a tu vera

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"Música son todas las palabras que salen de tu boca incluso en el silencio más absoluto."

Hace 17 años

Era una tarde de verano como cualquier otra. Estábamos tirados en el césped de la piscina del pueblo jugando a la baraja española.

Juanjo iba perdiendo y estaba muy picado, acusándome de tramposo.

"En mi casa no jugamos así." Defendió, haciendo que me riese un poco. "¡Oye, no te rías!"

"Es una tontería. Si te vas a picar no me sumes los puntos y ya está, que me da igual."

"Así es una mierda. No eres nada competitivo." Se quejó, tumbándose sobre la toalla y mirando fijamente la sombrilla que había encima nuestro.

"Lo siento, ya sabes que no es lo mío." Recogí la baraja y me tumbé en mi propia toalla al lado.

Después de un rato en silencio, se dio la vuelta para mirarme.

"¿Crees que besarse en importante?" Preguntó Juanjo en voz baja.

Resoplé negando con la cabeza. Estaba bastante sorprendido porque Juanjo nunca hablaba en voz alta de cosas que le pasaban que le molestaban, le costaba abrirse.

"¿Lo preguntas por algo en concreto?"  Pregunté en el mismo tono de voz.

"No." Hizo un parón dudando levemente. "Bueno sí. Inés intentó darme un beso el otro día y me quedé cortado. Ya voy teniendo una edad, ¿Sabes? No me debería dar tanta... cosa." Confesó avergonzado.

"¿Es porque realmente te da cosa besar o es porque no querías besar a Inés?" Seguía sin darle una respuesta, buscando que reflexionase un poco él mismo.

Escondió su cara detrás de su brazo y tras unos segundos contestó.

"Es que no lo sé. Inés es guapa, lista y siempre me trata genial. Además tenemos una conexión... No sé. Podríamos ser pareja. Sin embargo está claro que no porque no me siento capaz de besarle."

"Creo que los besos no tienen tanta importancia. La cosa es pasar tiempo los dos juntos, muchas veces el roce hace el cariño. Igual, llegado a un punto, besar te parezca el paso natural a dar. Cuando te besas con la persona que quieres creo que no importa si lo haces bien o mal; tampoco es que yo haya besado a nadie, pero así lo siento."

"Eres muy inteligente." Respondió susurrando. Parecía que no quería seguir con el tema, así que me quedé callado, respetando sus tiempos.

"Oye, ¿Qué tal estás llevando lo de tu abuelo?" Preguntó, mirándome con cautela.

"Bastante bien. Me resulta muy extraño no tenerlo por casa pero en la residencia va a estar mucho mejor, especialmente con la situación que hay en mi casa ahora mismo... está mayor, no quiero que se muera a disgustos. Antes, fingía que no pasaba nada y ya está, pero ahora cada vez le cuesta más ignorar las actitudes violentas de mi padre. A mi madre le da miedo que le haga algo, así que esto es lo mejor."

"¿Alguna vez has pensado en fugarte?" Preguntó Juanjo mirándome a los ojos.

"Jamás dejaría a mi madre sola." Negué instantáneamente.

"Se le está yendo de las manos, Martin. No puedo parar de recordar cuando viniste llorando a mi casa con toda la nariz ensangrentada y te tuvimos que poner puntos, por culpa de tu padre." Estábamos siendo muy discretos porque en el pueblo era muy fácil que las noticias se extendiesen como la pólvora.

"Prometimos no volver a hablar del tema."

"Lo sé, y sabes que yo no rompo mis promesas a la ligera. Estoy preocupado."

Le acaricié la nuca, mostrándole mi gratitud.

"Muchísimas gracias, Juanjo. Pero ya sabes que no puedo hacer nada."

"Si alguna vez se vuelve demasiado, necesito que me prometas que vendrás a buscarme lo antes posible y lo solucionaremos."

Asentí lentamente.

"¿Quieres un polo o unas pipas? Venga que invito yo." Juanjo se puso de pie, tratando de disipar la atmósfera densa que se había creado.

"Hombre pues un flash de lima limón no estaría mal." Dije con una sonrisa tímida levantándome.

Compramos el flash en el bar de la piscina y salimos, camino a mi casa. El sonido de las chanclas chocando con nuestros pies y algún que otro grillo fue lo único que se escuchó durante un tramo del camino.

"Revisando las cosas de mi abuelo he encontrado un disco de folclore. Lo he escuchado antes y creo que te gustará mucho."

Juanjo sonrió. "Seguro que me encanta."

Entramos solemnemente en mi casa, de la mano y lo llevé directamente a mi cuarto, donde tenía un reproductor de cds que me había regalado mi abuelo en mi cumpleaños número doce.

Presioné la tecla del play y nos sentamos juntos en la cama, sin ganas de tener una conversación, sino de estar en silencio, simplemente escuchando la música. Comprendíamos que a veces necesitábamos esos momentos.

"Me encanta A tu vera. Me la cantaba mi madre de pequeño." Dijo Juanjo en voz bajita en mi oído.

Seguimos hablando, susurrando en el oído del otro, arrastrando las palabras y riendo en voz baja ante nuestras ocurrencias, cuando de un portazo mi padre abrió la puerta.

"¡Quita la puta música de una vez! ¡Estoy intentando hacer papeleo y esto es insoportable."

Me quedé helado. Siempre me chillaba, pero evitaba hacerlo delante de mis amigos. De cara al pueblo siempre trataba de dar la mejor imagen.

"Lo siento, ya lo bajo." Dije corriendo rápidamente a bajarle el volumen.

"La próxima vez voy a aventar ese trasto y se acabó la música en esta casa." Dijo con un semblante muy sombrío. "Y dejad de venir a casa y encerraros aquí, que al final voy a terminar creyendo que de hecho sois unos maricas."

Cuando volvió a cerrar la puerta, me quedé mudo, sin atreverme siquiera a mirar a Juanjo a mi lado.

"Oye, ¿Tú sabes lo que significa marica?" Susurré. Mi padre me llamaba así desde que era pequeño pero mi madre siempre me daba evasivas a la hora de decirme qué significaba.

"Es un insulto." Susurró Juanjo de vuelta, sin moverse aún.

"Ya, ¿Pero qué significa?"

"Que te gustan los hombres."

En ese momento algo hizo clic en mi cabeza. Me podía imaginar que significaba algo así, sin embargo confirmarlo removía algo muy negativo en mi interior.

"Yo no veo que eso sea malo." Aún me sentía incapaz de mirarle a la cara.

"No lo es, Martin. La gente a veces no puede ver más allá de su odio, por desgracia." Me abrazó ligeramente por detrás, sintiendo mi consternación.

"Me sabe fatal que hayas tenido que ver esto." Le respondí, girandome al fin.

Negó levemente con la cabeza. "No te preocupes por esto, no es tu culpa. A partir de ahora iremos a mi casa y ya está, que tengo playmovils y todo. Y si lo necesitas te puedes venir a dormir, a comer o a lo que sea. Que ya sabes que mi madre te quiere mucho."

Asentí agradecido y salimos con todo el sigilo posible.

Ese fue el último día que la música sonó en casa.

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