El Ángel Que nos Unió. Cap. 13

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El ángel que nos unió. Capítulo.  13.

CANDY había estado en Venecia una vez anteriormente y la ciudad le
había encantado. Se había pasado toda la estancia deseando perderse dentro
de una de aquellas enormes casas que bordeaban los canales, explorar los
edificios históricos, descubrir la Venecia que los turistas no veían. Cuatro
años después había vuelto y era una invitada en uno de los palazzi más bellos
de Venecia. La habitación de invitados la dejó sin respiración.
–Su habitación, señorita ANDRY –dijo PATY al tiempo que abría los altos
postigos de madera.
A pesar del día gris que hacía, la habitación resplandecía de color. Las
molduras y vigas del techo eran doradas y las paredes estaban cubiertas de seda
azul. Una lujosa alfombra azul brillante con el borde de color dorado ocultaba
el suelo de madera oscura. Una cama con dosel dominaba el centro de la
estancia. Los postes estaban ocultos por opulentas cortinas de seda con cenefas
del mismo tono azul que las paredes. El efecto era deslumbrante y habría
sido abrumador de no ser por la colcha blanca y las almohadas alineadas contra
el cabecero pintado de azul.
PATY le señaló el alto armario con puertas de espejo.
–Para su ropa, ¿sí? –dijo intentando recordar el inglés.
–Gracias.
PATY fue al otro extremo de la habitación y abrió una puerta que daba a
otra habitación donde un hombre estaba colocando una cuna.
–Para el bambino.
El dormitorio era más pequeño y menos opulento. La cama también era
más pequeña, pero el conjunto era bonito, con dos sillones frente a una
chimenea de mármol.
–Muy bonita –dijo CANDY – pero Michael puede dormir en mi habitación.
Pueden poner la cuna en ella.
–Non capisco –contestó PATY frunciendo el ceño.
CANDY no la entendió y estaba demasiado cansada para hacerse entender.
La cuna no estaba tan lejos de su habitación si dejaba abierta la puerta entre
ambas.
PATY hizo el gesto de comer.
–Comer. Comida. Pranzo, ¿sí?
CANDY estaba hambrienta.
–Sí, gracias.
Cuando PATY salió, CANDY se sentó en una silla con Michael en los brazos y
suspiró. Estaba agotada. ¡Vaya mañanita! La cabeza le daba vueltas. Cerró los
ojos y los volvió a abrir cuando alguien que llamaba a la puerta la
despertó.
Vio que Michael también se había dormido. Se levantó con cuidado y fue a
abrir. Era PATY que le llevaba la comida en una bandeja, que dejó al lado de
la silla. La comida consistía en tostadas con queso, jamón, y crema de
bacalao, y una ensalada, con una botella de agua con gas, que PATY abrió.
–Gracias –dijo CANDY .
TERRY entró en la habitación cuando PATY salía. Llevaba la bolsa de pañales de
Michael, que dejó a los pies de la cama.
CANDY ya estaba comiendo. Dejó la tostada en el plato y se limitó a
mirarlo.
–¿Necesitas algo? –preguntó él con brusquedad.
–No, estoy bien –contestó ella obligándose a sonreír–. Me he
acostumbrado a comer con una mano.
–¿De verdad que no has tenido ayuda alguna?
–A veces se pasaba algún amigo por casa y, cuando lo hacía, le dejaba al
niño e iba corriendo a ducharme y lavarme la cabeza.
–Si yo fuera amigo tuyo, creo que no te haría muchas visitas.
–Ya no lo hacen –CANDY sonrió compungida–. Creo que saben que tendrán
que trabajar y que yo desapareceré.
Él se hallaba frente a ella mirándola con el ceño fruncido.
–Se parece mucho a JULIO –tras unos segundos de silencio, añadió–:
Dámelo. Lo tendré en brazos para que puedas comer.

TERRY no tenía mucha experiencia con bebés. No había pensado en ser
padre desde que había roto con ELISA . Pero sintió algo al ver a Michael en
brazos de CANDY .
Amor y dolor. No por sus propios hijos, sino por aquel bebé, el hijo de
JULIO .
Echaba de menos a su hermano, a su mejor amigo. JULIO era cálido y
divertido, ingenioso y encantador. Había equilibrado a TERRY y le había
proporcionado perspectiva de las cosas. El hecho de ver a su hijo agudizaba
su pesar, tal vez porque el bebé revivía a JULIO .
En Michael, JULIO seguía viviendo.
TERRY agarró al bebé y se lo colocó con torpeza sobre el hombro. El crío se
removió un poco, pero se volvió a dormir. Su cuerpo estaba caliente. El bebé
apoyó la mano en su cuello. El tacto de sus dedos le cortó la respiración.
Aunque no hubiera llevado a cabo su propia prueba de ADN, TERRY estaba
cada vez más seguro de que Michael era hijo de JULIO . Había algo en su
rostro que le recordaba a la familia DECARLO, y no solo porque tuviera el
cabello negro y los ojos AZULES . Su forma de fruncir el entrecejo lo hacía
parecer un anciano cansado. Era algo que A JULIO había hecho desde muy
pequeño. Se concentraba intensamente en algo y, una vez satisfecho, sonreía.
La sonrisa del bebé era la de JULIO .
Eso implicaba que Michael debía quedarse en Venecia. Los DECARLO eran
venecianos.
–¿No vas a echarlo de menos cuando vuelvas a trabajar? –preguntó
TERRY .
–Sí –contestó ella con expresión de tristeza.
–Pues quédate en casa con él.
–Pero necesito dinero para vivir.
–Has venido para solicitar ayuda. Déjame que te ayude económicamente.
–¿Vas a pagarme el alquiler?, ¿las letras del coche?, ¿la comida? No puedo
aceptarlo. No quiero depender de nadie.
–Considéralo de otro modo, como un sueldo. En lugar de pagar a una niñera,
te pagaré a ti.
–Entonces, serías mi jefe. No, gracias.
–Pero necesitas trabajo.
–Tengo trabajo y me gusta mucho. Necesito ayuda para pagar a una niñera,
nada más.
–Pero no solo necesitas eso. Me has dejado claro que quieres que mi
familia forme parte de la vida de Michael, que te liberemos de parte de la
responsabilidad. Déjame hacerlo.
CANDY apartó la bandeja y se levantó.
–He terminado, así que ya puedo agarrarlo yo.
–No hace falta. ¿Por qué no te relajas un poco?
–Seguro que tienes cosas que hacer. Yo no tengo nada que hacer –CANDY
sonrió forzadamente.
–Podrías descansar, dormir un rato.
–No, no puedo dormir –pero volvió a sentarse con las manos en el regazo.
Su sonrisa era crispada. Por primera vez, él se fijó en la tensión de su boca y en
que tenía ojeras.
–¿Michael duerme bien?
–Se sigue despertando al menos una vez todas las noches.
No era de extrañar que ella estuviera agotada.
–¿A qué edad comienza un bebé a dormir toda la noche de un tirón?
–Michael debiera hacerlo ya. Me temo que es un hábito que ha
desarrollado. No toma mucha leche cuando se despierta. Creo que quiere jugar.
Estoy intentando convencerle de que es mejor hacerlo durante el día.
–Puedo contratar a una enfermera para que lo cuide de noche, mientras
estés aquí.
–No, el niño se asustaría. Bastante tiene ya con no estar en su habitación ni
en su cuna. Que una desconocida lo cuidara lo confundiría.
–Pero ¿y tú? ¿No te vendría bien dormir de un tirón una noche?
–Sí, pero me sentiría culpable, por lo que no dormiría, con lo cual no serviría
de nada.
–Si piensas volver a trabajar, tienes que acostumbrarte a recibir ayuda.
Pronto estarás separada de él ocho horas o más al día.
Vio la tristeza reflejada en los ojos de ella. Aquello tampoco la satisfacía.
–Me alegro de que estés aquí –añadió él–. Ya era hora de que yo desempeñara
mi papel –le devolvió al niño con cuidado–. Hablaremos esta noche. Te espero
en la biblioteca a las siete. La señora PONY se quedará con Michael.
Sin añadir nada más, TERRY salió de la habitación.

Con el corazón desbocado, CANDY observó a TERRY mientras salía.
Todo estaba cambiando. Presentía que, una vez más, su vida iba a dar un giro
radical.
Pero antes de que pudiera analizar por qué sentía tanta inquietud, PATY llegó
con su equipaje. Dejó la gran maleta y retiró la bandeja.
Mientras la criada deshacía la maleta, CANDY puso a Michael en la cuna.
Después no supo qué hacer.
El desfase horario no era beneficioso para la ansiedad y el grado de ansiedad
de CANDY era siempre muy elevado. Dormir la ayudaría. Pero en lugar de
intentar dormir se puso a pasear por la lujosa suite tratando de liberarse de la
sensación de pánico que la invadía.
Entendía.

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