Lección Nocturna.

196 3 0
                                    

                                                                                        23 de Junio del 20XX

Hoy fue un día especial en la escuela de ballet. Todas las chicas estaban emocionadas porque después del ensayo teníamos planeado ir a una discoteca. Nunca había ido a una discoteca, y la idea de pasar la noche bailando con mis amigas me llenaba de ilusión.

Antes de salir, tuve que pedirle permiso a Alejandro, mi padrastro. Estaba un poco nerviosa porque él suele ser bastante estricto con los horarios. Fui a su despacho y le expliqué la situación.

—Alejandro, ¿puedo hablar contigo? —le pregunté asomándome por la puerta.

—Claro, Clara. ¿Qué sucede? —respondió él, levantando la vista de sus papeles.

—Las chicas del ballet, Pavlova y otras amigas, han planeado ir a una discoteca después del ensayo. Me preguntaba si me darías permiso para ir con ellas —dije, tratando de sonar convincente.

Alejandro me miró con sus ojos serios y me hizo varias preguntas sobre el lugar, con quién iba y a qué hora pensaba regresar.

—Está bien, Clara, puedes ir —dijo finalmente—, pero debes llegar a casa antes de la medianoche y no debes beber demasiado. ¿Entendido?

—¡Sí, claro! Lo prometo. Gracias, Alejandro —respondí, sintiendo una ola de alivio y emoción. Lo abracé efusivamente como si fuese realmente una niña y le di un beso en la mejilla. Estaba tan contenta que me sentí llena de energía.

El ensayo fue duro, pero todas estábamos llenas de energía por lo que vendría después. Nos cambiamos rápidamente y nos dirigimos a la discoteca. Al principio, todo fue perfecto. La música, las luces, la compañía de mis amigas... todo era maravilloso. Pavlova y yo nos reíamos y bailábamos sin parar.

Pero, a medida que avanzaba la noche, empecé a perder la noción del tiempo y, lo admito, bebí más de lo que debía. Me dejé llevar por el ambiente y por la insistencia de mis amigas.

—¡Vamos, Clara! Solo una copa más, no pasa nada —dijo Pavlova, riendo y levantando su vaso.

Cuando miré el reloj, ya era muy tarde. Salí corriendo de la discoteca, sintiendo cómo el mundo a mi alrededor daba vueltas. Llegué a casa mucho más tarde de lo acordado. Alejandro me estaba esperando en la sala, con una expresión que nunca había visto antes.

—¿Dónde has estado, Clara? —me preguntó, su voz firme y llena de preocupación.

—Lo siento, Alejandro. Perdí la noción del tiempo. No volverá a suceder —dije, sintiendo un nudo en la garganta.

Alejandro me miró y, sin decir una palabra, supe que estaba muy decepcionado. Intenté disculparme, pero él solo me dijo que subiera a mi habitación. Luego, me reprendió severamente por no cumplir mi promesa y por ponerme en una situación tan peligrosa.

—Clara, te di dos condiciones muy claras y no cumpliste ninguna de ellas. Esto no es solo por llegar tarde, sino por ponerte en riesgo —dijo, su voz reflejando más decepción que enojo.

Mientras me reprendía, no pude contener las lágrimas. Me sentía profundamente arrepentida y su mirada de decepción solo hacía que me sintiera peor.

Después de la reprimenda, Alejandro me dio una tunda. No voy a mentir, dolió mucho. Pero lo que más me dolió fue su mirada de decepción y preocupación, adolorida y con lágrimas en los ojos. Me tiré en la cama, sollozando, sintiendo una mezcla de dolor físico y emocional. Realmente estaba arrepentida de lo que había hecho.

Sé que lo que hice estuvo mal y que tengo que recuperar la confianza de Alejandro. Prometí no volver a decepcionarlo. Por ahora, me queda reflexionar sobre mis acciones y las consecuencias de no cumplir mis promesas.

Espero que mañana sea un día mejor y que poco a poco pueda demostrar que puedo ser responsable.

Clara

Confesiones de una Hijastra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora