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Nos aparecemos en el interior de un almacén abandonado

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Nos aparecemos en el interior de un almacén abandonado. Una capa de polvo cubre el suelo y no se puede distinguir el exterior desde las ventanas opacadas por años de suciedad. Por eso me sorprende cuando Draco le da un interruptor que hace que todo el lugar se llene de una luz amarillenta proveniente de varias bombillas colgadas de viejas vigas de madera.

De pie, en mitad de ese extraño lugar, veo cómo hace levitar el cuerpo del mago hasta una silla que está demasiado bien colocada como para que sea casualidad. El aire se llena del polvo acumulado en el suelo que se levanta ante el paso de los costosos zapatos de Malfoy.

Me acerco hasta ambos, la silla es de metal y está anclada al suelo con tornillos. Unas cuerdas aparecen en los reposabrazos y rodean las muñecas del hombre. Otras más aparecen en sus piernas dejándolo completamente inmovilizado.

-¿A cuánta gente has traído aquí? –mi voz resuena en el espacio vacío.

-A un par. No fue demasiado útil. Esperemos que esta vez sí. –mientras habla se quita la chaqueta, que cuelga en un perchero que acaba de hacer aparecer con sólo un movimiento de su varita. Después, apunta con ésta al pecho del tipo. –Enervate.

El mago recobra la conciencia como si alguien le hubiera sacado de la oscuridad tirando de él con violencia. Sus ojos se mueven frenéticos de un lugar a otro, de mi rostro al de Malfoy. Puedo escuchar su corazón acelerado.

-¿Quiénes sois? –su voz suena áspera y también asustada aunque intente disimularlo. Sus pensamientos van a mil por hora.

-No estás aquí para hacer preguntas. –la voz de Malfoy es más fría que la nieve sucia que se acumula en el exterior. Carece de personalidad, es como una promesa de muerte que hace que me tense. –Estás para responder las mías.

El hilo de pensamientos del hombre cambia al notar el acento de su captor. Parece que su miedo se aplaca cuando intuye qué está pasando.

-Un asqueroso auror británico. –escupe las palabras con todo el desprecio que puede. –Todos moriréis cuando el señor tenebroso se alce más poderoso que nunca.

Puedo ver la sonrisa de desprecio de Malfoy, la luz amarillenta provoca que parte de su rostro esté ensombrecido, dándole un aire más mortífero aún. Luz y sombras en un sólo rostro.

-Justo de lo que quería hablar. Dime quiénes están contigo en ese patético grupito tuyo de resurrección.

La risa del tipo resuena en el almacén.

-¿Y crees que te lo diré? –el mago se inclina hacia delante, todo lo que las ataduras le dejan. –Sólo eres un patético crío que no sabe ni usar su varita.

Draco chasquea la lengua, dando un par de pasos hasta que la punta de su varita se clava en el pecho del otro mago. Justo encima de una palmera de un rosa chillón.

Colaboración. | Draco Malfoy x Edward Cullen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora