If we were older

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Martin cree que nunca se acostumbrará a Madrid. Sabe que tiene sus cosas buenas como el Prado, el Sorolla, el Retiro… Pero es que la falta de mar le amargaba todos los días.

Se había tenido que mudar hace unas semanas por su trabajo. Era profesor de arte, llevaba meses buscando trabajo y el único colegio que le había llamado de vuelta estaba en Madrid. No le quedaba otra.

Consiguió alquilar un piso compartido en las afueras de Madrid, ni siquiera se planteó buscarlo en el centro ya que era una causa perdida. Tenía dos compañeras de piso Chiara y Ruslana. Ambas rondaban su edad y eran muy majas y amables con él. Esperaba que de ahí saliera una bonita amistad y que no acabarán matándose unos a otros.

Agradecía que le hubiese tocado unas buenas compañeras de piso, pero había días que ni ellas lograban sacarle del vacío que sentía desde que llegó a Madrid. Martin admitía que era un poco exagerado, que debería estar agradecido por la oportunidad de trabajar, por fin, de lo que le gustaba. Pero no paraba de pensar en sus padres, sus hermanos, sus amigos, el mar… Se le juntaba todo y no tenía ganas de hacer nada.

Hoy era uno de esos días. Extrañaba tanto su vida en Bilbao.

“Venga vente Martin” Insistió Ruslana, por cuarta vez, intentando sacar al chico de su cama. “La tienda está literalmente a diez minutos.” Como no respondió miró a Chiara con preocupación.

“Yo prometo comprarte un bollo si vienes. ” Intentó Chiara también. Martin giró su cabeza hacia sus compañeras de piso. “Venga, te va a sentar bien.”

“Encima, mañana es tu primer día, deberías espabilar un poco, ¿no crees?” Martin escondió su cabeza con la almohada y escucharon un pequeño grito.

“Ruslana no seas tan dura con el pobre.” Susurró antes de darles un golpe suave en el brazo.

“Pero-” Chiara le desafió con la mirada. “Venga Martin te va a sentar bien.” Se sentó en la cama y sacó al chico de su escondite. “Nos apetece salir contigo un rato. No es lo mismo sin tí.”

El chico observó las caras de preocupación de sus compañeras. Se sintió mal al instante. “Bueno vale… Pero que sean dos bollos.” Se incorporó en la cama pero fue atacado por los brazos de las chicas y acabó otra vez tirado.

___

Ya en el supermercado empezaron a comprar las cosas que necesitaban para la casa. Todo iba bien hasta que empezaron a llegar muchas personas. Como había mucha gente y no paraban de chocarse unos con otros, Martin se empezó a agobiar demasiado y empezó a costarle respirar.

Se giró hacia Chiara y Ruslana. “Chicas me encuentro un poco mal, voy a salir a tomar un poco de aire, ¿vale?” Dijo angustiado, intentando centrarse solo en ellas.

Chiara se acercó y le acarició el brazo. “Ay pobrecito. Sí espéranos fuera, no tardaremos mucho.” Martin asintió y se fue rápidamente a la calle.

Anduvo un poco hasta sentarse en un banco enfrente de un pequeño parque. Suspiró y se perdió en sus propios pensamientos.

A veces, cuando Martin se sentía solo, se paraba en cualquier sitio y se imaginaba que su alrededor era una obra de arte enorme. Buscaba los pequeños detalles que le hacían sentir algo, como la flor que había sobrevivido a la falta de agua, el perro que corría detrás de la pelota, el bebé riéndose… Aquel día se encontró algo distinto. Alguien distinto.

Al principio había escuchado el llanto de un niño pequeño entonces enfocó su mirada hacia el origen del sonido. Se encontró con la espalda de una niña pequeña que lloraba intensamente. Después un hombre bastante alto corrió hacia la pequeña y la abrazó con fuerza intentando calmarla.

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