La consagración de la Primavera

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                                                                                   27 de Julio del 20XX

¡Hoy fue el día de la presentación! Estoy tan emocionada que todavía siento como si mi corazón estuviera latiendo a mil por hora. Desde que me desperté esta mañana, la sensación de nervios y alegría no me dejó en paz. Sabía que no tenía el papel principal, pero para mí no importaba. Lo único que me preocupaba era cómo me vería Alejandro.

Me preparé con mucho cuidado, revisando cada detalle de mi traje de ballet. El tutú blanco con detalles dorados se veía precioso bajo las luces del camerino, y la tiara que me coloqué en el cabello me hacía sentir como una verdadera bailarina profesional. Me miré al espejo varias veces antes de salir al escenario, ajustando pequeñas cosas, asegurándome de que todo estuviera perfecto. Y en cada momento, solo pensaba en cómo me vería él. Quería que me viera brillar, que me viera diferente... que viera cuánto había crecido.

La presentación fue mágica. El teatro estaba lleno, y aunque mis pies seguían los pasos de la coreografía con precisión, mi mente no podía dejar de imaginarme a Alejandro en la audiencia, observando cada uno de mis movimientos. ¿Estaría sonriendo? ¿Habría notado el detalle en mis manos, en la manera en que extendía los brazos? Todo lo que hacía era para que lo viera, para que estuviera orgulloso de mí.

Cuando la música terminó y las luces se apagaron, el aplauso fue ensordecedor. Mi pecho se infló de orgullo, pero lo único que quería era salir corriendo a buscarlo, para escuchar de su boca lo que había pensado. Apenas me quité los zapatos de ballet y corrí hacia la entrada del teatro donde sabía que me esperaría. Mi corazón latía tan fuerte que pensé que se escucharía en todo el pasillo. Y ahí estaba él, de pie, con su habitual calma.

—¡Alejandro! —grité casi sin aire—. ¿Cómo lo hice? ¿Cómo me veías desde tu asiento? ¿Me veías bien en mi traje?

No pude evitar lanzar todas las preguntas a la vez, mi mente era un torbellino de pensamientos y emociones. Él me miró con esa sonrisa tranquila, la que siempre me hacía sentir que todo estaba bien.

—Te veías maravillosa, Clara —respondió mientras sus ojos recorrían mi figura con una mezcla de orgullo y calidez—. Tus movimientos fueron perfectos, muy elegantes. Parecías flotar en el escenario. Estoy muy orgulloso de ti.

Sentí que se me iba el aire de la emoción. ¡Me había visto! ¡Le había gustado! Pero, a la vez, una sensación extraña crecía en mi pecho. No sé cómo explicarlo... tal vez porque, aunque sus palabras eran bonitas, necesitaba más. Algo dentro de mí pedía más que solo una felicitación. Tal vez... una validación más profunda, una cercanía que aún no encontraba.

—¿De verdad te gustó? —insistí, esta vez con un poco más de nerviosismo. Quería estar completamente segura.

Alejandro asintió con la misma calma, pero había algo en su mirada que me decía que lo entendía, que sabía que buscaba más.

—Por supuesto —dijo con firmeza—. Me encantó, fue una presentación hermosa, y estabas preciosa. Como siempre.

Nos dirigimos al restaurante después de la presentación. No habíamos planeado ir a cenar, pero ambos necesitábamos relajarnos. El lugar era elegante, con luces tenues y una música suave de fondo. Mientras él revisaba el menú, yo jugaba con la servilleta entre mis dedos, tratando de reunir el valor para decir lo que realmente sentía. Había algo en mi pecho que necesitaba sacar, pero no sabía cómo expresarlo.

Después de que pedimos la comida, tomé aire profundamente. Sabía que si no lo decía ahora, me arrepentiría.

—Sabes... —empecé, mirando hacia mi plato y no a sus ojos—. A veces siento que necesito más atención... no solo como hoy en el escenario, sino en general. Como si... no sé, como si necesitara que me vean más. Especialmente tú.

Por un momento, el silencio se apoderó de la mesa. Sentí un nudo en la garganta al ver que Alejandro me observaba con seriedad, pero no con dureza. Parecía estar reflexionando sobre mis palabras, como si entendiera lo que yo misma aún no terminaba de comprender.

—Clara... —dijo al fin, con su voz suave y calmada—. Siempre te presto atención. A todo lo que haces, no solo hoy. Te veo en cada pequeño detalle, incluso cuando crees que no me doy cuenta. Sé lo importante que fue para ti esta presentación, y por eso quise estar aquí. Pero quiero que sepas que no solo te veo en el escenario. Te veo siempre.

Sus palabras me hicieron sentir una mezcla de alivio y vergüenza. Me miraba tan intensamente, como si estuviera descifrando cada parte de mí. Bajé la mirada, sintiéndome pequeña, pero también comprendida.

—Gracias... —murmuré, jugueteando con el borde de la servilleta—. Es solo que... a veces siento que no soy suficiente, y por eso... no sé. Quizás estoy buscando algo más.

Alejandro extendió la mano y la puso sobre la mía. Su toque fue suave, pero firme, lo suficiente para hacerme sentir segura.

—Eres suficiente, Clara. No lo dudes ni por un segundo —me dijo con convicción—. Eres una joven fuerte y talentosa, y cada día que te veo, lo confirmo más. No tienes que hacer nada más para demostrarlo.

Nos quedamos en silencio por un momento, y me di cuenta de que no necesitaba decir nada más. Sus palabras y su gesto fueron suficientes. A veces, lo que más necesitamos no son grandes declaraciones o gestos grandiosos, sino sentir que alguien realmente nos ve, nos comprende, y nos acepta tal como somos. Y en ese momento, supe que Alejandro lo hacía.

La cena continuó tranquila, pero dentro de mí, algo había cambiado. Me sentía más en paz, sabiendo que, aunque no siempre encontraba las palabras adecuadas, Alejandro entendía lo que realmente necesitaba.

Confesiones de una Hijastra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora