Capítulo 4 - Cicatrices Compartidas

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Después de un baño caliente, me cambié de ropa y decidí bajar

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Después de un baño caliente, me cambié de ropa y decidí bajar. El hambre empezaba a apretar. Bajé al primer nivel y no vi a nadie. La casa tenía un diseño abierto, permitiendo ver la cocina y el comedor desde la sala. No tuve que buscar mucho para darme cuenta de que estaba sola. Vi una puerta abierta junto a la cocina que daba al exterior, la curiosidad me ganó y decidí explorar.

Al llegar, encontré un amplio balcón, pero no estaba sola. Gareth estaba sentado en un sillón, su espalda apoyada contra el respaldo y las piernas ligeramente estiradas. Miraba al frente, fumando un cigarro. Notó mi presencia, pero no se inmutó.

Me senté en un sillón pequeño frente a él, observándolo en silencio.

—¿Has comido algo? —preguntó, sin apartar la mirada de la distancia.

—No tengo hambre —mentí, aunque mi estómago rugía en protesta.

—¿De dónde saliste Stella? —su voz era suave, casi susurrante, pero cargada de curiosidad.

—Me expulsaron de mi manada anterior —respondí, sintiendo la tristeza anidar en mi pecho.

Gareth se inclinó hacia adelante, su expresión grave.

—No tienes que contármelo si no quieres —dijo con suavidad.

Por alguna razón, sentí la necesidad de abrirme. Gareth me inspiraba una confianza que no había sentido en mucho tiempo.

—Mi madre murió cuando era muy pequeña, y crecí sola... —comencé, mi voz temblando al recordar. Le conté todo sobre mi pasado, excepto lo que había sucedido en el bosque antes de llegar al pueblo, y se sintió liberador.

Sé que él es el lobo del bosque, pero no tocare el tema hasta que el decida hacerlo. Gareth escuchó cada palabra con atención, sus ojos reflejando comprensión y empatía.

—Me gustaría hacer que paguen por todo lo que te hicieron. Solo dime que sí, y lo haré —dijo, su voz llena de una furia contenida pero también de una ternura que me desconcertó.

—¡No! No vale la pena, y además quiero ser yo quien los haga pagar —respondí, poniéndome de pie con determinación.

—Y yo estaré ahí para ayudarte —dijo, levantándose también y acercándose a mí. Estaba tan cerca que podía sentir su respiración en mi piel.

Sus ojos bajaron a mis labios, y por un momento pensé que me iba a besar. Me quedé paralizada, mi mente gritando que no, pero mi cuerpo deseando que sí. Nunca había besado a alguien, y siempre me había preguntado cómo se sentiría.

Gareth retrocedió, rompiendo el momento.

—No haré nada hasta que tú me lo pidas —dijo con una expresión seria, antes de girarse hacia el interior—. Debes tener hambre. Te haré algo de cenar.

Lo seguí con la mirada mientras se alejaba, sintiendo una mezcla de alivio y decepción. Me quedé en el balcón, inhalando el aire fresco de la noche y tratando de ordenar mis pensamientos. Todo había cambiado tan rápido, y no estaba segura de cómo manejarlo. Pero algo en Gareth me decía que, a pesar de su exterior frío y distante, él entendía mi dolor más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Luna AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora