-PORTADA EN PROCESO-
En un mundo donde los lazos de la manada lo son todo, Stella ha vivido bajo la sombra del rechazo. Desde su infancia, tras la muerte de su madre, sufre el desprecio de aquellos que deberían protegerla. Tras su primera y doloros...
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La cena había terminado y el ambiente del bar comenzaba a quedarse en silencio, solo interrumpido por los murmullos lejanos de los últimos clientes. Scott y yo nos quedamos solos, Patrick se había marchado para llevar a Samira a casa. La luz tenue y cálida de las lámparas colgantes creaba sombras alargadas que danzaban en las paredes, añadiendo un toque inquietante a la atmósfera.
—¿Quieres que te acompañe a tu casa? Así no te vas sola —preguntó Scott, sus ojos reflejando preocupación sincera.
Sentí una punzada de ansiedad al recordar las palabras de Agatha. Si Gareth nos veía juntos, no quería imaginar la reacción que podría tener. Respiré profundo, tratando de ocultar mi nerviosismo.
—No, está bien. Gracias. Van a venir a buscarme —mentí, intentando sonar convincente.
Justo en ese momento, Patrick regresó, interrumpiendo nuestra conversación.
—Hey, Scott. Ya dejé a Samira en casa. Es hora de irnos —anunció mientras se acercaba.
Scott me miró con una mezcla de duda y preocupación.
—Si quieres, le puedo decir a Patrick que esperemos aquí hasta que vengan por ti —insistió.
Negué rápidamente. No podía permitirlo. Nadie vendría a buscarme.
—No es necesario. Pueden irse. Ya deben estar de camino por mí —respondí, esforzándome por mantener la calma.
—¿Segura? —me preguntó, sus cejas fruncidas en una expresión de preocupación.
—Sí —afirmé, tratando de parecer relajada.
Patrick intervino, tratando de disipar la tensión.
—Ella estará bien, Scott. Además, no dijiste que es buena peleando. Si algo llegara a pasar, que dudo que pase algo aquí dentro, ella sabrá defenderse.
—Patrick tiene razón. No me pasará nada —aseguré.
Scott suspiró, finalmente cediendo. Sacó una servilleta y anotó algo rápidamente.
—Este es mi número. Cualquier cosa, no dudes en llamarme —dijo, pasándome la servilleta con su número antes de levantarse.
Observé cómo se alejaban, la puerta cerrándose suavemente detrás de ellos. Me quedé sentada en la mesa por unos minutos más, esperando que la tensión en mi estómago se disipara. Finalmente, me levanté, decidida a enfrentar la noche sola.
Salí del bar y el frío de la noche me envolvió, haciéndome estremecer. La luna no estaba llena, pero su luz era suficiente para iluminar el camino. El aire era denso, casi tangible, y el silencio era roto solo por el susurro del viento entre los árboles.
Comencé a caminar, recordando las indicaciones de Agatha. El camino a la casa de Gareth era largo y sinuoso, y a medida que avanzaba, la oscuridad parecía volverse más opresiva. Cada crujido de las ramas, cada susurro de la brisa me hacía acelerar el paso, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho.