{ 8 }

291 41 3
                                    

La habitación de Martin era justo tal y como se la había imaginado. De un chico de su edad, apasionado por los videojuegos y por el arte en todas sus formas.

Cuando Juanjo le pidió la dirección de su piso a Almudena "por si acaso", no esperaba que esa misma noche ella misma fuese a invitarle a cenar en calidad de amigos.

Sentía vergüenza al pensar en que sabía todo lo que sucedido entre Martin y él, pero agradeció internamente que esto los hubiera acercado aún más.

Aún estando en una de las zonas más estropeadas de Madrid, no era uno de los peores bloques de pisos con los que se había encontrado, no estaba segura si se debía a la chica rubia esperándole en el portal que iluminaba toda la calle con su sonrisa o el nerviosismo que le provocaba volver a ver al chico que le volvía loco, el caso es que no podía pensar con claridad.

La madre de Martin era como ver a Almudena con años encima, aunque apenas se notaban. La misma cabellera rubia y larga, los ojos claros, pero con la sonrisa y la mirada inocente de Martin. Eran casi idénticas.

Se quedó un rato pensando en como le llamó "cielo" nada más verle aparecer por la puerta.
No recordaba ningún momento de su vida en el que su propia madre le haya puesto algún apodo cariñoso, ni a él ni a su hermana. Y menos aún su padre.

Padre. Martin no tenía padre. Las fotos colgadas de las paredes y los marcos decorando las estanterías se lo dejaban bastante claro.
Quería saber la razón de aquello, y en el fondo anhelaba que algún día Martin sintiera la confianza suficiente como para contárselo.

Divisó al fondo del salón, dónde había una mesa perfectamente preparada para un festín, un pequeño marco en una mesita, que mostraba a un pequeño Martin, de unos 3 o 4 años, con la boca y las manos repletas de espaguetis con salsa boloñesa.

Se contuvo de sacar el móvil y sacar un recuerdo permanente de aquello.

La voz del pequeño en el pasillo lo despistó de este pensamiento, esta vez de lo que no pudo contenerse fue de plantarse frente a él en el pasillo.

No pudo creerse lo guapo que estaba y las pintas que llevaba a partes iguales.


•••

Tras la cena, Martin olvidó la conversación pendiente que tenía con su hermana solo para centrarse en como Juanjo se ganaba a su madre con cada comentario que hacía.
No había visto a Rebeca reír así gracias a un hombre jamás. Ni siquiera él mismo.

Era exageradamente cantoso. Por momentos, se quedaba con el tenedor en la mano, la pasta enfriándose y sus pupilas transformándose en corazones rojos bombeando.

La gota que colmó el vaso fue el gesto de Juanjo pasándose el pulgar por el labio inferior, indicándole que se limpiase la baba invisible que se le caía al vasco.

Martin no había inventado tantas excusas en tan poco tiempo para salir de allí cuanto antes.
Se aseguró de que todos en la mesa estaban satisfechos con la cena y la conversación.

—Le voy a enseñar a Juanjo los juegos de la Switch. Y mis hámsters —esperaba no haber sonado tan infantil en voz alta como lo había hecho en su cabeza.

Juanjo se rió levemente. Había sonado incluso más infantil de lo que el otro pensaba.

Los chicos llevaron los platos y cubiertos sucios a la cocina, llenando huecos del lavavajillas, y se dirigieron a la habitación a paso tan ligero que incluso Martin tuvo miedo de haber pegado un portazo a causa de la adrenalina al entrar.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

➼//𝙨𝙩𝙪𝙥𝙞𝙙 𝙥𝙧𝙞𝙣𝙘𝙚... - 𝗷𝘂𝗮𝗻𝘁𝗶𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora