El Ángel Que Nos unió. Epílogo.

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El ángel que nos unió.  Epílogo

Un año después
Estaban a finales de marzo y solo faltaba una semana para el primer
aniversario de su boda. Iban a marcharse a Ravello para celebrarlo y pasar
una segunda luna de miel, algo que tanto CANDY como TERRY estaban deseando
hacer.
Pero nada había salido según lo previsto.
En vez de estar haciendo las maletas, se dirigían al hospital en la lancha
motora de los DECARLO . CANDY agarraba con fuerza la mano de TERRY . Tenía
dolores y estaba asustada.
–Se ha adelantado –ahogó un grito al sufrir otra contracción.
–Casi hemos llegado –dijo él en voz baja antes de besarla–. Creo que está
deseoso de conocernos y de jugar con su hermano mayor –añadió mientras le
apartaba el cabello de la húmeda frente.
–Pues debiera haberme hecho partícipe de sus planes, porque no estoy
preparada. Pero, como es un DECARLO , hace lo que le da la gana y espera que
los demás se adapten a sus caprichos.
–Ya veo que entiendes a los DECARLO –observó él riéndose–. Y ahora vas a
tener uno más.
–Menos mal que me encantan los niños pequeños –dijo ella sonriendo
levemente–. Solo quiero que esté sano. Me da miedo que se haya adelantado.
–Yo también lo hice. Te prometo que será un bebé perfecto.
–No tiene que ser perfecto. Lo querré sea como sea.
–Lo sé. Eres la mejor de las madres y de las esposas –TERRY volvió a
besarla–. Bella CANDY , ti amo.
–Yo también te amo –le apretó la mano con más fuerza–. Voy a tener otra
contracción. Cada vez vienen más deprisa y menos espaciadas. A ver si
llegamos de una vez. No quiero dar a luz en una motora.
–Ya casi estamos –la besó en la frente.
–¡Ay! –exclamó ella–. Esto se pone serio.
La motora estaba disminuyendo de velocidad.
–Veo la ambulancia –dijo TERRY –. Ya hemos llegado. Todo va a salir bien.
–Con tal de no dar a luz en la lancha, no me quejaré.
Él sonrió, pero no le contestó, ocupado en ayudarla a respirar para soportar
el dolor.
–Te quiero –susurró–. Y estoy orgulloso de ti. Juntos hemos creado una vida
maravillosa.
TERRY le repitió las mismas palabras menos de una hora después mientras tenía
en brazos a su hijo recién nacido, al que habían decidido llamar JULIO ,
en recuerdo de su querido hermano.
A CANDY se le llenaron los ojos de lágrimas al ver a TERRY recorriendo la
habitación del hospital acunando a su hijo y murmurándole palabras en italiano.
Aunque todavía ella no lo hablaba con fluidez, entendió lo que le decía.
«Te quiero, mi niño bonito».
Pensó que el círculo se había cerrado. ¡Qué asombroso círculo! Lleno de
amor y esperanza, y con un final feliz propio de los cuentos de hadas.
Lo que debía de querer decir que los cuentos de hadas se hacían realidad. En
Venecia, al menos.

FIN

El ángel que nos unió unió. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora