Ex reina Charlotte

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Charlotte, ex reina del imperio de las Bestias Divinas, madre de la princesa Támara Fernsby Latsarune y duquesa de Islas candentes.

—¿Fue tan duro el despecho ante mí que buscaste a otra mujer para saciar tu deseo? Si mi vista no me fallaba... se trataba de la emperatriz Alysa, recién divorciada... qué vergüenza

—Tú estabas muerta —fue la única contestación que dieron sus labios

—¿Muerta? Ah... claro, me morí en el divorcio —Charlotte se acercó a Adrián con desprecio —sólo estoy aquí por el cumpleaños de Támara, luego de eso me iré con la niña. No quiero que tu amante se acerque a mi hija —con sus palabras dichas, la mujer salió con elegancia de la habitación

Aún no entendía, estaba paralizado tras ver a su ex mujer. Lo más inquietante era el divorcio, necesitaba saber con lujo y detalle que fue lo que pasó, ¿pero a quién acudir? Quién le daría las razones de su divorcio.

—Mierda

***

En la mañana no podía ignorar sus deberes Reales, todo estaba como lo dejó, nada había cambiado, solo su mujer había revivido.

Ahora estaba en un problema, uno muy grande.

Un portazo lo alertó, levantó la mirada observando a Marcus caminar de un lado a otro acariciando sus rizos con impresión.

Sus ojos estaban abiertos, la respiración acelerada lo perturbó, sus pasos largos.

—Charlotte está viva, Adrián, ¡porque Charlotte está viva! —contestó levantando la voz

Adrián se llevó las manos a la cara.

—No sé, no tengo idea

—No, no, no mi rey —lo señalo —Sí sabes, te lo advertí, no sabes lo que sucederá y aun así sucedió

—Tú tampoco sabía que sucedería —cruzó los brazos frunciendo el ceño

—¡Entonces cuál es la excusa! —regaño —eres un rey promedio, con dos mujeres viviendo en la misma casa

Adrián golpeó con fuerza el escritorio.

—Respeta a tu monarca, el que seas mi testigo principal no significa que me trates como de confianza. Ubica tu nivel, Marcus —dijo con un tono de voz fuerte y amenazante

Él se quedó callado, no comentó más, solo se quedó a su lado, recibiendo órdenes como de costumbre.

Parecía que el divorcio le había afectado a la mujer, lo que recordaba de aquel rayo de luz era su carisma, la felicidad que le traía a varios al verla.

El amor que le tenía a su hija, a su reino y a su rey.

Pero esta vez era diferente, distante, cortante, fría y con una mirada determinada que le producía desconfianza.

Había algo en Charlotte que no lo convencía.

—Su majestad... la reina, me pidió que la llevara a la casa del Lago Azul —Marcus le dirigió la mirada

—Esa casa está a pocos kilómetros del palacio, ¿sabes la razón? —inquirió sin perderle el ojo a las cuentas que estaba haciendo

—No majestad, pero es extraño que la reina solicite un retiro por tanto tiempo —contestó

—¿Cuánto pidió?

—Un año

Adrián bajó los papeles con la contestación, abrió la boca para hablar, pero al momento la puerta de su oficina fue golpeada con fuerza.

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