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-¿Por qué no ponemos un hechizo que oculte el coche?
Es la tercera noche de vigilancia en ese apestoso vehículo y estoy desesperado por deshacerme del olor de esta jaula de metal. Draco tamborilea los dedos sobre la puerta, sus ojos vagan por la calle con desgana. No cree que nadie vaya a aparecer. Sinceramente, yo tampoco.
-Sería complicado. El hechizo funciona mejor con personas porque estamos en constante movimiento. Si de repente hiciera desaparecer este coche, el hueco de aparcamiento parecía vacío pero nadie podría ocuparlo sin chocarse con él. ¿Un coche chocando contra algo invisible? Eso es raro hasta para un muggle.
-No pareces que tengas en mucha estima a los muggles.
Se encoge de hombros. Hoy lleva una jersey negro que se pega a su piel, haciendo resaltar la musculatura de sus antebrazos. Parece que además de estilizado, le gusta mantenerse en forma.
-Vivo y dejo vivir. Algunos son idiotas, otros más inteligentes. Justo como los magos.
-Y como los vampiros. –añado, ganándome un asentimiento de su parte.
Su cabeza se gira para observarme. Ha echado el asiento ligeramente hacia atrás así que está algo inclinado. Yo no necesito hacerlo, podría pasar horas en la misma posición sin molestarme, si no fuera por el maldito olor.
-¿Por qué bebes sangre animal?
Nos alojamos en un hotel de las afueras y anoche tuve que ir a cazar. Compartimos habitación así que no pude ocultar mi marcha. Aún así no hizo preguntas y supuse que no le interesaba demasiado. Creo que me equivocaba.
-No quiero acabar con vidas humanas. Quiero aferrarme a la humanidad. Es algo que le debo a Carlisle.
-Tu creador.
-Mi padre a todos los efectos. Él me ha enseñado que cada vida es valiosa.
La sonrisa que me da carece de humor.
-No todas las vidas son valiosas. Algunos están mejor a tres metros bajo tierra. –replica.
-Aún así no soy quién para decidir eso. –suelta un bufido, burlándose de lo que estoy seguro considera ingenuidad. –Hubo una época en la que pensaba como tú. –percibo el brillo de sorpresa en sus ojos grises y sonrío con sorna. -¿Acaso eso no lo dice tu informe?
-El informe sólo tiene los datos básicos, ni siquiera fotografías. Sois difíciles de investigar.
-Cubrimos bien nuestras huellas.
-Háblame de esa época. –alzo una ceja y él pone los ojos en blanco mientras rebusca en la guantera hasta sacar un paquete de tabaco. Saca un cigarrillo y pronto el interior del vehículo se llena de ese humo mentolado. Ante mi silencio, chasquea la lengua para acabar cediendo. –Por favor.
