Capítulo IV

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Hace algunos años después.

Antonella

¡No puedo creer que le haya pasado de nuevo!

¡Es la tercera vez esta semana!

El papalote de Antonella nuevamente se voló.

¿Cómo puede ser tan torpe?

Aún más importante, ¿cómo hará para explicarle a su cuidadora y tutora, Marcela, lo que ha sucedido?

Para colmo tiene clases de inglés hoy por la tarde, si Marcela descubre que estuvo jugando afuera antes de que llegase la institutriz y después del almuerzo, ni yo, el árbol sagrado de los deseos, podré salvarla.

_¿Marcela? -pregunta cuando abre la puerta de su habitación, pero no está allí.

Va a buscarla al único lugar donde piensa que puede estar: conmigo.

Cuando se acerca a mí nota la silueta de su cuidadora y, como pensó, Marcela está arrodillada rezándome.

_Marcela...

_¿Antonella? -dice y se pone de pie con expresión severa- ¿Qué haces aquí afuera? Estás toda sucia y la institutriz puede llegar en cualquier momento. ¿Tú no estarás jugando afuera ahora? ¿O sí?

_Estaba...pero entonces mi papalote se voló, yo intenté coger el hilo pero cuando lo agarré se partió, entonces se fue y yo me tropecé. Luego me levanté y vi una ardilla, ella quería coger una nuez, yo me acerqué y se fue, pero yo vi que quería coger una nuez, entonces me dio pena, así que cogí la nuez y la perseguí, no a la nuez, sino a la ardillita, pero ella se tropezó también y temía que yo le hiciera daño así que le di la nuez y me fui, pero luego escuché un canto, y me fui al bosque, pero el canto se acabó y yo me perdí y entonces...

_A ver, a ver, a ver, dime si entendí, no solo jugaste afuera y te ensuciaste, sino que preseguiste a un animal salvaje, y te adentraste en el bosque. ¿Estoy en lo cierto, o no?

_A ver, sí, pero fue el canto...

_¡Antonella! -la regaña Marcela a gritos- ¡Deja de poner excusas! ¡Qué "canto" ni que ocho cuartos! Vamos al cuarto de baño a lavarte para cuando venga la institutriz. No querrás que se lleve una mala impresión de ti. Algo pudo haberte pasado. ¿Sabes lo peligroso que es?

_Sí, Marcela.

_¿Disculpa?

_Sí, -rectifica la niña- señorita Marcela.

_Así está mejor, vamos a lavarte.

Se dirigen hacia la casa y, posteriormente, al cuarto de baño.

Una vez allí, Marcela le quita el vestido y todas sus ropitas.

_Vamos, entra en la bañera.

Nella se sienta en la bañera y se recuesta.

Marcela vierte el agua tibia, llenando así la bañera en la que está sumergida.

Luego, pone el vestido que Nella se quitó en la tina con el barreño para lavarla imagino que posteriormente.

_Hoy irás a casa de tus padres -le dice.

El árbol sagrado de los deseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora