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Juanjo se abalanzó sobre su hermana antes de que esta pudiese dar un paso más hacia fuera de la habitación. Emitiendo sollozos y llantos fingidos le rogaba que no le dejase solo allí, entre esas frías y amarillentas paredes del internado.

Juanjo, confía en mi si te digo que estos van a ser los mejores 4 años de tu vida. Además, Álex va a estar...

–Álex me puede comer los huevos –bufó interrumpiendo a su hermana–. De verdad, aún no entiendo como te puedes llevar tan bien con él, hija.

–Simplemente me tiene respeto por ser la heredera. Seguro que recuerdas cuánto le gustaba jugar a ser el rey cuando era pequeño. Me da pena, sus padres nunca han estado pendientes de él y tampoco tiene hermanos, solo nos tenía a nosotros.

–Lo dices como si los nuestros fueran los padres del año, y si, recuerdo lo gilipollas y envidioso que era nuestro querido primo desde que nació –el recelo brillaba en los ojos de Juanjo.

Naiara rodó los ojos, abrazando con un fuerte apretón a su hermano. No pretendía seguir con la conversación, pues la estaban esperando para una de las tantas ceremonias de esa semana en la Casa Real.
Aunque nunca lo hubiese expresado en voz alta, a ella le gustaría por un momento dejar esa parte de su vida en pausa y dedicarle todo el tiempo del mundo a su hermano pequeño.
Y, a lo mejor, poder elegir con quién casarse antes de cumplir 25, pero eso era una cuestión aparte.

–Ay, deja de ser tan gruñón, peque. Intenta disfrutar de la experiencia y... Ten cuidado de con quién te juntas, recuerda que papá y mamá te siguen teniendo vigilado –se separó de él para llevarse dos dedos a sus ojos, muy abiertos, y luego a los del príncipe, riéndose después–. ¡Y no te metas en más líos, por el amor de Dios!

Juanjo notó como la vida se le iba, como un fino hilo de luz saliendo de su cuerpo, mientras su hermana se alejaba por aquel estrecho y oscuro pasillo de la residencia.
Respiró hondo dos veces antes de meter sus maletas en su nuevo cuarto.

Durante muchos años, por no decir todos los que tenía de consciencia plena, Naiara era la única persona que podía considerar como cercana. No tenía muchos amigos, y los que tenía eran contactos superficiales que le conseguían colar en fiestas privadas.
Siempre con alguna condición, claro. Y a Juanjo le parecía que la única vía de escape posible a la ansiedad que le provocaba el Palacio, no tenía condición irrealizable.

A nadie le interesaba nada de él más allá del dinero que tenía o de su físico, su entorno se había encargado de dejárselo bien claro desde que era un crío.
Todo ser que pulule alrededor de su persona, se vería beneficiado de una manera u otra, ese es el funcionamiento que tenía la sangre real que corría por sus venas.

Nunca iban a reparar en si estás triste o feliz, ni si prefieres la música clásica o la moderna, cuáles son tus hobbies, tus metas.
¿Qué objetivo tienes de cara a futuro? Oh, espera... No es relevante, no tienes elección propia.
¿Qué es lo que sientes, qué es lo que realmente quieres en tu vida? Parecía hasta ilegal que alguien le cuestionase alguna vez algo así.

Solo su hermana sabía la parte más banal de su existencia: le encantaba ver pelis de miedo con un cubo de palomitas a rebosar, su deporte favorito es el remo, guarda en una cajita imanes de todos los lugares del mundo que ha visitado por el momento, sin duda la comida es lo que más feliz le hace, y su debilidad son las personas mayores.

➼//𝙨𝙩𝙪𝙥𝙞𝙙 𝙥𝙧𝙞𝙣𝙘𝙚... - 𝗷𝘂𝗮𝗻𝘁𝗶𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora