Pijamamada (HUNTAKE)

Capítulo 9

La madrugada traía un silencio denso, roto solo por el zumbido suave del secador que Hunter manejaba con esmero. Jake, con los ojos entrecerrados, dejaba que la calidez del aire lo despeinara sin chistar. Casi adormecido por el cansancio acumulado, intentaba con todas sus fuerzas vencer sus ganas de dormir para poder continuar escuchando la voz melodiosa del pelinegro, quien no dejaba de contar mil y un historias, tan divertidas como absurdas. Daba igual qué tan casuales fueran, Jake no se permitiría perderse ninguna de ellas hasta que su cuerpo se desplomara completamente, hundido en el cansancio.

-Y de esa manera mi madre buscaba mi muda de ropa luego de bañarme -murmuró Hunter, elevando apenas la voz para que no quedara sepultada bajo el ruido del secador.

Jake abrió un ojo y dejó escapar una risa -Sabía de madres que les daban juguetes a sus hijos para mantenerlos quietos, pero amarrarlos como burrito con toallas... Suena a que eras todo un revoltoso de niño -opinó con gracia, sin poder borrar la sonrisa burlona que se estiraba desde las comisuras de sus labios.

Hunter se encogió de hombros, su sonrisa se reflejó en el pequeño espejo que reposaba delicadamente en la mesita de noche junto a la cama. Sus dedos seguían moviéndose con calma entre el cabello del de ojos oscuros, deleitándose con la suavidad del mismo. Por otro lado, el mayor no podía contener su sonrisa, el confort que esas manos le proporcionaban era de otro mundo, sentía la frialdad en las yemas ajenas y no dudaría en admitir que hasta le había tomado gusto a la tan característica falta de calor en ellas. Eran pocos los momentos en los que podían permitirse reír de cosas tan simples, sin preocuparse por el mundo allá afuera.

-Sigo siendo un niño revoltoso -corrigió Hunter con una sonrisa fugaz que pronto se desvaneció, adoptando un tono más serio- En secundaria fui el chico problema, ese al que había que amarrar a la silla para que se quedara quieto. Todos, desde los padres de mis compañeros hasta mis profesores, me señalaban y decían que nunca sería una persona decente. Lo ignoré por mucho tiempo, en ese entonces no me importaba una mierda lo que opinara de mí un viejo fracasado o una señora castrosa-Su tono se suavizó, como si algo dentro de él se desmoronara mientras hablaba.

Se detuvo unos segundos, mirando al suelo. Su pierna se movía inquieta, repiqueteando contra el suelo, pero al notar que Jake esperaba en silencio mientras él continuaba secando su cabello, decidió calmar su ansiedad enfocándose en otra cosa. Deslizó su mano por las sábanas de Jake con delicadeza, sorprendiéndolo. A Jake le resultó curioso ver cómo Hunter intentaba alisar las arrugas de las sábanas con tanta vehemencia, casi como si fuera un ritual extraño que lo ayudaba a calmarse, o al menos eso notó superficialmente.

-Nunca he sido bueno manteniéndome al margen o quedándome quieto, así que los comentarios de los demás no me afectaban, nunca me lastimarían unas simples palabras. Pero a mi mamá... a ella sí le afectaban -suspiró y siguió secando con lentitud el cabello de Jake- Casi en mi tercer año pude darme cuenta de que mi comportamiento inquieto le causaba malestar. Empecé a escuchar sus llamadas a escondidas, después de oírla llorar varias noches seguidas. Escuché cómo le pedía consejo a una amiga, tratando de entender por qué la gente me juzgaba así... Fue como un golpe. Ahora sé muy bien cuánto le dolía escuchar esos comentarios tan duros de personas ajenas -murmuró, apenas audible.

Sus dedos temblaban levemente mientras apartaba mechones de cabello entre sus manos. Jake guardaba silencio, sosteniendo una de las piernas de Hunter en un gesto de apoyo, sin interrumpir el flujo de sus palabras.

-Quería cambiar, no por mí, sino por ella. No quiero que pienses mal, mi mamá nunca me impuso una forma de ser ni nada por el estilo, pero intenté redirigir toda esa energía en algo que la hiciera feliz y me ayudara a dejar de ser "el problema"-Hunter hizo una pausa.