Mis ojos se abrieron a la fuerza, tratando de acostumbrarse al resplandor que se filtraba por las ventanas rotas de la choza. La luz del sol le daba onda al polvo en el aire, creando un espectáculo que no pedí, pero que al menos daba algo de vida a este tugurio.
Mi edredón, más parecido a un trapo, se aferraba a mí como si fuera la cosa más preciada que poseo. Casi podía escuchar las risas de las ratas en algún rincón oscuro.
Con movimientos lentos, me levanté, evitando los crujidos más fuertes. Las ventanas rotas parecían murmurar historias de abandono, pero la luz matutina trataba de hacerlas pasar por algo más. Pisé con cuidado el suelo irregular, ignorando los baches y las imperfecciones.
Me fui a duchar al laguito que está ahí afuera de mi choza. Debo agradecer que tengo agua medio decente para bañarme, porque si no fuera por este charquito, estaría oliendo a mierda total. Ni electricidad tiene esta choza, así que menos va a tener agua corriente. Después de zambullirme, me vestí y de paso, exprimí mi ropa mugrosa. No tengo un arsenal de prendas y no me puedo dar el lujo de acumular ropa sucia toda la semana.
De camino al instituto, revisé mi horario. Vi que tengo historia a primera hora, otra materia que me va bien, aunque prefiero biología.
El día estaba soleado, el cielo más claro que mi futuro incierto. Los árboles hacían su baile con la brisa. La sensación de la luz del sol y el viento chocando con mi cara me dieron ganas de transformarme y correr como si no hubiera mañana. Pero bueno, la realidad es que no puedo hacer eso. Los humanos, en su mayoría, piensan que los hombres lobo son solo un cuento para asustar a los niños. Algunos quizás han tenido encuentros cercanos, pero es difícil que la gente te crea sin pruebas contundentes.
Llegue al instituto y me dirijo al salón de clase, de camino paso por un pasillo donde hay dos chicos besándose, más adelante hay dos chicas que se burlan de otra chica porque se le ha roto el pantalón y por último esta mi salón de la clase, aula A14.
Al entrar al salón, me dirijo a mi asiento y dejo caer la mochila encima de él. Pasan unos minutos y unas chicas riéndose a carcajadas me echan miradas feas y actúan como si no existiera, ya estoy acostumbrada a la onda de esas chicas. Se creen la gran cosa, con la cabeza en las nubes y la idea de que ser guapas y tener billete les da pase libre para pisotear al resto. Pero está clarito que son solo caras bonitas, porque por dentro están más vacías que una pecera en el desierto.
Trato de hacer oídos sordos porque empiezan a hablar a todo pulmón, y sus voces son tan molestas que me dan ganas de arrancarme los oídos. Saco mi libro de la mochila y me pongo a leer. Este libro le pertenecía a mi madre, lo he cuidado como oro todo este tiempo. Lo he leído muchas veces, pero no me canso de hacerlo. De repente, caigo en cuenta de ese olor a vainilla que se hace cada vez más fuerte. Mi corazón se acelera, y se me pone la piel de gallina ¿Será el lobo del bosque o el chico que me lanzó miradas ayer en el patio del instituto? Y quién sabe, podrían ser la misma persona.
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Luna Azul
Viễn tưởng-PORTADA EN PROCESO- En un mundo donde los lazos de la manada lo son todo, Stella ha vivido bajo la sombra del rechazo. Desde su infancia, tras la muerte de su madre, sufre el desprecio de aquellos que deberían protegerla. Tras su primera y doloros...