Papá esta aquí

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Adrián se recostó bajo un árbol, una sonrisa encantadora en los labios y un sentimiento de satisfacción invaluable.

Esperaba a su fiel compañero luego de una extenuante charla con Bennett, recordar su rostro le causaba satisfacción.

—Eres un hijo de perra —maldijo Marcus al llegar con su rey

—Qué grosero, debería cortarte la lengua

—Deberías, pero no puedes —confronto

—¿Por qué no?

—Porque soy el único en quien confías para estas pendejadas —contestó

—No son pendejadas, son acuerdos políticos

Él arqueo la ceja, cruzando los brazos.

—Sabes hay algo que me tiene inquieto —Marcus se acercó a él —¿quién de ustedes dos escribió la carta? —inquirió

—Según tú, quien la escribió

Adrián dio un paso adelante, el bosque era su mejor refugio ahora que estaba en un imperio enemigo.

—Alysa —contestó

—Felicidades, te gánate un premio —camino cerca de un manzano golpeando su tronco, haciendo que uno de sus frutos cayera

Recogió la manzana lanzándosela al moreno.

—Lo sabía, una carta tan detallada no puede ser escrita por ti

Un escalofrío recorrió su espalda tras esas palabras, Adrián apretó los dientes en una sonrisa inquietante, la cual no fue del interés de Marcus, él solo se concentró en comer la fruta que había ganado.

—Por cierto, cortaste el hechizo cuando mencionaste nuestros nombres, ¿qué fue lo que dijo Bennett? —cruzó un arroyo siguiendo una ruta hasta un acantilado

—Contarle no es una opción apropiada —mencionó

Su mirada estaba perdida en el paisaje, en la paz que le transmite; sin embargo, al no ver al rey adelante se sorprendió, giró su cabeza detallando al hombre detrás de él.

—¿Pasa algo?

—¿Qué fue lo que dijo? ¿Dijo algo sobre Alysa? —su voz fue grave, su mirada tenía un ligero brillo y su aura amenazante le dio algo de incomodidad

Ya conocía a ese Adrián, y no quería verlo actuar antes de los hechos.

—Nada, no mereces saber, solo fueron idioteces —Marcus dio el tema por cerrado

Él quería saber más, se acercó a s compañero tomándolo del cuello con su brazo.

—Vamos hombre, no haré nada malo

—No

Adriana siguió insistiendo, hasta que su paciencia se agotó, tomó a su asistente del músculo trapecio apretándolo.

—No te cuesta nada, dime lo que dijo ese pedazo de mierda de mi esposa y te suelto —sonrió con amabilidad

—¡Suéltame! —se quejó tomando la muñeca de Adrián

Se retorció, provocando que Adrián lo apretara más.

—Vamos, no te cuesta nada y evitas que el dolor aumente —dijo

Un gemido de dolor se escapó de sus labios.

—Bien, bien, dijo que una mujer así no debe tener el trono por su sangre, que estaba decepcionado y que no quería saber los detalles de su matrimonio —contestó —por último, que, si ella fue a usted por desesperación, que lo pensara dos veces antes de casarse

Reina consorte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora