Confesiones entre mentiras

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El silencio, bajo la incertidumbre fue bloqueado por los golpes de la puerta, luego fue la voz de su sirviente. Se llevó la mano a la cara soltando un extenso suspiro.

—¿Su majestad?

Alysa lo soltó en ese momento, el rey solo dio media vuelta; con una bata dorada cubrió su cuerpo, el sonido de la puerta más las voces de la sirvienta la despojaron de sus pensamientos, se apoyó en el mármol de la tina bajando con cuidado.

Se abrazó a sí misma pensando en sus palabras, ninguno de los dos había sido honesto hasta el momento, Adrián estaba preocupado por su bienestar, él quería venganza contra el imperio, ella... ¿quería lo mismo? El recuerdo de Bennett durante el divorcio, su mirada al desterrarla, sus actos casados. Los intentos de abuso...

Él merecía caer; sin embargo, Melione tenían un refrán cuando estallaba la guerra "Cuando el emperador cae en batalla... el imperio lo hace con él" su pueblo no merecía pasar por penas y dolores.

Aun así, Eileen y Bennett tenían una desventaja, el imperio tenía bajas económicas graves, cuando se divorció ocupó el 40%, cheque que si tenía suerte estaba mojado en su bolsillo, además estaba segura que la esclava no podría gobernar el imperio con la crisis.

Bennett no podría llevar él solo el peso del imperio porque no tiene la capacidad suficiente de encargarse de los temas políticos.

«Mi imperio va a sufrir más de una desgracia» pensó con el ceño fruncido

Adrián con una bata en sus manos no dejo de admirarla, dentro del corazón del rey, su desilusión se debía a la discusión, pensó en decirle la verdad, pero se arriesgaría a perderla. No podía permitir que ella se enterara de lo que hizo.

Nunca se lo perdonaría.

Los ojos azules de la emperatriz lo observaron con frialdad.

Esa mirada lo mataba, la odiaba, pero a la vez le gustaba.

Sin decir una sola palabra cubrió su cuerpo con la bata, ella metió sus brazos en las mangas luego ajustó el cordón en su cintura.

—Dime cómo sabías que iban a matarme, como sabias que era Eileen

Adrián permaneció unos minutos en silencio.

—Eso no tiene importancia

—Para mí sí la tiene, no se supone que yo soy especial para ti —confronto

—Lo eres y lo serás, por eso te salve

Esta vez fue ella quien cayó, de nuevo ese silencio incómodo inundó la habitación.

—La comida se enfriará —tomó al rey de la mano llevándolo a la habitación

Sobre la mesa, la bandeja de plata con ambas preparaciones.

Al sentarse ninguno de los probo el plato, permanecían pensativos en su propio mundo, en especial Alysa quien se notaba diferente, ¿a eso se refería la serpiente cuando la salvará? ¿estaba enojada por su preocupación?

—Alysa... ¿Qué pasó cuando me fui?

—¿Qué quieres saber? —devolvió la pregunta sin interés

—Todo —contestó

Atrajo el plato sobre la mesa tomando una cucharada.

—No quiero arruinar su cena, por lo tanto, cenemos y después hablaremos con la verdad. Claro si estás dispuesto a contarme lo que merezco saber

Él asintió con la cabeza llevándose una cucharada a la boca, en poco tiempo ambos ya estaban cenando.

Se reservaban las palabras tras la propuesta de Alysa; sin embargo, esto causó que la tensión de antes volviera.

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