Capítulo X

13 3 92
                                    

Antonella, actualidad

Feliz cumpleaños a mí.

¿Qué vestido podría usar hoy?

Mmm, vamos a revisar.

¡Ya sé!

Un vestido negro, completamente oscuro y sombrío. Lleva un sobrevuelo de encaje negro con un diseño de entretejidos similar a una telaraña, que cuelga a manera de cortina desde mi tórax hasta mi cintura, de manera tal que cubre mis brazos y tronco, rodeándome completamente y sin unirse en el frente, sostenido por un pequeño broche con una piedra esmeralda.

El mejor vestuario para mi decimonoveno cumpleaños, o, mejor dicho, el decimonoveno aniversario de la muerte de mi madre, da igual, es lo mismo.

Me pongo el vestido y decido peinarme en su honor.

Me siento en el tocador que perteneció a mi madre y abro en un pequeño cajón, buscando las horquillas ya conocidas para mí, de color plateado y con diseño de flores, discretas como hebillas, pero elegantes y majestuosas.

Con ayuda del cepillo de cerdas gruesas del mismo cajón, me recojo la mitad del cabello, hago una trenza con él y lo enrosco sobre sí mismo, lo fijo con las horquillas y me miro al espejo.

Si no fuese por el color de mis ojos, sería la viva imagen de mi madre.

Salgo de mi habitación y me encuentro con Amber y Antonio en la sala de estar.

Mi padre se ha afeitado la barba y ha recogido su cabello en un moño bajo, pero muy bien peinado, viste un traje negro como era de esperarse, si tuviese que apostar, diría que lo ha vestido Amber, porque podrá tener malas cosas la maldita, pero de que tiene buen gusto, lo tiene.

Hablando de la susodicha, Amber se encuentra en el sillón perpendicular a mi padre con la mirada fija en el suelo. Viste un atuendo formado por una falda sencilla de color negro revestida con encaje y un corsé con mangas del mismo color que resalta sus pechos, en los cuales luce un colagante con la misma piedra esmeralda que llevo yo, combinada con sus ojos.

Lleva el cabello recogido en una complicada trenza de espiga que le llega hasta la mitad de la espalda. Es raro verla así, sin sus vestidos pomposos, su alegría natural y el cabello recogido, jamás había tenido la necesidad de verla así, porque si algo aprendí en los diecinueve años que lleva ella siendo mi madrastra, es que NUNCA, y hago énfasis en "nunca", llega el cabello recogido.

Amber suele decir que sus bucles dorados necesitan respirar.

A lo mejor es porque ella y mi padre suelen ausentarse y perderse en mis cumpleaños, o mejor dicho, los aniversarios de la muerte de mi madre.

_ ¿Y Marcela? -pregunto.

Mi padre se levanta al darse cuenta de mi presencia y me mira con los ojos llorosos, abre la boca para responder, pero no dice absolutamente nada.

_En la cocina -me responde Amber sin moverse y con la mirada fija en el suelo todavía.

_Feliz cumpleaños, hija -me dice mi padre.

_Gracias -respondo y me dirijo hacia la cocina en busca de Marcela.

Marcela lleva la ropa de siempre, ya que ella siempre viste de negro, está en un eterno luto por la muerte de mi madre, mas, en estas fechas, ni siquiera ella puede animarme, ya que es la que peor se pone con el aniversario de mi madre.

_Marcela -vocalizo llamando su atención.

_Lo siento, señorita Antonella, no pude encontrar un regalo para usted, se lo daré en cuanto lo tenga.

El árbol sagrado de los deseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora