanto como el día
anterior. Debía de estar bajando la marea. CANDY anduvo en paralelo al Gran
Canal unos metros hasta tomar una calle por la que discurría un canal más
estrecho. Repasó su enfrentamiento con TERRY deteniéndose en algún

El ángel que nos unió unió. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora