propuesta

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"Cuando escribiste tu inicial en el árbol del jardín no lo sabías pero realmente la estabas escribiendo en lo más profundo de mi corazón. Ese es un árbol milenario, como mi amor por ti, nunca muere."

"Es todo un milagro que este árbol no esté podrido." Rio Juanjo mientras se balanceaba en el columpio que había en mi jardín. No comprendía cómo seguía soportando peso, con la rueda tan rota y las cuerdas deshilachadas. "Qué recuerdos."

Yo estaba sentado al lado del árbol y me limité a sonreír, escribiendo en mi libreta.

"¿Qué escribes en tu libreta? Esta última semana que nos hemos visto siempre la llevas encima." Preguntó Juanjo curioso.

Después de vacilar un poco sobre contárselo o no, llegué a la conclusión de que no tenía nada que perder. "Soy un intento de escritor. Me daba un poco de vergüenza decirlo porque eso haría que esto pareciese una película mala de domingo que echan en la 1. Escritor frustrado se muda al campo en busca de inspiración. Sólo faltan los animales." Resoplé.

"Y el interés amoroso." Remarcó Juanjo, riéndose.

"Bueno sí, que ya me entiendes." Dije rápidamente separando la paja del trigo, desviando la mirada hacia otro punto para q no notase mi nerviosismo.

"No te deberías avergonzar por eso."

Decidí no contestar. Su apoyo siempre había sido muy importante para mí, y por eso mi corazón empezó a ir a mil por hora.

De repente, el vaivén del columpio que acompañaba a nuestra conversación cesó, por lo que aparté la mirada del cuaderno para ver cuál había sido el motivo.

"¡Martin! ¿Crees que nuestras iniciales seguirán talladas en el árbol?" Preguntó entusiasmado.

Me levanté lentamente para rodearlo y encontrar talladas una J y una M. Seguían intactas, aunque una pequeña costra de corteza, como si fuese una cicatriz que la propia naturaleza estuviese sanando.

Juanjo me siguió por detrás y de manera poco disimulada, hizo una foto a las letras.

"No me lo puedo creer." Susurré mientras rozaba el árbol con la yema de mis dedos.

No dijimos nada durante un periodo corto de tiempo, como si el momento fuera frágil y pudiésemos romperlo de alguna manera.

"Casi te doy un beso ese día." Admitió el mayor en un murmullo, lo que hizo que me diese la vuelta bruscamente.

"¿Qué?"

"Salió tu madre con la merienda, por eso no lo hice. Me alegro de no haberlo hecho."

Fruncí el ceño levemente, no comprendiendo nada.

"¿Por qué?"

"Ahora, con tus experiencias has podido identificar que tus sentimientos por mí eran más que los que tenías por un amigo, sin embargo en ese momento no lo sabías. Te fuiste un mes después, eso sólo habría empeorado las cosas." Argumentó.

"Deberías haberlo hecho." Insistí. "Igual habría sido todo diferente."

"Ya vale de agarrarnos a los ' y sí...' porque no podemos tener ni idea. Tanto tu punto de vista como el mío podrían haber sucedido, ¿Por qué tanta insistencia por lo del beso? Es una tontería."

"Para mí no es una tontería." Contraargumenté. "Ojalá lo hubieses hecho."

Juanjo puso los ojos en blanco y resopló fuertemente.

"No puedo controlar mi pasado. Sin embargo, sí que puedo controlar el presente." 

Me quedé mirando a sus ojos esperando una confirmación de que no había malinterpretado sus palabras. No quería fastidiarlo todo acercándome a por un beso que no era mutuo. Sin embargo mis dudas fueron abruptamente puestas en parón cuando Juanjo sujetó suavemente mi mandíbula y se acercó a darme un pequeño pico.

Suspiré en el beso. Desde que había llegado de nuevo al pueblo, el pensamiento de besarle no había dejado de rondar mi cabeza, y podía imaginarme que le había pasado lo mismo, por nuestros torpes intercambios de palabras que a veces terminaban en mejillas sonrojadas. 

Me quedé estático, mirándolo con los ojos cristalinos, antes de acercarlo a mí y juntar finalmente sus labios con los míos, de manera menos casta.

La corteza del árbol me hacía pequeños rasguños en la espalda y a su vez mojaba mi camiseta por la humedad de la mañana y sin embargo, estar por fin besando a Juanjo en el lugar donde nuestras iniciales fueron talladas hace tantos años, hacía que mi corazón se ablandara ligeramente y mi pecho se pusiese caliente. Se sintió como encontrar por fin el confort y la sensación de compañía que tanto había buscado últimamente.

"Creo que va a empezar a llover. ¿Podemos entrar?" Preguntó Juanjo cuando nos separamos.

"Claro." Asentí.

"Tengo malos recuerdos de tu casa." Reveló mientras entrábamos al salón.

"Yo también. A veces tengo pesadillas."

"Es por tu padre, ¿No?" Preguntó Juanjo suavemente. "No quiero ser intrusivo."

Asentí ligeramente y tras unos segundos pensando como abordar el tema y ordenar mis sentimientos, las palabras empezaron a salir de mi boca como de una presa rota. "No veo a mi padre desde que me fui de aquí. De hecho nos fuimos por su culpa. No nos buscó activamente, al menos. Mi abuelo paterno se negó a darle explicaciones. Hace unos meses murió en un accidente de coche y me informaron que tenía esta casa en la herencia. "

"Me lo barrunté. Fue la única explicación que pude encontrar, por eso no te guardé rencor. A mí me daba miedo y ni siquiera vivía aquí." Dijo mientras me acercaba a darle un abrazo, el cuál me devolvió con los brazos abiertos.

"Cada día me parezco más a mi padre físicamente. Me da mucho miedo pensar que me puedo parecer a él en otros aspectos también. Veo expresiones suyas en mí, me aterraría ver sus acciones también."

"Martin, no. Eres una persona bondadosa, tu padre era todo lo contrario, el hecho de que la sangre os conecte no significa que vayas a empezar a actuar como él. Y eres mucho más guapo además ."

Resoplé en su pecho riendo.

"No lo siento así, además con la cicatriz y todo..."

"Martin esa cicatriz es la historia de tu vida. Evidentemente es un recuerdo doloroso, quiero decir, tu padre te aventó un plato en la cara. Pero es justamente una marca de eso, de que ya no está, de qué todo debe cicatrizar en algún momento."

Asentí con los ojos llorosos y volví a abrazarle con fuerza.

"No sé si quiero irme nunca más."

"No te vayas entonces. Podríamos... podrías venirte a mi casa. Está toda reformada y encima tengo un gato monísimo, no te daban alergia, ¿no? " Propuso.

"No, no me dan alergia. No sé si es buena idea. "

"Esta casa está cochambrosa, te trae malos recuerdos y además tienes que hacer muchísimas reformas. Que te vengas a vivir conmigo no tiene que significar nada de eso, eh, simplemente seríamos compañeros de piso. Y así nos haríamos compañía también."

"Tal y como siempre planeamos." Señalé. "Aunque si no recuerdo mal queríamos irnos a vivir a un barco pirata."

"Bueno, por suerte creo que esto es bastante más sencillo." Rio risueñamente.

"¿Podrías darme un poco de tiempo para pensarlo?"

"Claro que sí. Solamente es una propuesta, no quiero que te sientas forzado en absoluto." Dijo acariciando mi espalda.

Asentí lentamente y en un ataque de valentía me acerqué a darle un pequeño beso sobre los labios.

"Gracias." Susurré.

Juanjo negó con la cabeza reiteradas veces "No hay que darlas."

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