ᴜɴ ʀᴇꜰᴜɢɪᴏ ᴅᴇ ᴀᴍᴏʀ

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Tras un día agotador en el trabajo, Hannibal Lecter, un alfa intimidante, anhela el refugio de su hogar y el cariño de su adorable esposa, una omega comprensiva. Tu, con ternura y devoción, lo recibes con los brazos abiertos.

El sol se despedía del horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras, anunciando el final de otro arduo día en la vida del Dr

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El sol se despedía del horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras, anunciando el final de otro arduo día en la vida del Dr. Lecter, un alfa de porte imponente y mirada penetrante. Sus manos, curtidas por años de trabajo como psiquiatra forense, apretaban con fuerza el bolígrafo, dejando marcas en el papel como si fueran cicatrices. El día había sido agotador, plagado de casos macabros y mentes retorcidas que desafiaban su capacida de comprensión. La tensión y el estrés acumulados en su trabaja se reflejaban en sus hombros tensos y en la línea severa que marcaba su frente.

Lo único que anhelaba era volver a la calidez de su hogar. Allí, con su adorable esposa, su omega, la cual siempre lo esperaba con los brazos abiertos, lista para ofrecerle el consuelo y el cariño que solo ella podía darle.

Al cruzar el umbral de su elegante hogar, lo primero que golpeó a Hannibal fue el dulce aroma de su omega. Un aroma que siempre lograba calmarlo y hacerle sentir que estaba en el lugar correcto, un oasis de paz en medio del caos de la ciudad, un aroma a arándanos y vainilla lo envolvió, calmando su agitado espíritu.

Siguió ese rastro, dirigiéndose a la cocina, su adorada esposa, una omega radiante, preparaba una cena a base de pescado fresco y verduras aromáticas, su dulce aroma mezclándose con la música clásica que emanaba de la sala. Hannibal se acercó a ella, sus pasos suaves sobre la alfombra persa. Sin pensarlo dos veces, se acercó a ella, envolviendo su cuerpo en un abrazo desde atrás y apoyando su cabeza en el hombro de su esposa.

Al sentir su presencia, giraste tu cabeza con una sonrisa radiante que iluminó su rostro. "Hannibal, mi amor, has vuelto", susurraste con voz suave como la seda. "Sí, mi querida", respondió él, inclinándose para depositar un beso en tu frente. "Y estoy exhausto".

Lo observaste con ojos llenos de ternura, siempre comprensiva y amorosa, dejaste de lado lo que estabas haciendo, comprendiendo de inmediato su necesidad. "Ven, mi alfa", le dijiste, tomando su mano y guiándolo hacia la sala. Allí, lo recostaste en tu regazo, Hannibal se hundió en la suavidad y comodidad que le brindabas. Cada movimiento de tus manos era una declaración de amor silenciosa, una promesa de que siempre estarías allí para él, acariciando su cabello con delicadeza. "Déjame mimarte, Hanni", murmuraste, tu voz cargada de amor

Hannibal, disfrutando de tu toque mágico. El aroma de lavanda que emanaba de su cabello y de su piel lo envolvía en una nube de tranquilidad, calmando su mente y apaciguando su alma. En ese momento, solo existías tu, su refugio, su oasis, su omega.

"Eres mi alfa fuerte y valiente, pero aquí, en nuestros momentos juntos, puedes ser simplemente mi Poeta. Me encanta cómo cuidas de nosotros, cómo siempre piensas en los demás. Pero ahora, déjame cuidar de ti." Mientras lo mimabas, Hannibal observaba el fuego crepitando en la chimenea, hipnotizado por la danza de las llamas. Su mente, antes llena de pensamientos tortuosos y casos perturbadores, se encontraba en paz, en armonía. Solo el sonido de la música clásica y el suave murmullo de tu voz lo acompañaban en ese estado de serenidad.

Al cabo de un rato, Hannibal sentía cómo su cuerpo se relajaba bajo las caricias y palabras de su omega. Cerró los ojos, permitiendo que el estrés del día se desvaneciera. Poco a poco, se dejó llevar por la paz y el amor que le ofrecías, tus manos descansando sobre su pecho. "¿Te sientes mejor, mi amor?", preguntaste con voz dulce. "Mucho mejor, mi querida Musa", respondió él, abriendo los ojos y mirándola con una expresión de profunda gratitud. "Eres mi ángel".

Sonreíste, sus ojos brillando con amor. "Y tú, mi alfa, eres mi fuerza", dijiste, inclinándote para besarlo en los labios. Un beso lleno de ternura y pasión, que selló su vínculo inquebrantable. Cayendo en un sueño profundo y reparador en tu regazo, observaste con ternura, sintiendo un profundo amor y orgullo por su esposo. Sabías que, aunque el mundo viera a Hannibal como una figura imponente y temible, en su hogar, era tu alfa amado, tu compañero de vida, el hombre que confiaba en ti para encontrar consuelo y amor.

Mientras acariciabas suavemente el cabello de Hannibal, te inclinaste y besaste su frente, murmurando una última vez: "Siempre estaré aquí para ti, mi amor. Siempre."Y así, en la tranquilidad de su hogar, el alfa encontró su refugioen los brazos de su omega, sabiendo que, pase lo que pase, siempre tendría un lugar donde ser amado y cuidado.

𝐎𝐧𝐞 𝐒𝐡𝐨𝐭 || 𝐇𝐚𝐧𝐧𝐢𝐛𝐚𝐥 𝐋𝐞𝐜𝐭𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora