Capítulo XII

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Antonella, actualidad

No es la primera vez que salgo con Evie, y aun así estoy muy nerviosa.

Desde mi cumpleaños, que fue el día en el que Gionevie y yo empezamos nuestra relación y nos dimos nuestro primer beso, no hemos dejado de tener citas a escondidas y demás. Entendí que la pelirroja tenía razón, algo tan hermoso como nuestro amor no podría ser pecado.

Me empecé a replantear toda mi existencia desde que ella me hizo ver la realidad, ella me gusta, pero, ¿siempre ha sido así? Pensándolo de más me di cuenta de que realmente todos los síntomas con causas inexplicables, según yo, no eran más que los mismos síntomas de los protagonistas de los libros de romance, simplemente jamás los había relacionado.

Me siento un poco tonta en parte, el corazón latiendo a toda prisa, los nervios, el sudor, el calor, los tartamudeos, los temblores y esa incapacidad de formular un pensamiento coherente, ¿cómo no me di cuenta antes? ¿Cómo no me había percatado de que lo que se ahogaba en mis entrañas no era una fiebre mortal, y simplemente estaba enamorada?

No sé qué hechizo me hizo, pero no me extrañaría que fuera una bruja, después de todo, la rosa bicolor que me regaló creció en una enredadera que le otorga vida al árbol, logró firmar el mismo y encima me tiene todo el tiempo pensando en ella.

Dios mío, me siento estafada, toda una vida me habían asegurado que las brujas son feas, harapientas y nauseabundas, pero ella es todo lo contrario. Mi pelirroja, mi ninfa de las tormentas. Creo que tendré que adaptarme a la idea de que a pesar de que estoy enamorada de su naturaleza tan enigmática jamás podré comprenderla.

Hoy la espero para una de nuestras citas esporádicas, en el fondo, quisiera mucho que, en un futuro personas como nosotras, puedan amarse sin tener que esconderse, porque nadie merece perderse de una historia tan bella de amor por convicciones sociales.

Decidí vestirme con un vestido blanco lleno de vuelos, posee un escote envuelto en estos y destila una sensación de frescura que me encanta. Encima de este me puse un corsé color beige, mi color favorito, y además me peiné una trenza complicada y gruesa, adornada en la parte superior con las horquillas de mi madre.

Ahora solo la espero pacientemente desde mi habitación, porque, por supuesto, una joven tan recatada y fina como Gionevie va a optar, como todas las personas normales, por entrar a mi cuarto por la ventana.

Y tal como predije, entra Gionevie y debido a la altura de la ventana, o puerta, al parecer es lo mismo para ella,  se cae de bruces en el suelo de mi habitación.

Me levanto para socorrerla y le doy mi mano para ayudarla a levantarse, mas ella hala mi mano y me obliga a caer con ella.

_ ¿Qué haces, loca? ¿No ves que el vestido es blanco? –pregunto enfurecida poniéndome de pie.

Gionevie se ríe fuertemente un rato en el suelo, luego se levanta y se sacude un poco las piernas.

Como era de esperarse, tiene su cabello corto pelirrojo sin llegarle a los hombros sujeto en un semi recogido discreto trenzado. Como de costumbre, viste una camisa, esta vez es una camisa monocromática de color lima con los dos primeros botones desabrochados y su clásico pantalón de tirantes con estos cayendo a los lados de sus piernas.

_Yo también te extrañé –me dice la muy descarada.

_Te ves preciosa –le comunico mi pensamiento con mis brazos estirados hacia adelante mientras me tomo de las manos, ella sonríe pícaramente a mi comentario.

_ ¿Aunque vista ropa para hombres?

_A ti te queda mejor que a todos ellos –respondo.

Ante mi respuesta, Gionevie se acerca a mí y me toma de la cintura, pegándome a ella, unimos nuestras frentes a juego con nuestras respiraciones y mis manos van como un reflejo directamente a la parte superior de sus brazos.

El árbol sagrado de los deseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora