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Algo que no entraba en la lista de cosas que haría en el internado es acabar duchándose en el baño de Violeta.
No se lo confesó, pero también utilizó su loción corporal. No se podía resistir al olor a vainilla y nuez de macadamia tan agradable que desprendía siempre su amiga, y pareció dar en el clavo con el producto responsable de esto: un redondo bote naranja de la marca Sol de Janeiro.

Se peinó sin esforzarse mucho, dejando su mullet mojado y con pelos apuntando en todas las direcciones.

A los poco segundos se percató de que no tenía nada para cambiarse, su madre había conducido hasta el internado para traerles a él y a su hermana algo de ropa y un neceser, pero había olvidado coger su bolsa antes de entrar en la ducha.

Almudena y Violeta compartían risas en la habitación, sin percatarse de que Martin estaba parado delante de ellas, con solamente una toalla atada a la cintura.

Mamá se ha olvidado tu pijama –Dena le tendió en la mano una bolsita de tela, de todos los colores del arcoíris, que contenía ropa interior limpia y los vaqueros y camiseta que había pedido Martin a su madre que le trajese. También estaba su cepillo de dientes.

Pues vaya... ¿Y el tuyo también? –le dedicó una mirada de decepción.

–A mi me deja Violeta uno.

Martin dirigió sus ojos a la pelirroja, poniendo su mejor cara de cachorrito abandonado, esperando que captara la indirecta.

Chico, a no ser que quieras ponerte uno de los diez conjuntos de pijama de satén que tengo... Las camisetas oversized y yo no nos llevamos especialmente bien, lo siento –le respondió mostrándole el interior de su armario.

Las comisuras de sus labios se elevaron ligeramente. Volvió a entrar al baño para cambiarse, dejando la puerta entornada.

Tendré que dormir en calzoncillos con el príncipe, que se le va a hacer, ¿no? –su hermana no pudo contener una risa ahogada.

Seguro... ¡Como mucho dormirás en el suelo, mamón! –le contestó Violeta.

El vasco notó el recelo en sus palabras, pero aún así no podía dejar de sonreír para si mismo, sabiendo que estaba ganando la apuesta de la que solo ellos dos tenían constancia por goleada.

Sin embargo, a Martin le costaba creer que el príncipe no sintiese absolutamente nada por su amiga. ¿Ni un mínimo de atracción?

Era innegable que la belleza de Violeta era de admirar. Casi todos los chicos del internado estaban locos por ella.
Es halagada por todo lo que hace, incluso aunque ni a ella misma le llene. Por ejemplo, sus padres le han obligado a montar a caballo y a participar en competiciones de hípica desde que tenía uso de razón. Siempre lo ha odiado, pero no era como que sus preferencias valiesen de algo.

En su familia, las apariencias lo eran todo. Hija de marqueses, para sus padres no había nada más importante que el estatus social y que su única hija fuera la señorita más sofisticada y deseada del país. Para eso la habían tenido, para que sirviera de escaparate y honrar sus apellidos.
Casarse con el mismísimo príncipe de España sería una buena manera de contentarlos, según ella. Quizá de esta manera conseguiría la libertad que tantos años llevaba persiguiendo.

Su amistad con las chicas, con Dena en concreto, había marcado en su vida un antes y un después, se convirtió en el único respiro en medio de todo el tumulto emocional que vivía a diario.
La humildad y fortaleza de la rubia le habían enseñado cosas, le habían inspirado a ser mejor. A aprender que la grandeza y esas cualidades también son compatibles.
Y el internado solo era una excusa para alejarse de la toxicidad familiar por un tiempo.

➼//𝙨𝙩𝙪𝙥𝙞𝙙 𝙥𝙧𝙞𝙣𝙘𝙚... - 𝗷𝘂𝗮𝗻𝘁𝗶𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora