Estados Confederados de América

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El sol del mediodía se filtraba por las cortinas de la oficina de México, bañando los muebles con un resplandor cálido y suave. México se encontraba detrás de su escritorio, revisando papeles con una expresión cansada y concentrada. Los días de trabajo eran largos y las dificultades que enfrentaba su país no parecían tener fin. Cada decisión se sentía como un peso más sobre sus hombros.

Un golpe suave en la puerta interrumpió su concentración. México levantó la vista, frunciendo el ceño ligeramente.

—¿Sí? —preguntó, su voz un tanto impaciente.

La puerta se entreabrió y uno de sus asistentes asomó la cabeza con una expresión de preocupación.

—Señor, lo lamento, pero hay alguien que desea verlo. Insiste en hablar con usted.

México suspiró pasando una mano por su cabello. Había dejado claro que no quería recibir visitas, al menos no en ese momento.

—Dile que no estoy disponible. No puedo recibir a nadie ahora —respondió, volviendo a sus documentos, tratando de ignorar la insistencia de su visitante.

—Lo intenté, señor, pero… —el asistente titubeó, mirando hacia el pasillo. —Este individuo… no aceptó un "no" como respuesta. Me temo que—

Antes de que el asistente pudiera terminar, la puerta se abrió de golpe, haciendo que ambos voltearan. Confederados entró en la oficina con una sonrisa arrogante en el rostro y una mirada que destilaba confianza.

—Espero no interrumpir demasiado, México —dijo con tono juguetón
— Pero es que he venido de muy lejos solo para hablar contigo.

México se puso de pie rápidamente, su semblante tenso. El cabello rubio, los ojos brillantes… Durante un segundo, su corazón se aceleró, pensando que era Estados Unidos.

—¿Tú…? —susurró, sintiendo un torbellino de emociones mezcladas con ira y frustración—¡No quiero nada contigo, USA! ¡Vete de aquí ahora mismo!

Confederados soltó una risa suave y, con las manos en los bolsillos, dio un par de pasos dentro de la oficina, ignorando la hostilidad en la voz de México.

—Oh, ¿te refieres a mi querido "hermano"? —respondió, casi con un toque de burla en su tono— No, no, no. Me temo que te has confundido. No soy Estados Unidos. Aunque… —se inclinó ligeramente hacia México, sus ojos brillando con diversión— puedo entender la confusión.

México se quedó en silencio por un momento, examinando con detenimiento al intruso. El parecido era innegable, pero había diferencias. La piel bronceada, la postura un tanto más relajada y desinhibida… Y la sonrisa, esa sonrisa arrogante que parecía disfrutar de su reacción. Aunque USA también tuviera una sonrisa arrogante ambas eran diferentes.

—¿Quién eres entonces? —preguntó México con frialdad, aún en guardia.

Confederados esbozó una sonrisa amplia, como si estuviera encantado de haber captado la atención de México. Dio un paso más, extendiendo una mano en un gesto amistoso, aunque con un toque de altanería.

—Soy Confederados, representante de los Estados Confederados de América, un gusto. —se presentó, sin molestarse en ocultar el tono narcisista en su voz —Y he venido porque tengo un interés muy particular en conocerte.

México observó la mano extendida por un momento, sin hacer ningún movimiento para estrecharla. Su desconfianza seguía presente, pero también su curiosidad.

—¿Y qué clase de interés podría tener alguien como tú en mí? —preguntó, cruzándose de brazos, decidido a no dejarse intimidar por la actitud de Confederados.

El Viaje de Dos Colonias (USAMEX) CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora