Fiesta de cumpleaños

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En el palacio los sirvientes organizaban con afán los últimos detalles de la fiesta de Támara, la princesa veía el salón con desilusión desde el borde de una escalera, la cual estaba decorada con flores doradas.

Su dama la tomó del hombro atrayendo su mirada.

—Alteza es hora de prepararse —comentó la sirvienta

Ella asintió con la cabeza, la dama extendió su mano con cariño.

Le dirigió la última mirada al salón volviendo con su dama.

Ella caminaba despacio por el paso de la pequeña, los ojos de la mujer se posaron en la pequeña con expresión triste, preocupándose.

Al llegar a la habitación nada cambió, sus damas sonrieron al verla llegar, pero ella solo las ignoró, entró al baño cerrando la puerta, dentro más sirvientas a su disposición.

—Ustedes la vieron... ¿Qué le sucede a la princesa? —inquirió una de ellas

Su dama frunció el ceño.

—Solo fue Charlotte

—¡Otra vez la lastimó! —exclamó con enojo

Una de ellas le hizo una señal con el dedo.

—No se comenta nada del asunto, ya saben cómo se pone el rey —recomendó la dama

Ella entro al cuarto de baño lista para ayudar a su princesa.

Las otras murmuraron entre ellas.

—Esa mujer es una asquerosa, ¿cómo puede odiar tanto a su hija?

—Ya sabes los rasgos que detesta de la princesa, mi pobre niña no merece tener una madre tan despiadada

—Sí... y después del pequeño enfrentamiento que tuvo con la ex emperatriz —la otra organizó el vestido

—Es verdad, no tuvo misericordia para humillarla. fue educada con Charlotte, y ella sólo la trató de ramera

—Es verdad —comentaron las dos mujeres que estaban con ella

Siguieron comentando entre ellas, en voz baja para evitar que la princesa las escuchara; sin embargo, ella ya sabía de qué estaban hablando.

Las damas a su alrededor solo miraban indignadas lo sucedido, conocían a la madre de Támara y la detestaban con cada parte de su ser.

Observó su piel morena con asco y desagrado, deseaba quitarse la piel para tener el mismo color que su madre.

Con sus dedos empezó a rascarse, esperando que cayera.

Con sus uñas se lastimó, haciendo un pequeño corte en ella, su dama se dio cuenta levantando su brazo con brusquedad.

—¡Alteza que cree que hace!

Ella no contestó, con agua limpiaron el hilo de sangre, la herida había sido corta, no se había hecho mucho daño.

—Gracias a la deidad, ¿por qué hizo eso?

Su cabello cubría su rostro.

—¿Es blanco?

—¿Qué?

—Esa parte de mi piel tiene algo blanco —inquirió

Su mirada perdió el brillo, sacaron a la princesa del agua, su dama la cargó con una toalla cubriendo por completo su cuerpo.

—El baño se acabó —mencionó

Las demás empezaron a organizar cada parte de la princesa, sobre su cuerpo le pusieron un pijama blanco, llevándola al tocador.

Reina consorte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora